POR: ENRIQUE SILVA ORREGO
La cinta surcoreana ‘Parásitos’ (Gisaengchung) es notable, más allá de los premios Oscar obtenidos. Una comedia de humor negro, una contundente sátira social, que el hábil realizador Bong Joon-ho maneja con tan ejemplar simetría que le permite dar unos sorpresivos giros y saltar al drama criminal y el relato de horror con la misma precisión. No en vano se ha declarado admirador de Martin Scorsese y John Carpenter.
Una historia de ricos y pobres enfrentados. Suerte de fábula sobre la diferencia de clases, en la que los cuatro miembros de una familia de escasos recursos se lanzan a invadir -con un plan astuto en apariencia- el hogar de otra familia, de muy elevada posición económica. El asunto es divertido al principio, pero luego deriva inevitablemente en un conflicto áspero, tenso y mortal.
Bong Joon-ho maneja con eficacia la composición de los espacios y la profundidad de campo para contrastar los ambientes donde se moviliza cada familia. Los de la clase alta son amplios, bien iluminados, llenos de comodidades. Los de la clase baja se muestran estrechos e incómodos, malolientes y con cucarachas. La monstruosidad de ambos estratos no tarda en hacerse evidente.
La reflexión sobre las desigualdades sociales es finalmente amarga, pero el cineasta va un poco más allá para remarcarla. Cuando nos descubre -en uno de sus giros más sorprendentes- que entre los pobres también hay niveles y algunos tocan el fondo más absoluto de la degradación.