Luego de la derrota de la ante Alemania, en la última fecha Fifa, escuché a varios hablar de que el ‘Cabezón’ tiene preferencia por un ‘grupito’ de jugadores y los pone a pesar de que ya no deberían estar. La verdad es que toda la vida hubo argolla en el fútbol. Desde 1863 cuando los ingleses fundaron este hermoso deporte y la pelota era con pitas cruzadas de cuero pesado y fabricada por Goodyear. Lo vivió el extraordinario Hugo ‘Cholo’ Sotil en el Barcelona. Los holandeses y Neeskens lo ‘cocinaron’ a fuego lento. Diego Maradona y el narigón Carlos Salvador Bilardo ‘desaparecieron’ a Ramón Díaz de la selección argentina. El ‘Pelado’ era un ‘9′ como pocos, veloz, potente y goleador. Pero igualito lo arrimaron.

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La argolla siempre existió

Sin ir muy lejos, Roberto Martínez y José Carranza dominaron una década en Universitario. Juan Jayo y José Soto eran ‘alcaldes’ de La Victoria. Argollas hay en el trabajo, en la tramposería, el colegio, la universidad, los business, en el chisme y hasta en la selección. Un amigo siempre quiere dar una mano, muchas veces sin mirar el objetivo. A mí me pasó. Estaba en Deportivo Municipal jugando en la Segunda, en el 2002, y nos dirigía Roberto Chale. Un día antes de salir a entrenar, mi comparito ‘Kanko’ Rodríguez me timbró a la casa: “Negro, habla con el maestro Roberto para que le dé un cachito a Giancarlo. Es un buen chico, el profe’ te va a escuchar”. Yo pesaba en el equipo y mi voz era respetada. Además, el hermano de los Soto tenía sus ‘cositas’ y lo apadrinaba mi hermano del alma.

El jueves, antes del partido de práctica, me acerqué al DT y le comenté: “Pruébelo de volante por derecha. Siempre lo han utilizado de marcador y no tiene mucha marca, pero volanteando será una locomotora”. Fueron las palabras justas. Le gané el ‘coco’ al más grande palomilla que dio el Perú. Ese día el muchacho corrió, tuvo ida y vuelta. El profe’ armó el equipo conmigo y lo confirmamos por el ala diestra para el sábado.

Mi recomendado me dejó mal

Llegó la hora del cotejo ante la U. de América en la ‘Cancha de los muertos’, en Chorrillos. La primera jugada se fue hasta el fondo y metió una pelota puñalada. A la siguiente, sacó un centro venenoso que casi termina en gol. A la tercera se apuró, a la cuarta centró a la espalda del arco y a la quinta pateó al aire. A la sexta no llegó, a la séptima se resbaló, a la octava mandó el balón fuera del estadio y a la novena, Roberto ya volaba en la banca.

El ‘Abuelo terrible’ se rayó, vi que mandó a calentar a un suplente y cuando pensé que sacarían al pobre chico, la paleta tenía el número ‘6′. El cambio era por mí. Cuando pasé por su costado, Chale no me quitaba los ojos de encima y me dijo: “Mira lo que me recomiendas...”. A los dos minutos, cambió a Giancarlo. Perdimos 3-1 y el domingo descansamos. Liquidé todo mi día libre.

El ‘Niño Terrible’ me sentó

El lunes, aparecí en la práctica. Antes de empezar, el entrenador reunió a todo el plantel y me encaró feo: “Eso es lo malo de tener jugadores viejos en tu equipo, porque se quieren quedar con tu puesto. Ya buscan dirigir y te quieren tumbar... Me recomendaste a este jugador (lo señalaba) solo para que me vaya. No sabe parar una pelota, no tiene despliegue... Tú, hijo (a Giancarlo), estás para conseguirles las ‘trampas’ a tus hermanos, pero no para jugar al fútbol. Dedícate a otra cosa, aún estás a tiempo. No pierdas tu valiosa vida intentando ser futbolista profesional”.

Me sentí mal por la forma cómo nos había tratado. Trabajé con desgano y, cuando acabó todo, me arranqué molesto. En protesta, me desaparecí dos días de los entrenamientos. Cuando reaparecí y le comenté a mis compañeros el porqué de mi ausencia, ellos me dijeron que Giancarlo, todo car’e jebe, había ido sin problemas y ‘chambeó’ como uno más. Al siguiente partido de práctica no lo tomaron en cuenta, pero el técnico le habló como a un hijo: “Estudia, mejor lleva algún curso de administración para que le veas los negocios a tus hermanos. Ellos van a necesitar a alguien de su confianza para sus inversiones”.

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Tiempo después, se fue superando y acabó de central en el equipo, demostrando que podía dar en el puesto. Lamentablemente, la edad ya no le alcanzó para ser algo más. Quizá con la pelota con pitas cruzadas y cuero pesado, la rompía. Parece que le hizo caso al ‘maestro’, porque me contaron que tiene buen trabajo y ahora solo fulbitea para entretenerse. Por eso les digo a los chicos que están apareciendo, los Grimaldo, los Castillos, los Reyna, los Celi, los Quispe y otros tantos más, que piensen en su futuro ahora y no cuando los años les hayan pasado la factura. El pueblo pide que empujen el carro para tener un recambio generacional en la ‘Blanquirroja’ y volver a un Mundial en 2026. Hay argollas positivas y negativas. Los botines y el corazón tienen la última palabra. Nos vemos el próximo jueves…

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