Si no le dices a un joven que fracasó cuando lo hizo, no pretendas que un día triunfe. La selección peruana Sub 20 y la Sub 17, ambas con la supervisión de Daniel Ahmed, acaban de ridiculizarnos a nivel mundial y pocos se atreven a tocarlos. "Son chicos", "están en camino", "van a mejorar". Falso, si muchos de ellos ya deben estar jugando con su celular, saliendo con la enamorada o pensando en una fiesta. Que sepan hoy que sus actuaciones y los limitados comandos técnicos que los manejan nos llenaron de vergüenza.
La pesadilla arrancó el 19 de enero en el Sudamericano Sub 20. La Selección peruana, dirigido por Fernando Nogara, llegaba con casi un año de preparación y muchos amistosos. ¿Resultado? Espantoso. Cuatro partidos sin ganar (dos empates y dos derrotas), dos goles a favor y seis en contra (la segunda peor defensa del torneo). Una zaga central de la que se burló hasta Bolivia y un ataque donde se insistió con el limitado juego de Adrián Ugarriza y se dejó de lado a un buen jugador como Luis Iberico.
El juego de la Selección peruana dejó mucho que desear y al regresar de su periplo por Ecuador - sede del torneo - cuando el técnico Nogara debía ser despedido, el jefe de la Unidad Técnica de Menores de la FPF, Daniel Ahmed lo "premió" convirtiéndolo en su asistente. Un verdadero despropósito. Pero si ya la Sub 20 nos hizo renegar, la Sub 17 nos lastimó el hígado. Al mano de un Juan José Oré que sigue viviendo de aquel equipo del 2007 que fue al Mundial.
Este nuevo cuadro de 'JJ' fue el peor que se ha visto en muchos años. Jugadores con la casaquilla de la Selección peruana que no sabían parar una pelota, que regalaban goles y que no pateaban al arco rival. Parecía que Perú había mandado la 'Sub 10' al certamen en Chile donde, en el grupo B, perdimos los cuatro partidos, tuvimos el peor ataque con solo dos goles (uno fue autogol de Venezuela) y la defensa más desastrosa (11 goles recibidos). Juan José Oré es otro que debiera irse a casa.
Si la estadística se mantiene, ahora le toca a la selección mayor continuar nuestro calvario. Aunque, valgan verdades, eso no sería novedad.