Hola, soy Víctor Reyes, ‘Vitito’ para todo el mundo. Nunca fui goleador en mi carrera profesional, en el fútbol peruano, pero cuando anoté en la ‘selva de cemento’ me sacaron en andas. Cuando calentaba la pólvora, ‘mojaba’ más que Paolo Guerrero y Gianluca Lapadula juntos. La historia de hoy en los ‘Expedientes V’ ocurrió cuando jugué en mi querido Alianza Lima y teníamos que jugar un clásico.
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A mí me caen bien todos los animales, menos el sapo. Es insoportable el esposo de la rana. Yo no necesito ir a ‘Cuarto poder’, ‘Panorama’ o ‘Punto final’ con teléfonos encriptados, grabadoras, videos y cables para denunciar que me han ‘chuponeado’. Tampoco leer chats sobre el caso ‘Zamir Villaverde’ para darme cuenta de que los ‘zapatos rotos’ están en todos lados. Incluso en el fútbol, es donde más abundan los infiltrados y chismosos. Por eso hay técnicos desconfiados que trabajan a puertas cerradas para que algún ‘espía’ no se ‘cuele’ a la práctica.
Y aquí es donde creo que le escapó la paloma al ‘Tigre’. Debió mandar espías a seguir a los ‘Canguros’, saber lo que comían, quién era zurdo, quien trotón, veloz o cientos de cosas más. Era el partido para pasar a la gloria y le falló el Servicio de Inteligencia. Si años atrás, hasta por un clásico te espiaban. Y eso que no existían los Smartphones ni drones. Hoy les voy a contar como es espiar al máximo cuando te vuelves loco por ganar un partido. Como debió ser el repechaje con Australia.
EL LOCO DE LA PUERTA
En 1989, yo estaba en Alianza Lima y se jugaba un clásico amistoso en Arequipa. Alucinen ¡¡Amistoso!! Y lo sorprendente es que las dos delegaciones nos concentramos en el mismo hotel. Los cremas se instalaron una noche anterior. Pasamos por delante de ellos y tomaban desayuno, pocos nos levantaron la mano, la mayoría siguió en lo suyo. Cuando nos cruzamos en el lobby, varios nos ignoraron. Creo que era una orden del ‘Ciego’, que en esa época los dirigía, porque nunca se llevó con Miguel Company, nuestro entrenador.
No hubo contacto con el rival, porque todos parábamos encerrados en nuestros dormitorios. No había Netflix, ni Internet. El domingo, antes del mediodía, el ‘profe’ Company nos reunió en la habitación de los utileros con el cuerpo médico. Allí nos dio la charla técnica hablando bajito. Mientras explicaba el dibujo táctico, miraba por debajo de la puerta y se acercó despacito a la entrada. Estando a un paso, la abrió con fuerza y el ‘Loco’ Quiroga, que asistente de Oblitas, estaba con la oreja pegada y escuchaba por detrás de la puerta.
El ex arquero y actual comentarista arrancó a toda velocidad. Miguel quería alcanzarlo, le gritaba, pero Ramón no paró hasta refugiarse en su cuarto. Hora y media después, partimos al estadio de la Calle IV Centenario. Fue aquella tarde que nos borraron de la cancha. Sabían hasta qué talla de suspensor usaba. Nos cerraron las salidas, ninguno de mis compañeros podía hilvanar una buena jugada. Éramos superiores, en el papel, pero no le hicimos daño al ‘compadre’.
UN BUEN SERVICIO DE INTELIGENCIA
El partido acababa 0-0 y Samuel Eugenio le cometió un penal a Silverio Gonzales en el tiempo reglamentario. Marco Charún era el especialista y Zubzuck, el viejo de Patrick, agarró sin problemas la pelota. Adivinó su disparo. Hasta sabían quién iba a patear si había un penal. Se golpeó el pecho y estiró la camiseta en la cara de ‘Mantequilla’. Tuvimos que definir el clásico por la vía de los doce pasos. Íbamos 4-4 y ellos fallaron el último tiro. Otra vez ‘Mantequilla’ frente al ‘Gringo’. La clavó al ángulo y ganamos. El zambo se cobró su revancha, se agrandó, buscó al arquero y se mofó: “Acá y afuera te gano”.
El portero argentino se arrebató: “Ya vamos a ver”. Celebramos la victoria, recogimos el trofeo y luego de saludar a la hinchada, regresamos a la concentración. Zubzuck, estaba solito en el lobby, esperaba al malcriado. Yo me puse al costado de mi compadre. Si pedía ayuda, me metía a separarlo. “Ahora, pues, conc...”, lo cuadró el ‘blanco’. “Vamos a agarrarnos”, lo retó y empujó.
Pero ‘Mantequilla’ estaba mudo ante tanta provocación. De nuevo lo zamaquearon y nada. Hasta que le aplicaron una patada y allí recién abrió la boca mi causa: “En mi condición de capitán, no puedo dar un mal ejemplo y ponerme a pelear contigo”. No supe si reírme o chancarlo. Su respuesta me descuadró. El arquero se retiró y mi brother quiso pasar piola conmigo: “Mi servicio de inteligencia dice que ese blanco mete bien su puñete, sonso no soy”.
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Desde ahí supe que esta de vida es de contactos. Y que muchos siniestros triunfan, porque están un paso adelante escuchando lo que no deben. Por eso en la vida yo soy listo. A mí no me ‘chuponean’, a mí me chupetean. Nos vemos el próximo jueves…
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