Hola, soy Víctor Reyes, ‘Vitito’ para todo el mundo. Nunca fui goleador en mi carrera profesional, en el fútbol peruano, pero cuando anoté en la ‘selva de cemento’ me sacaron en andas. Cuando calentaba la pólvora, ‘mojaba’ más que y Gianluca Lapadula juntos. La historia de hoy en los ocurrió cuando jugué en mi querido y vi como un colega partió a uno de mis ‘causas’.

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El tratamiento del VIH es con retrovirales. Para mantener tus defensas altas y evitar cualquier infección. Y el PIH (Partidor Insensible al Humano), que no discrimina raza, edad, profesión, sexo, condición social ni la misma familia, ya es una plaga. Es más contagioso que el Covid-19. Ni con mascarilla ni protector facial te puedes librar. Estos individuos ‘partidores’ andan por todos lados, son como los ‘microbios’. No los ves y, cuando los detectas, ya se adueñaron de tu ‘pantaloncito’ y te dejan ‘enfermo’ con un dolor que ni el Paracetamol te puede aliviar.

El fútbol es uno de los lugares donde mayormente se ha detectado el foco de infección. Allí se aloja con frecuencia este virus. Cuando hay una inquieta, su nombre es tema de conversación en los vestuarios, concentraciones, fiestas y ‘maletas’. Y ahora, esas ‘inquietas’ se hacen conocidas con foto y video en los chats del WhatsApp que arman los ‘pichangueros’. Los asolapados escuchan y graban mentalmente la información. Son los más peligrosos, atacan sin que uno se dé cuenta. Los laberintosos hacen bulla para dar la impresión de que son ‘papirriquis’, ganadores y al final son más ‘paganinis’.

EL VERDADERO ‘10′ ATRASADOR

En 1995, Germán Pinillos usaba la ‘10′ en Sporting Cristal, tenía una zurda tremenda y era bolo fijo en las convocatorias de la selección. Su ‘trampita’ oficial era una bailarina morochita que se llamaba como la ciudad donde nació el ‘Niño Jesús’. Un sábado, después de un Alianza-Cristal, se armó un ‘rumbón’ hasta el otro día en Surco, donde un goleador, que todavía no era histórico, fue protagonista. Este muchacho tenía el virus PIH laberintoso. Se dio cuenta que estaba el cariño de ‘Machi’ y se ‘pudrió’.

El zambito estaba empezando a dar la hora. Era caserito de las vedettes de moda que lo buscaban para hacerse famosas. Él creyó que lo seguían por parecerse a Will Smith o Denzel Washington. Entró al tono y todo elegante hizo un paneo. Ubicó a la ‘carne’ de mi causa y apuntó la placa. En cada salsa que bailaba con ella aprovechó para descargar su ‘cacerina’ contra el ‘guatón’: El verdadero ‘10′ soy yo, ese número al otro se lo han dado de casualidad”.

A la otra canción seguía y no paraba de atacar: Soy goleador, tu enamoradito solo hace un golcito cada dos campeonatos”. Y cuando creyó que ya tenía todo ganado, lo remató: “Soy portadas todas las semanas en los diarios deportivos. Ese gordito no sale ni en los crucigramas”. Y para acelerar el triunfo, en cada comentario le servía un vaso lleno de ‘chela’ a la muchacha.

El GOLEADOR, SE BARAJÓ CON POLÉMICA FRASE

A las 2 de la madrugada, aprovechó para ‘secuestrarla’ con pérdida de ‘conocimiento’ de tanto trago y campeonó. Cuando todos los colegas se enteraron, el hombre se barajó con sus amigos: “Uno respeta a la ‘firme’, pero a la ‘canalla’ no”. El muchacho se olvidó del noveno mandamiento: “No desearás a la mujer de tu prójimo”. No lo leyó ni escuchó. Y es que cuando tienes el virus del ‘partidor’, atacas sin importar si es tu amigo, colega o simple conocido.

EL PARTIDOR MONSE DE MATUTE

En 2006, un delantero fibroso, porque de chico comió ‘mucho trigo y avena’, se enteró que la hermana de un colega suyo tenía su ‘club de fans’. Modelo y figura en la televisión. Ella lo entrevistó y él, con elegancia y muy asolapado, le sacó su número de la casa. Era de los que tienen el virus PIH asolapado. Se armó de valor y un día la timbró:

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“¿Aló...?”. Al otro lado de la línea respondió el esposo de la chica: “¿Siii? ¿De parte de quién?”. El muchacho se quedó mudo. “Aló, ¿qué desea?”, replicó el marido. Pero el pelotero no tuvo rapidez mental ni gambeteó para salir de la situación.

Al verse descubierto, colgó. No tenía mi escuela. Demostró que era un aprendiz, porque estos individuos saben de memoria su libreto y manual para cualquier emergencia. Movió mal su ficha y no supo descartarse de su atrevimiento. Yo lo reconozco, también estoy infectado, el virus está disperso por todo mi cuerpo, pero no ha tocado mi corazón. Tengo una especie de ‘inmunidad’: Yo no choco con mi sangre y tampoco con mis amigos. Nos vemos el próximo jueves…

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