Tenía la fuerza como aliado, el coraje como bandera. El uruguayo Nelson Olveira llegó a Alianza Lima en el segundo año del presente siglo y muy rápido se ganó el respeto de compañeros, colegas e hinchas. Este es un repaso en la vida futbolística de un central con garra y que hoy hace honor a su apelativo y ‘canta’ su historia, como un ‘Canario’.
Fue en el 2002 y nos superaba a todos.
Los ‘cachetazos’ son muy buenos cuando te enfrentas a uno tan rápido.
Con nosotros a veces porque éramos de su equipo, pero era el diferente contra los rivales.
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Me gustaba hablarles, para sacarlos del partido.
Las que descontrolan son las que te enteras y se las haces recordar.
Cuando un amigo me lo pide, sí.
Con Fabián Pumar, ex Universitario.
Yo no tenía amigos en la cancha.
Habíamos ganado dos partidos, empatamos uno y en pleno entrenamiento llegaron hinchas a ‘ajustarnos’.
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No, pero me di cuenta que eran enviados por los directivos.
Irme, sabía que no me querían, pero no me lo dijeron.
Ambos suben al ring y se incendia, por la cantidad de chispas que botarían del cuerpo.
Como técnico le perdono una vez y, si reincide, lo boto.
Allí está el ejemplo. El ‘enano’ desde allí hizo las cosas bien.
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No giro a la derecha ni a la izquierda.
A Paul Cominges nunca le escuché una lisura.
Una raza distinta.
Está acostumbrando a mirar a los demás de arriba hacia abajo.
Porque gana más que cualquier otro trabajador.
Termina de entrenar con un desgaste físico impresionante y se va a pasear a un centro comercial. Debería descansar.
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Después de las prácticas en Alianza, nos íbamos a comer cebiche. El error es creer que eso era alimento y, la verdad, deberías llegar a tu casa y alimentarte con algo nutritivo.
Lo disfrutaba. Jugar ante 40 mil personas es un privilegio.
Soy entrenador y había salido un contrato para Venezuela, pero por la situación del mundo, todo quedó en stand bye.
Cuando quieran. Acá está un servidor.
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