Nos señalaron que avancemos por la vereda que lleva hasta los campos de fútbol de la Videna. Justo a la altura del comedor, nos indicaron que giráramos a la derecha y siguiéramos. Pasamos frente a ese pequeño centro de culto religioso, donde los residentes del lugar suelen orar, y proseguimos con la caminata. El departamento de lavandería estaba con las puertas abiertas de par en par y el sol ya empezaba a sofocarnos. Luego de unos seis pasos, por fin ingresamos a la oficina de Jorge Fossati. El aire acondicionado nos dio la bienvenida y, unos minutos después, el seleccionador me estiraba la mano. El cronómetro de Marco Cabrera, jefe de Prensa, inició su carrera y había que sacarle provecho a los 25′ de ‘charla técnica’ con el profesor.
Jorge, ¿qué es la felicidad?
Sentirse tranquilo con uno mismo, en paz.
¿Qué principios hay que manejar?
Los que Dios no enseñó: Amar al prójimo, que en la vida estás para cumplir una misión que él te pone.
¿Hombre exitoso o un técnico triunfador?
Trato de ser lo primero más que lo segundo.
¿Y cómo se logra?
Siendo un buen padre, esposo, amigo.
Todos cometemos pecados...
Y si lo hacemos, debemos pedir perdón a quien corresponda.
¿Te ‘arrepientes’ de haber estado en los festejos por el título con la ‘U’?
No, pero no estoy de acuerdo en un mundo donde no hay privacidad.
¿Por qué lo dices?
Era una fiesta privada y no pública.
Pero la gran pregunta es: ¿Bailas mejor que Aldo Corzo?
Tres veces más. Él es de madera.
¿Sientes que puedes pelear los primeros puestos?
Estoy lejos.
¿De Piero Quispe?
Es un desastre. Se mueve como si se hubiera comido una columna.
Una vez afirmaste que tu esposa es la que toma las decisiones, se entendió como que eras ‘pisado’.
Es un poco en broma. Es mi compañera de toda la vida, la extraño cuando no está.
¿Tu soporte?
Es factor fundamental para que pudiera tener todas las aventuras en el fútbol. Junto a mis hijas.
¿Ni un varón?
Soy un bendito entre todas las mujeres.
¿Celoso como suegro?
En su momento le costó a mis yernos entrar a casa y más que los reciba con los brazos abiertos.
¿Y ahora?
Gané dos hijos políticos.
Se portaron a la altura.
Son privilegiados porque las eligieron y, como en todo, son las que deciden.
¿Eso crees?
Nosotros decimos lo contrario, pero al final la última palabra es de ellas.
¿Por ejemplo?
La primera vez que hablaste con tu novia, te gustó, fuiste al frente, le hablaste, pero quien te dijo si te aceptaba o no fue ella.
¿Romántico?
Sí.
¿De dar flores?
Por gestos en la vida diaria. Si me levanto antes y sé que le gusta tomar el café en la cama, le preparo y se lo llevo. Limpio las cosas de la casa, lavo un plato y le digo todos los días que la quiero.
El ‘wasap’ acorta la distancia. ¿Siempre le dejas un te amo?
Nos saludamos permanentemente. Esos detalles no tienen edad y eso aplica para los amigos e hijos.
Por eso es aconsejable, mientras los tengas contigo, mencionarle a mamita y papito que son lo máximo.
Cuánto me arrepiento de no haberles repetido a mis padres que los amaba. Tuve muchas irreverencias, porque te crees el inteligente y él ya es un veterano.
¿Cultivas los tangos?
No tanto. Me agradó en su momento, pero las letras en el noventa por ciento son de desengaño, traición de amigos y al terminar de escucharlas te quieres tirar debajo del riel de un tren.
¿Esa lírica no va contigo?
Me encanta ser optimista.
¿Nunca te provocó pintarte las canas?
Me salieron de jugador. Cuando estaba en Brasil ya surgieron notoriamente y creo que me hice un par de pintaditas, usando un champú especial.
¿Y cómo siguió la historia?
Pasé a ser entrenador y nunca más.
¿Alguna cirugía?
Si lo dices por mi nariz, no soy narigón, tengo la cara muy atrás.
¿Te da miedo la muerte?
Sí.
¿Cómo afrontas su posible llegada?
Esa etapa que vivimos creo que no es la definitiva y me hace creer que después de esto no se acaba todo.
¿Y por mientras?
Tiramos la pelota bien lejos, después salimos y achicamos, ja, ja.
¿La selección peruana?
La materia prima la tengo que trabajar y hacerla un buen producto.
Gracias, maestro.
A ustedes por venir.
El profesor y su verdad nacida desde su interior, en un diálogo profundo. El cabello blanco, la ropa deportiva y su filosofía de vida se juntaron. A los 71 años, aplica de manera perfecta la afirmación de Charles Dickens: “Hay sabiduría de la cabeza y ... hay sabiduría del corazón’.