Con esa mirada pícara que enternecía y conquistaba, Nancy Cortijo y Luis Tapia premiaban a Renato llevándolo a la piscina y poniéndole juguetes para que sea feliz en el jardín. En el agua era feliz, jugaba con sus familiares y -de reojo- miraba la Videna, pues vivía al frente.
Los sábados y los domingos eran especiales. Su papá se levantaba a ver los partidos de la Liga inglesa y hacía que el pequeño lo acompañe. “Yo le decía mira a Frank Lampard (Chelsea) y Steven Gerrard (Liverpool), así debes jugar. Un volante no solo marca, sino la pasa bien y hace goles”, cuenta don Luis, quien estuvo en Municipal y Atlético Chalaco, pero no llegó a la profesional. El destino lo llevó a una prueba en Liverpool donde lo rechazaron, porque el comando médico dijo que no crecería más de 1.85 m. Después de un tiempo, los ‘Reds’ se arrepintieron y lo volvieron a llamar, pero él decidió quedarse en Twente.
Su padre no solo lo incentivó a seguir la carrera de futbolista, sino también a ser profesional. “Un día le dije a mi papá que quería ir a un quinceañero. Él me dijo: Si deseas vas, pero no te vuelvo a llevar a entrenar. Lloré de rabia, obviamente no fui, pero eso me enseñó que hay que sacrificar cosas para lograr la meta”, comentó en una entrevista Renato.
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