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En mi travesía por Alianza Lima hice muchas travesuras. Anoté ‘un golazo’ en el arco sur de Matute por la medianoche. Convertí la Villa Íntima en mi ‘hotel privado’ y más de una chica me visitaba allí. Pero una vez tuve una pareja que estuvo a punto de meterme en el cine para adultos. No emigré al fútbol internacional, pero pude hacer historia y les explico por qué.
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En 1989, todas las noches salía por bares y peñas, donde siempre hay alguna despechada, engañada o solitaria que necesita cariño, alguien que la escuche. Tenía la vitalidad de un oso, chibolo con todas las hormonas alborotadas, me metía varios partidos y ‘pichangas’ todos los días. En una de mis caminatas, en un ‘point’ de Salamanca, conocí a una ‘caballona’ de mi tamaño. Me enamoré en el acto. Ella era separada y con el corazón abierto al amor.
Era europea y fue directa conmigo, toda ‘open maind’, sin rodeos: “Víctor, me gustan los de tu color. Me alocan”. Me deslumbró y me llevó a un hotel cinco estrellas. Pedimos seis cervecitas y cuando estuvimos en acción, se quejaba más que la Sharapova jugando un partido de tenis. Hacía tanta bulla que causó revuelo en los tres primeros pisos y algunos hasta se quejaron en la recepción. Nos llamaron por el interruptor para ‘bajar el volumen’, pero después de unos minutos nos olvidábamos de todo.
Nos pegamos como siameses. Pero, aun así, ella con las justas sabía mi nombre y yo el suyo. Solo nos devorábamos. Hasta que un día, echaditos en la cama, me propuso algo interesante: “Tienes buen cuerpo, se te ve en forma. De lo otro ni hablar, tienes potencial, sácale provecho. Tengo todos los contactos para hacer un filme que no se verá en Perú, piénsalo”. Di mil vueltas al asunto. En esos tiempos no había siquiera la red ‘Onlyfans’ como ahora, que ya nadie se sorprende de verte como Adán y Eva.
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El billete me tentaba, pero me palteaba que pueda aparecer en una pantalla gigante de los desaparecidos cines Colmena, Colón, Le París. Me daba vergüenza. Era como salir goleado de una cancha. La necesidad me ganó, lo que sacaba en la pelotita no me alcanzaba.Me demoré en darle una respuesta y, cuando me animé porque estaba sin un ‘mango’ en el bolsillo, busqué a la ‘gringa’ por Salamanca, pero ella ya había partido a Suecia.
Se fue sin despedirse y yo me quedé con las ganas de experimentar algo nuevo. El celuloide del erotismo se perdió a un gran talento. Quizá, Hollywood me hubiera visto y la película ‘50 sombras de Grey’ pudo haberse llamado ‘50 sombras de Víctor’. Si retrocediera al pasado, me habrían llamado el ‘Marlon Brando broaster’. Cuando inventen la máquina del tiempo, lo descubriré. Nos vemos el próximo jueves…
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