Hace unos días se celebró el ‘Día de San Valentín’. Las parejas acarameladas. Algunos solitos acordándose de la ex. Hasta ‘soldados caídos’ tomando sus chelas porque sufrieron rechazo y desean hacer lo que sea para ser correspondidos. Yo estaba tranquilito en mi casa de San Miguel y me puse a revisar Tik Tok y me encontré con unos videos que me llamaron la atención respecto a este tema: “El mejor amarre de amor”, “Hechizos para que te llame al instante”, “Escribe su nombre en un papel y lo tendrás por siempre…”
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Me acordé de que, en mi paso por Alianza Lima, Municipal, Melgar, IMI de Talara, CNI, Sport Boys y otros equipos, he visto jugadores poniendo ruda en los chimpunes. Muñecos con alfileres, fotos al costado de un cuy negro, camisetas fumadas, pósteres con una calavera encima y hasta sal en los calcetines. Todo con tal de tumbar al compañero que es titular y quedarse con su puesto. Lo mío era otra cosa. Yo me ganaba un lugar en el ‘once’ con ‘taba’ y calidad. A veces, también con inteligencia. Tenía mi estrategia para sacarme del camino a quien quería ser mi ‘sombra’.
El ‘Nene’ me descubre un puesto
En 1988, Teófilo ‘Nene’ Cubillas chapó el buzo blanquiazul, quiso ser ‘Cristóbal Colón’ y me inventó un puesto en Alianza: de ‘9′. Creo que un día amanecí inspirado y al ver mi talento, hice varios goles que pensó que podía ser como Julio Baylón. Me costaba adaptarme y Eugenio ‘Chispeao’ La Rosa, que conocía el área como el patio de su casa en Puente Piedra, anotaba hasta con la ‘guata’. No le podía dar un ‘cachito’, porque si iba a la banca las chicas que me correteaban se iban a olvidar de mí.
No dormí dos días. Me rompía la cabeza pensando en cómo no salir del titularato. Hasta que se me prendió el foquito. El mismo martes, cuando empezó la semana de entrenamientos, armé mi plan. Al finalizar las prácticas busqué a Eugenio y lo llevé a una cebichería. El zambo me atracó. Pensé que tal vez se le podía aflojar la ‘huacha’ con un chicharrón de pescado, conchas, limón y camote, y así llegaría deshidratado al día del partido. Pero el zambo estaba acostumbrado a comer zapallo, col, zanahorias crudas y nada le pasó.
A la hora de pagar la cuenta, hice la finta que me había olvidado la billetera en el camarín. “No te preocupes, causa. Pago yo”, me dijo muy amable. De pronto, salimos y aparecieron mis salvavidas. El plan inesperado: Dos chicas con pinta de secretarias. Como siempre, las impacté con mi color serio, mis pectorales y mi simpatía y carisma. Les gané el ‘coco’ y les saqué cita para el día siguiente.
Me llevo de juerga a mi rival
‘Chispeao’, que solo chapaba la gripe, se emocionó. El miércoles, Eugenio llegó bien acharlado. Era pretencioso, calidoso. El hombre lucía un ropero espectacular. Era mismo Paolo, con pura marca y modelos exclusivos. Alto y fortachón, quiso opacarme. Los cuatro nos encontramos como a las 9 de la noche y nos fuimos a Miraflores. Allí empecé a ‘florear’ a una que me vacilaba y calculé mal. Me equivoqué, mis balas fueron al vacío. Fui por un pechito con entrepierna y me llevé la rabadilla. Quise adelantarlo a mi ‘causa’ con la más guapa y salí trasquilado.
Ella me parchó en ‘one’: “Víctor, me caes bien, pero no eres mi tipo... Me encanta Eugenio”. Asumí mi derrota, caballero nomás. En la tramposería hay que saber ganar y perder. Eso sí, mi plan seguía en pie. Y ahora con más razón, porque soy picón al mango. ‘Pipo’, recontrabotado, las invitó a la antigua ‘Calle de las pizzas’. Yo normal, porque mi cuerpo estaba acostumbrado a ‘boletearse’. Hice de todo para que la juerga se prolongue el mayor tiempo posible. Chapaba las jarras de chelas y a mi compadre le servía los vasos llenos.
Eugenio se empiló y pensaba que estaba tomando Inca Kola. No sabía tomar. El ‘bombero’ toma medido, apenas se sirve media copa para estar atento a lo que suceda en toda la noche. Nos amanecimos hasta las 4:30 de la mañana. Yo era de 36 horas sin parar. Esa salidita no me hizo ni cosquillas en el cuerpo. Llegué fresco a descansar a mi casa. La Rosa estaba fundido, la poca costumbre de juerguear.
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‘Chispeo’ llega resaqueado y Cubillas me da la nueve
Esa mañana, en Matute, hubo partido de práctica. Estábamos todos en la cancha y Eugenio no aparecía. De pronto, llegó todo legañoso y resaqueado. Fue el peor de la ‘pichanga’. Yo la rompí y anoté dos goles. El ‘Nene’ se molestó con él. “Eugenio, el sábado vas a la banca. ‘Vitito’ será titular”, ordenó el técnico. Mi táctica había funcionado. No necesité de un brujo, cuy mágico, amarre o hechizo para alcanzar mi deseo. Volví al ‘once’ y mi compadre aprendió la lección: Nunca más me recibió un trago. Y así llegó a la selección.
La chica, que ese día me había parchado, tarde o temprano cayó por cansancio. A la segunda salida, ya sin ‘Pipo’, la engatucé y a la tercera, la hice mi saliente. Terminábamos sudaditos en cada encuentro. Se convirtió en la mejor gata, porque no había otra que trepara mejor los techos de la Villa Íntima. Y yo, demostré que tengo siete vidas. En tragos, siempre ganaba. Nos vemos el próximo jueves…
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