En 1969 había gobiernos militares en Perú y Argentina. En nuestra patria el entusiasmo por clasificar a un Mundial por primera vez por méritos propios desbordaba en la gente. La Blanquirroja tenía un puñado de guerreros valientes y talentosos que iban a escribir una página para la historia. Roberto Chale, Ramón Mifflin, Héctor Chumpitaz, Eloy Campos, Teófilo Cubillas, Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez, Pedro ‘Perico’ León y un corajudo llamado Orlando de la Torre, entre otros. A él nadie le regaló el apodo de ‘Chito’. Sus compañeros sabían que el hombre iba al frente, no arrugaba y se medía con quien lo buscaba.
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El 31 de agosto de ese año, en la última fecha del Grupo 1, Perú eliminó a Argentina de México 70. El país se paralizó y convertimos a ‘La Bombonera’ en la ‘casa de terror’ por muchos años para los argentinos. Una cancha famosa por ‘esconder en su arco’ a los rivales y no precisamente con armas legales, sino a punta de insultos y arrojando objetos a la cancha, cortar el agua en el vestuario y ser un ambiente demasiado hostil para el visitante. ¡Imagínense todo eso y encima en un partido donde la Albiceleste debía ganar sí o sí para clasificar a la Copa del Mundo!
Los mismos cronistas del Río de la Plata cuentan que ese día los peruanos dieron una lección de fútbol y pundonor. En la cancha, Chale jugó bien, desesperaba a los defensas y encima le tiró un pelotazo en la cabeza adrede a Juan Carlos Rulli, una acción que casi termina en una batalla campal. Acabó el primer tiempo y varios argentinos estaban con la sangre en el ojo.
Cuando se dirigían a vestuarios, todos ingresaban por una misma manga custodiada por una fila de soldados. De pronto, Silvio Marzolini y el ‘Mariscal’ Roberto Perfumo se fueron contra Chale. El ‘Niño terrible’ se había quedado rezagado de sus compañeros y sin querer ‘se regaló’ con esos dos fortachones, famosos por darle con todo a los contrarios. Lo rodearon para atarantarlo por haber faltado el respeto a sus compañeros y a la misma tribuna (cada objeto que caía lo cogía y lo tiraba de vuelta al público).
‘¡QUÉ PASA ACÁ!’
Para su suerte, apareció ‘Chito’, que siempre entraba último, como un sigiloso guardaespaldas cuidando a sus amigos. Se percató de lo que pasaba, vio que eran dos grandazos y corpulentos. Antes de meterse al túnel agarró dos botellas que habían caído desde la tribuna, las metió en su short y corrió a defender a su ‘compadre’.
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Llegó a donde estaban, sacó las botellas, las rompió en el piso y con los dos picos les gritó a los argentinos: “¡Qué chu... pasa acá!”. Los fortachones rivales lo miraron asustados. “¡Tocan a mi hermano y los corto...!”, amenazó ‘Chito’. Los albicelestes retrocedieron y más calmados: “Che, negro, tampoco somos delincuentes”. Y se fueron a su camarín, mientras La Torre se llevaba a Chale. Así era don Orlando, un verdadero guapo con esquina, un amigo que se la jugó por los demás. Un histórico que hace unos años partió al cielo, porque ‘Papalindo’ necesitaba que alguien guapee y cuide a sus jugadores en el equipo celestial.
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