Diego Armando Maradona tuvo una relación paralela durante casi dos años con una adolescente cubana llamada Mavys, a quien conoció cuando ella tenía apenas 17 años durante su estancia en La Pradera, clínica de La Habana en la que permaneció intermitentemente desde 2001 hasta 2005, bajo tratamiento por su adicción a las drogas.
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El astro se enamoró de la joven y perdió la cabeza a tal punto que quiso llevarla en una valija hacia Argentina para que pudiera asistir al partido homenaje que se le hizo 10 de noviembre de 2001 en la cancha de Boca, eso sí, pero le iban a hacer agujeros para que pudiera respirar, según ha contado el medio argentino Infobae, que añade que, afortunadamente, no fue “no fue necesario someter a la joven a semejante locura”.
En enero de 2000 Diego llegó a La Habana para iniciar su tratamiento de rehabilitación, estaba obeso a tal punto que le costa hablar. Semanas atrás había estado a punto de morir por una sobredosis y solo tenía 39 años. No era ni la sombra de sus tiempos de gloria. Aunque había llegado junto a su esposa Claudia Villafañe, la relación ya había terminado hace un par de años y ella no tardó en regresar a Argentina. Maradona, para eso, ya tenía en Laura Cibilla, su nuevo amor, quien una vez que Villafañe se fue, viajó a verlo a Cuba, pero en una de las peleas por los celos del crack viajó a Buenos Aires.
Carlos Ferro Viera, el inseparable amigo de Diego Maradona, con quien compartió su vida de excesos, le presentó a una adolescente que estaba acompañada de su madre, con el propósito de alegrarlo tras su pelea con Cibilla. Se trataba de Mavys, de apenas 17 años, quien a pesar de que era muy tímida, no pudo resistirse ante la posibilidad de conocer al jugador más famoso del planeta. Diego y ella se conocieron por primera vez Hotel Meliá de Varadero, pero no pasó nada entre ellos.
El ‘Diez’ quedó encandilado con la humilde adolescente de Matanzas y otro día mandó a Ferro Viera a que la convenciera de que fuera nuevamente al hotel y ella solo aceptó con la condición de que la acompañen su mamá, a su abuela y a su novio, que también quería conocer al astro del fútbol. Sin embargo, la adolescente al poco tiempo terminó con su enamorado y Maradona empezó a frecuentarla.
El astro argentino salía del centro de rehabilitación para visitarla, pese a había una distancia de 105 kilómetros e incluso una vez sufrió un accidente. Mavys, luego, se instaló en La Pradera junto a Maradona, donde pasaban los días juntos sin que salieran de la habitación.
La relación creció y el jugador le celebró su cumpleaños número 18 a todo dar juntando las altas esferas de Cuba con la gente del barrio matancero. Se dice que Maradona también la ayudaba de manera económica.
Maradona se empecinó en que Mavys tenía que viajar con él a Argentina para verlo jugar, pese a que ningún cubano podía dejar el país sin una misión oficial o un motivo convincente. Por ello, el ‘Pelusa’ no tuvo mejor idea que pretender llevarla en una maleta a la que le había mandado a hacer orificios necesarios como para que la joven pudiera respirar.
Ante semejante y disparatada idea, su entonces mánager Guillermo Coppola pidió hablar con el ya fallecido líder cubano Fidel Castro. Ante las súplicas de Maradona, el dictador accedió a firmar un permiso de viaje con la condición de que Mavys regresara a la isla en 20 días. Así, la joven de 17 años viajó a Argentina y se hospedó en el Hilton junto a Maradona, quien en el partido de homenaje blandió un paraguas que leía “Mavys te amo”.
La relación entre Diego Maradona y la matancera Mavys duró hasta 2003 y aunque el jugador era celoso, ella no tuvo exclusividad porque este mantenía encuentros con Cibilla y otras mujeres que recibía en La Pradera. Mavys lo sabía y solo decidió terminar la relación cuando la cubana Adonay Frutos, hizo público su romance con Maradona. De acuerdo con la historia contada por Inbofae, el cariño siempre se mantuvo intacto e incluso el 2004, cuando Maradona volvió a Cuba para hacer un tratamiento contra su adicción en el Centro de Salud Mental Comunitaria (Cesam), Mavys lo fue a visitar.
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