Por: Fernando ‘Vocha’ Dávila
Es un inmenso parque. Tan grande como una ciudad. Sus habitantes pasean con ropas blancas, todos visten igual, hay sonrisas dibujadas en los labios. Es un lugar desconocido para mí, pero no siento temor. Hay paz y un relajo extraño. Un hombre se me acerca, extiende su mano, me saluda: ‘Hola sobrino’. Es Javier ‘Muerto’ Gonzales, mundialista en México 70, chalaco y figura de Sport Boys y Alianza Lima. Él me citaba en su casa para conversar. En una bodega del barrio Centenario comprábamos gaseosita helada y me contaba sus anécdotas. Fue como pocos: valiente, corajudo, fiero, renegón, indomable. “El diario de ustedes siempre nos recuerda, nos hace retroceder a los tiempos bonitos”, me decía. Y es que en Trome nunca olvidamos a nuestros soldados que ponen el alma por defender a la ‘blanquirroja’. Don Javier, fuiste un héroe en aquel triunfo 3-2 sobre Bulgaria y en esa Copa del Mundo alegraste a mi viejito y a muchos de tu generación por tu entrega.
Él toma su peine negro, una costumbre de los hombres de antaño. Lo ‘veo’ rejuvenecido, sin esas arrugas que se tallaron en su rostro en sus últimos años. “Antes de entrar a defender a Perú me bajaba las medias, los rivales me veían y pensaban que estaba loco. Yo lo hacía porque cuando las tenía levantadas parecía que me habían amarrado las piernas y no jugaba bien”, me cuenta. ¿Pero no podían lesionarlo?, le pregunto. “Los machos de mi tiempo jugábamos así. Nada de canilleras y todo eso que usan ahora. Terminaba sangrando, era un soldado de la patria defendiendo mi camiseta”.
Me extrañó no verlo con su guitarra y me relata una anécdota. “Era mi compañera para largas concentraciones, tocaba muchos temas que divertían a la gente y relajaba, a pesar que Roberto Chale decía que siempre cantaba lo mismo. Estábamos encerrados dos meses en un cuartel y nadie se quejaba. El esfuerzo valía para alcanzar la gloria”.
En mi mente estará siempre, aquella mañana, llegando de su chequeo a esa rodilla que siempre le molestó. “De tanto poner la pierna fuerte, sin temor a lesionarme, ahora pago las consecuencias. En mis tiempos no pagaban bien, no hay clínica para atenderme, solo el seguro que no tiene prótesis para darme. Estoy vivo, pero misio, ja, ja, ja”.
Don Javier ahora habla con entusiasmo y con esa misma garra con la que salía a la cancha. “Un día me encontraste y ya estaba con una pierna ortopédica, por eso siempre busqué que el Congreso dé una ley para que proteja a los exmundialistas y tengan una pensión vitalicia”.
Me doy cuenta que sigue humilde y sencillo. “Lo más hermoso del fútbol no es la plata que puedas ganar porque eso se acaba, sino salir a la calle y te saluden y la gente diga que fuiste bueno. De Estados Unidos me ayudaron para mi pierna ortopédica, en el hospital un doctor hincha rosado me apoyó. Yo era mechador de causas justas y en cada pelota dejaba todo, pero jamás fui malero”.
Una fuente de agua hace un ruido armónico. Volteo para ver a Javier y ya no está. Miro de un lado a otro y me angustio. Abro mis ojos y estoy sentado en el sofá de mi casa. En la televisión se escucha un gol de la Champions y vuelvo a la realidad. Me había quedado dormido y en mi sueño recordé a don Javier Gonzales, quien hace unos días se fue a jugar al cielo. Perdón por no ir a verte, gracias por las exquisitas entrevistas que me diste en vida. El Perú te debía un homenaje y Trome siempre te recordará. Te llamaban ‘Muerto’, pero estás vivo en cada corazón del hincha que revise un álbum mundialista o lea una historia de los guerreros que defendieron a la ‘blanquirroja’.
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