Tres madres de familia demostraron que al verse enfrentadas a la adversidad, como la pandemia del Covid-19, que azotó el país hace más de dos años, son capaces de dar la vuelta a la situación para sacar adelante a sus familias. En este ‘Día de la Madre’, ellas nos cuentan cómo hicieron para continuar al frente de sus hogares, pero sobre todo, de sus negocios.
Les presentamos los singulares casos en que mamitas aguerridas y luchadoras nunca se dieron por vencido y lo dieron todo por sus hijos.
Dominga Castellanos Carazas (57), es madre de familia cusqueña, que desde hace más de 23 años se inició en la venta de desayunos y chicharrones, en Villa María del Triunfo. Su esposo es su fiel compañero en el hogar y en el negocio. Con él formó la chicharronería ‘Doña Doma’ y también la ayudaban, en ese entonces, sus tres pequeños hijos. Ahora ya todos unos profesionales.
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“Vine de Cusco a Villa María del Triunfo. Empecé vendiendo porciones de chicharrón en una carretita color azul, hasta eso recuerdo, en la puerta del mercado N° 2 de la zona nueva de Tablada de Lurín. Allí acompañada de mi esposo, y muchas veces de mis hijitos pequeños trabajamos desde muy temprano hasta la tarde”, sostuvo con nostalgia de contar cómo fueron sus inicios.
Fue a raíz de la pandemia del COVID-19, en marzo del 2020, en el que el presidente de turno nos mandó a nuestras casas y ‘Doña Doma, como es conocida la madre de familia, no se quedó de brazos cruzados.
“Primero vivíamos de nuestros ahorros mientras pensaba en cómo hacer para seguir con el negocio. Luego tuve que ingeniármelas para seguir trabajando y trasladé el negocio de la calle a mi casita en calle Rímac 425 en Tablada de Lurín. Empecé a entregar pedidos por delivery y a usar las redes sociales, que funcionó muy bien. Cuando ya se autorizó la atención al público, puse tres mesitas y rayamos. Ahora las mesitas se han triplicado y atendemos todos los días desde las 6 de la mañana hasta la tarde”, dijo ‘Doña Doma’, quien ofrece el desayuno tradicional de porción de chicharrón, papas doradas, camote, zarsa y mote por el precio de 15 soles. Además del infaltable pan a la leña, café pasado, chicha de jora y chicha de quinua.
Nos cuenta que llegan clientes de Callao, Puente Piedra y Ancón. Son conocidos como el ‘mejor chicharrón del cono sur’ y trabaja con insumos orgánicos. (Usan cajitas biodegradables)
Vicky Tito Castillo (28), es una joven mamita y emprendedora. Se inició hace siete años en el negocio de venta al por mayor y menor de ajos, cebolla y papa proveniente de El Pedregal, en Arequipa.
“Mi madrecita empezó en La Parada hace 40 años primero con la venta de ajos. Pero con el desalojo de comerciantes mayoristas de La Parada, me vi en la obligación de dejar mis estudios y hacerme cargo del negocio ya instaladas en el Gran Mercado Mayorista en Santa Anita. Ahora que soy mamá, tengo una bebé pequeñita de poco más de dos años, salgo a trabajar desde la 1 de la madrugada hasta el mediodía, siempre con mi hijita. Este negocio es familiar. Mi madre al frente del negocio familiar, en Arequipa, y yo en Lima, con mi hijita, que será la heredera de este negocio”, nos contó Vicky Tito.
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En el tiempo de pandemia tuvo mucho miedo porque cada día que iba a trabajar al mercado mayorista se enteraba que fallecía algún amigo o conocido por el COVID-19. “Hubo un tiempo en que las ventas estaban bajas. Yo como muchos comerciantes empezamos a usar las redes sociales para ayudarnos. Tuve que rematar la mercadería para no tener pérdidas. Incluso empecé a vender ajos pelados en practibolsitas, para las amas de casa, y con eso rayamos. Siempre me encomiendo a la ‘Virgen de Copacabana’ (cuya iglesia está ubicada en la ciudad de Copacabana, provincia de Manco Cápac, departamento en La Paz, Bolivia), para que el negocio familiar salga a flote. Nos pueden encontrar en el pabellón J puesto 9 y ofrecemos variedades de ajos a precios módicos desde 6 soles el kilo y las practibolsitas a 2 soles, que alcanza para toda la semana”, dijo.
Vicky Quiñones (43), es otra de las mamitas que se reinventó y salió airosa de la difícil situación. “Hace más de 20 años nos dedicamos, con mi esposo Roberto Calmet, confeccionando uniformes para empresas en el emporio comercial de Gamarra, en La Victoria. Con la pandemia del COVID-19 tuvimos que reinventarme y empezamos a hacer polos de recuerdo (en honor a las víctimas del Covid-19). Además hacemos polos temáticos y personalizados a gusto y pedido del cliente. Nos pueden encontrar en la galería ‘Rene’, local 9 y 10, en Humbolt 1669″, dijo.