El fútbol y los 'ampays' siempre fueron de la mano.
El fútbol y los 'ampays' siempre fueron de la mano.

El ambiente anda movido, el reciente ‘ampay’ dey la ruptura del romance entre dos reconocidos futbolistas como Jesús Barco y Melissa Klugg y con Pamela López son portada de los medios escritos y televisivos que a su estilo explotaron la noticia. Incluso la llegada de a la Vallejo quedó en segundo plano porque el chisme le encanta a la gente.

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Está claro que un ‘ampay’ te puede hundir o costar caro, como le ocurrió a un grupo de futbolistas de un equipo grande que a finales de los 90 fueron ampayados en una casa de Chorrillos que alquilaban para hacer fiestas luego de los partidos. Un vecino de la zona, que no soportaba la bulla que hacían los peloteros y sus amigas, llamó a los ‘urracos’ que raudamente llegaron al lugar de los hechos y grabaron parte de la rumba. A diferencia de otras ocasiones, esta vez las imágenes no eran tan comprometedoras, ‘solo’ se veía a los deportistas bailando y tomando, pero no con sus parejas oficiales y eso preocupaba mucho a los futbolistas.

Los que acudieron a la rumba, entre los que se encontraba un caudillo, un goleador histórico y un ‘jaladito’, armaron un plan para quedar bien con sus esposas. Luego de unas llamadas de coordinación, los involucrados acordaron limpiar su imagen con la ‘patrona’ y no se les ocurrió algo mejor que cumplir con los regalos que hace tiempo les pedían en casa. Es así que más de uno fue una tienda por departamento conocida y compró televisor, equipo de sonido, lavadora, muebles y no faltó el que regaló pasajes a Miami. Por la noche cuando estaba por aparecer el ‘ampay’, el que menos intentó cambiar el canal y sugirió ver una película, pero no contaban que las esposas, novias y enamoradas también se habían comunicado entre ellas y no iban a perderse las imágenes. A la hora de la verdad lo que salió en TV no fue tan grave como lo del ‘cumbiambero’, solo se apreciaba a los futbolistas brindando, bailando y a lo mucho uno que otro hablándole al oído a una chica.

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Al final los regalos surtieron efecto. Los peloteros gastaron sus buenos cocos, otros reventaron la tarjeta y sus parejas lo perdonaron. “Ese vacilón me costó un buen billete, pero mi esposa me perdonó. Eso si, primero me mandó a dormir una semana en el sofá” todavía recuerda un caudillo de ese grupo que tenía un entrenador que al igual que sus jugadores, les gustaba la rumba y el vacilón.

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