Este Búho comprueba que en estos días se conmemoran dos fechas importantísimas, trascendentales, diría yo, para las letras y las artes del Perú: los cien años del nacimiento de nuestra monumental Isabel Granda Larco, o simplemente ‘Chabuca’ Granda (Apurímac 1920-Miami 1983), y también los 20 años del sensible fallecimiento del inmenso poeta César Calvo (Lima 1940-Lima 2000).
La Municipalidad de Lima anuncia un homenaje virtual para la autora de ‘La flor de la canela’, pero estoy seguro de que en el Olimpo de la poesía y la música, donde seguramente ambos han continuado su enternecedora relación terrenal, ella quisiera que el homenaje municipal sea también para su querido César.
El poeta fue una influencia decisiva para que ella imprimiera en sus composiciones no solo las reminiscencias de una ‘Lima que se fue’, sino que afloraran letras y poesías que no rehuían a la temática social.
Ella escribió diez canciones al poeta Javier Heraud (‘Las flores buenas de Javier’, entre otras ‘joyitas’). Él mismo reconoció que la compositora no conoció personalmente al poeta que murió empuñando un fusil en la selva, ‘pero lo sintió a través de mis recuerdos y la presencia de él en mi vida y en mi obra’.
César era uno los genuinos representantes de la brillante ‘generación del 60’ junto a los recordados Antonio ‘Toño’ Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Arturo Corcuera y el propio Heraud. Justamente Calvo obtuvo el premio ‘Poeta joven del Perú’ junto a Javier Heraud en 1960.
Pero a diferencia de Cisneros, que se fue a Londres y escribía notables libros místicos como ‘El libro de Dios y de los húngaros’ o el inquieto Hinostroza que se fue a Cuba, se desencantó del sueño guerrillero y se adentró en la poesía, la astrología y la gastronomía; Calvo, aparte de escribir maravillosos poemas, vivía una vida de ‘casanova’ que era la comidilla en los círculos literarios y sociales de Lima.
Como las veces que llegaba a los recitales de poesía de la mano de la chica de alta sociedad y hermosa actriz que triunfaba en la televisión y el cine mexicano, Patricia Aspíllaga.
Seguramente, además de su pinta de galán, su ‘chispa, su voz modulada y sus estentóreas carcajadas’, como sostenía su amigo Rodolfo Hinostroza, las enamoraba con poemas como ‘Preguntas y penumbras’: ‘¿Y si de pronto huyeran/el valor y el destino/-como alas- de este pájaro/que me lleva a los vientos/o a la muerte?/Tal vez mañana mismo.//Si de pronto volara/de mi pecho/el corazón, cayera/como llave en un pozo:/¿Tú abrirías la puerta, cruzarías/al umbral a mi paso señalado?/Buscando entre los muertos.//Es a ti a quien hablo,/a ti que creces/como una larga herida/en mi memoria, a ti que ignoras/como yo/los tatuajes de mi brazo. (…) Nuestro cuerpo encontremos.//Tras la puerta, otro fuego/devora las montañas,/los sueños/y los hombres. No digas/nunca: hay tiempo,/hay tiempo. Tal vez/mañana mismo,/buscando entre los muertos,/el cuerpo del hermano,/nuestro cuerpo encontremos’.
Su fama de conquistador traspasaba fronteras. Un embajador peruano en Londres, que le dio alojamiento en su residencia, contó entre sorprendido y risueño que cada mañana salía a caminar y regresaba con una rubia londinense, una más bella que la otra. ¡¡Y no sabía nada de inglés!!
Pero cambió su vida cuando conoció a Chabuca. Se lo contó a su amigo, el periodista Domingo Tamariz, quien lo convenció de que rompa su silencio. “Te voy a confesar una cosa”, le dijo. “La primera vez que la conocí fue en la casa de ‘Mané’ Manuel Checa Solari. Ella estaba allí junto a Fernando de Szyszlo, Blanca Varela y otros notables de la cultura. Ella no me conocía. Me acerqué y le dije: ’Señora Chabuca, yo vivo en el puente de Barranco 383 y le digo a todo el mundo que el personaje de su linda canción, ‘El puente de los suspiros’, está inspirado en mí, yo soy el poeta de esa canción, soy un mitómano de profesión. Por favor, le pido que no me desmienta’. Chabuca pensaba que estaba loco, pero así la abordé. Es increíble cómo pudimos llegar a querernos tanto”.
En esa misma entrevista, Calvo revela que fue Alan García quien lo llamó, sabiendo que Chabuca había fallecido en un hospital de Miami: ‘César, Chabuca ha muerto, ¿quieres ir a Miami?’. El poeta le contestó: ‘No, no voy a ninguna parte. No sé nada ni entiendo nada’. ‘Me fui a mi casa de Chaclacayo. No vi a Chabuca muerta, no vi radio ni televisión’.
En esa entrevista, sin decirlo, por primera vez confesaba el sentimiento tan profundo que le unía a la autora de ‘José Antonio’. Cuando el periodista insiste: ¿Todo quedó ahí? El vate se derrumbó: “Te voy a decir un secreto. Cuando Chabuca ingresa al hospital de Miami, llama a Alfredo Granda, su primo hermano, ‘Por favor, ingreso al hospital. Te doy un número, es el teléfono de la madre de César Calvo. Llámalo y dile que Chabuca se despide de él’”. Ella sabía que nunca más se verían. Al menos no en esta vida. Apago el televisor.