En esos tiempos, era un escolar algo relajado, mi única responsabilidad era ir al colegio y cumplir con las ‘malditas’ tareas. La noche del 15 de setiembre de 1983 debía repasar mi cuaderno de trigonometría para un bendito examen y no estudié. Me ganó la emoción de ver pelear a Orlando Romero por el título mundial de boxeo ante el famoso Ray ‘Boom Boom’ Mancini. Ya pasaron 37 años, muchas cosas cambiaron, pero aún está en la retina ese ‘combate’, donde nuestro compatriota demostró coraje y estuvo a un paso de alcanzar la gloria.
Sí y digo: ‘Joder, estaba para ganar’.
En mi esquina se habían dado cuenta de que el médico había dicho que si no me tumbaban en ese round, se paraba todo porque no iban a permitir que Mancini siga compitiendo.
Yo no nací para esconderme, jamás me he corrido y ¿por qué tenía que cambiar?
100 mil dólares, no 250 como se habló.
Pero de allí tuve que darle al empresario y mi entrenador.
En una casa en la urbanización Pío XII, en el cruce de las avenidas Elmer Faucett con Venezuela.
En ese tiempo 40 mil dólares, es grandota. Hoy está tasada en casi medio millón.
¿No sabes de dónde he salido?
Del pueblo joven ‘El Bosque’ en Trujillo.
Es picante. Si eras gordo o flaquito te vacilaban.
Jugaba fútbol, de puntero izquierdo, y apostábamos.
Me mandaban a cobrar y metía puñete.
Sí, pero también conversábamos.
A Tenchy Ugaz, quien vivía a la espalda de mi barrio. Tenía condiciones, pero eligió el balón.
No debí subir al ring.
Estaba enfermo, tenía otitis, infección generalizada a la garganta y sinusitis.
Lo veía fácil, pero me faltó aire y no podía más.
No, tuve dos combates más que gané y dije chau.
Todos me llamaban ‘acabado’, que no era el mismo.
Me cansé de la fama, renuncié y me fui a trabajar a una empresa cervecera de mi tierra.
Tengo mi restaurante ‘El Perol’, también mi local de baile ‘El Timbalero’.
Me sigo cuidando en comidas y peso.
Quiero mantener el estado físico de mis tiempos cuando subía al cuadrilátero.
Un abrazo a la gente del Perú y a cuidarnos todos.
Tranquilo ‘Romerito’, te recordamos con el mismo cariño de aquella noche ochentera, que te fajaste ante ‘Boom Boom’. Al día siguiente, fuimos orgullosos al colegio a comentar que teníamos un nuevo ídolo.
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