Por: Fernando ‘Vocha’ Dávila
El tiempo ha pasado, los años se manifiestan en esas canas que van invadiendo su cabello y en esa barba que va apoderándose de su mentón. Lo que la vida no ha podido quitarle a José Carranza es ese apelativo de ‘Puma’ y la idolatría que sigue provocando por donde camina. Encerrado en casa, el ‘felino’ narra algunos momentos inolvidables de su época de jugador.
Salgo solo para las compras de la semana. Me lavo mucho, pero ya ni me afeito.
Deseo estar en reposo absoluto.
Mi esposa y mi hija Valeria.
Sí y por mis hijas, una está en Cajamarca y la otra en Arequipa. A cada rato les hago videollamadas.
Estoy repasando las clases que llevó en el Instituto World English y American English.
Por favor.
Let’s Go ‘U’
Y dale ‘U’.
The ‘U’ is the ‘U’.
Es triste lo que les ha tocado vivir. Es un lugar que me trae muchos recuerdos.
Y antes de ir me rapé, porque lo había prometido si salía campeón.
Nos programaron al mediodía, el sol estaba casi en 40 grados y mi cráneo recibía todos los rayos solares y parecía explotar.
Lo peor llegó en un lateral.
Un hincha ecuatoriano me tiró una bolsa con un líquido amarillo y caliente que justo reventó en mi cabeza.
No solo apestaba, encima hervía en mi cabeza.
Nunca llevaba shampoo ni jabón, mucho menos colonia.
Utilizaba lo de los demás.
Cuando llegó quería imponer una disciplina militar y yo no estaba de acuerdo.
Estaba fastidiado y quería pararlo en seco. Un día almorzando, la tía Margarita sirvió cebiche y le puso una rodaja de rocoto con hartas pepas en su plato.
En su español medio complicado preguntó: ‘¿Qué cosa es esto rojo?’. Y, de inmediato, ‘Puchungo’ Yáñez y yo respondimos: ‘Es tomate’. Lo mordió como si fuera manzana, se puso colorado y se fue corriendo al baño a tomar agua.
Me daba mi comida y, como yo vivía en el ‘Lolo’, también mi buena cena.
A veces quería irme a dormir y en la sala de trofeos se prendía y apagaba la luz.
Me quedaba solito, la tía siempre me dejaba mi chocolate y panetón y muchas veces lloraba, pero quería ser futbolista profesional y tenía que aguantármelas.
Es que falleció mi sobrina Yolanda, la gemela de Irma, hijas de mi hermana. Ellas viven en Italia, cuidan personas de edad y esta pandemia se la llevó.
Con Edde Cuéllar, alcalde de Ate, subimos cerros y barrios para buscar nuevos talentos del balompié.
Por favor, que la gente entienda que esto no es para tomarlo a la ligera. Es necesario acatar todo lo que nos dice el Gobierno. Un gran abrazo al pueblo peruano.
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