Jean Ferrari, actual administrador temporal de Universitario de Deportes, lo pasó mal en Colombia. (Foto: Lenin Tadeo / GEC)
Jean Ferrari, actual administrador temporal de Universitario de Deportes, lo pasó mal en Colombia. (Foto: Lenin Tadeo / GEC)

Los recuerdos de en su paso por el fútbol colombiano no son un gol, una asistencia para que un compañero anot,e ni un partidazo con el o algún clásico en el ‘Pascual Guerrero’. Lo que más dejó huella en el actual administrador de fue un incidente fuera de las canchas, una situación que pudo costarle la vida, hoy lo recuerda con gracia, pero ese día lo pasó muy mal.

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Uno de los primeros amigos que tuvo ‘Palomilla de ventana’ cuando llegó al cuadro caleño fue Jairo Castillo que era la figura del equipo. El ‘tigre’, cómo se le conocía al delantero, era el amo y señor del club, ídolo de la hinchada y también un gran amante de la noche caleña.El atacante más de una vez invitó a su amigo peruano a salir para conocer cómo se divertían en Colombia, pero la respuesta de Jean Ferrari siempre fue la misma: “Estoy sólo en la ciudad, prefiero descansar, hay que cuidar el físico, gracias. Cuando tengamos vacaciones te acompaño a donde quieras”.

Lo máximo que conseguía Jairo Castillo era que su amigo limeño lo acompañe a almorzar luego de los entrenamientos. Eso sí, ni bien se acababa la comida y aparecían las cervezas y las insinuaciones para ir a otro lado, Jean Ferrari se inventaba algo para sacar la cola y dejaba a su brother ‘tirando cintura’.

Castillo invita a Jean

“Este muchacho me tiene miedo” comentaba el delantero a los compañeros cuando le preguntaban por sus salidas con el volante. Ferrari se había criado en el Callao pero le tenía respeto a Cali, sabía que era picante y no por algo había toque de queda. Por eso luego de los entrenamientos iba al hotel donde vivía y sólo salía acompañado por conocidos y antes de las siete de la noche ya estaba viendo televisión o hablando por teléfono con su novia que ahora es su esposa.

Pero un día el campeonato paró por una semana y el técnico dio cuatro días libres al plantel. Castillo se acercó donde Ferrari y le dijo: Mi hermano aliste sus cosas, esta vez no me puede decir que no. Lo voy a llevar a un sitio espectacular donde lo vamos a pasar de maravilla”. El mediocampista intentó poner una excusa. ¿Cómo vamos a hacer con el toque de queda, mejor nos quedamos aquí” dijo un Ferrari nervioso. La respuesta del goleador colombiano fue clara: “Estarás conmigo y a donde vamos no hay toque de queda, así que no te preocupes de nada. Es más, escoge quién quieres que venga con nosotros y no te preocupes por nada, que eres mi invitado”.

Al día siguiente el ‘Tigre’ recogió a Jean del hotel y al tercer arquero que fue el elegido para acompañarlos. El lugar elegido era el Lago Colima, un embalse situado a 86 kilómetros de Cali donde se practican deportes acuáticos y hay clubes, hoteles y zonas para divertirse las 24 horas.

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Ni bien llegaron a un restaurante poco faltó para que los recibieran con honores de presidente. Castillo era el ‘bravo’ y se lo hacían notar en todo momento. Un grupo de amigos del ‘Tigre’ se les sumó al grupo y todo transcurrió entre risas y anécdotas durante el almuerzo. El problema llegó por la noche. Ya se había ocultado el sol, la noche había invadido el lugar, cuando fueron a un lugar exclusivo y de moda para tomar algo y bailar salsa. Ferrari, poco amigo del trago, aceptó a regañadientes pero entendió que le debía una salida a su compañero.

“Yo nací en el Callao”

Todo iba bien hasta que uno de los amigos de Castillo, un bajito gordito con gorra para tapar su calvicie‚ ya con algunas copas de más, empezó a vacilar al ex jugador crema. “Peruano, no bailas, no tomas, cuál es tu diversión”, le comenzó a gritar. Ferrari no respondía, se hacía el que no escuchaba por la bulla de la música. De un momento a otro, Castillo se fue a bailar por un lado y dejó solo a su amigo con el gordito que cada vez se ponía más pesado con Jean. Las vaciladas siguieron hasta que al administrador merengue le salió el barrio, se paró, le quitó el gorro al faltoso y le metió un lapo en la pelada.

Jean Ferrari, en un partido jugando por el América de Cali.
Jean Ferrari, en un partido jugando por el América de Cali.

“¡Que te has creído, huevón, que soy gil? Yo nací en el Callao y no soy ningún sanazo para que me agarres de punto. ¡Ya párala, pues!”, le gritó Ferrari. Lo peor vendría después. El colombiano lo miró y en menos de cinco segundos sacó una pistola y se la puso en la cabeza. “No sabes quien soy yo, lo que has hecho te costará la vida, hijo de p…, te j… a mí nadie me levanta una mano, eso aquí es muerte segura”. ‘Palomilla de Ventana’ no supo qué hacer, se puso más blanco de lo que es y poco le faltó para llorar. “Ahora te me arrodillas y te reviento los sesos”, gritó el capo. Ferrari no sabía qué decir ni hacer, intentaba pedir perdón, pero de los nervios no le salían las palabras.

El ‘Tigre’ salva a ‘Palomilla de Ventana’

Cuando el ex seleccionado creyó que había llegado su hora, apareció el ‘Tigre’ acompañado de dos chicas y paró lo que iba a ser la ejecución de su amigo. “Parcero, qué pasa, ese chico es mi hermano no me lo toque. Lo está jodiendo toda la noche y el muchacho se cansó y por eso reaccionó así . Él es una persona sana y no entiende sus bromas, le dijo Jairo a su amigo. El bravo miró al futbolista y le dijo. “Sólo porque eres amigo de Jairo te dejo vivo... si no, te meto dos balazos y asunto arreglado”. Ferrari se levantó y salió corriendo del local. Castillo lo tranquilizó, pero lo vio tan asustado que decidió mandarlo de regreso a Cali con el tercer arquero. r

Ferrari no renovó por lo ‘Diablos Rojos’

Desde ese ese día, ‘Palomilla de ventana’ sólo salió del hotel para entrenar y concentrar. En las prácticas el ‘Tigre’ lo vacilaba con volverlo a llevar al lago y sólo de escuchar nombrar el lugar de los hechos, a Jean Ferrari poco le faltaba para llorar. Deportivamente no le fue mal al mediocampista, le dijeron para renovar contrato mejorándole el sueldo, pero si algo tenía claro el hoy jefe crema, era que tenía salir de Cali y no volver más.

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