Hola, soy Luis ‘Cuto’ Guadalupe y hoy quiero hacer una historia y homenaje. Este relato empieza con lo que me sucedió el último sábado. No fue uno cualquiera, sino uno especial. Tenía la invitación del profesor Luis Bolaños, aquel hombre que cuando yo tenía 14 años vio en mí algo que otras personas jamás notaron.
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Él fue el impulsor que marcaría mi vida en todos los aspectos, por lo que le guardo una gratitud única. Lo confieso sin miedo: fue mi Augusto Ferrando. Me descubrió para el fútbol y, sobre todo, me enseñó valores y principios para manejarme en la vida. En resumen: mi historia de vida tiene un antes y después de la presencia de mi ‘profe’.
Luis Bolaños no solo es mi papá en la pelotita, lo es también en mi formación como ser humano. Jamás me cansaré de decirlo, mi gente. Los que me conocen saben que de chibolo fui palomilla, recontrapalomilla, por decir algo suave. Él me enmarcó y encaminó sobre la ruta que debía seguir.
Y lo digo inflando el pecho de orgullo y alegría, reconociéndolo en vida, dándole el lugar que se merece. Algo que en nuestro Perú es muy difícil que suceda, pues solo se hace reconocimientos cuando un hombre está metido en un cajón.
CUANDO LUCHO BOLAÑOS ME BUSCABA EN CORONGO
Mientras iba camino a Los Álamos de Monterrico, recordaba cada momento que Lucho Bolaños me dedicó, era como una película en la que veía escenas en que él apostaba por mí.
Desde las veces que tuvo que ir hasta mi casa en Corongo para recriminarme y llamarme la atención para volver a los entrenamientos. Él me daba mi jalón de orejas para volver a la realidad.
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Sabía llegar a mí, darme ese tono de voz con autoridad y a la vez ponerle amor de padre que hacía que este moreno de piernas largas termine cediendo. Me engreía y volvía a los trabajos del equipo y también a los de las selecciones peruanas juveniles por las que paseé mi quimba.
Claro, no era el joven perfecto, era rebelde y muy engreído. Era un loco calato, como se dice popularmente. Soy el conchito, el último de 7 hermanos, el benjamín. Por tanto, estaba consentido.
Todo esto generaba que siempre estuviese lejos de ser un muchacho dócil. Eso hace mucho más meritorio lo que hizo Bolaños por este pechito. Como decía mi tío Nicomedes Santa Cruz con su vozarrón: A cocachos aprendí. Pero también con amor. He ahí mi gratitud con él.
Llegar a la casa del profesor Bolaños es como querer entrar a la residencia de un entrenador de una liga europea. Es una finca, una mansión, a la que para poder tener acceso se necesita pasar por lo menos tres filtros. Tres controles de seguridad.
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Bolaños vive en un pedazo de cerro donde hay casas muy grandes, donde la piscina propia es un derecho humano cumplido. Alrededor, áreas verdes que parecen campos de golf y lo hacen un lugar muy acogedor.
Ya en la casa de mi padre-entrenador, recuerdo que estoy muy cerquita de la vivienda de Gisela Valcárcel, a la que fui en un cumpleaños de 1995, aunque me dicen que ahora ella ya no vive ahí. En aquella oportunidad me llevó Roberto Martínez.
NO SEAN SOBERBIOS, NO LO HAGO POR PATERÍA
Mi ‘profe’ Bolaños me recibe en la puerta, me invita a pasar y mientras vamos ingresando recordamos los distintos momentos que pasamos a lo largo de tantos años desde que nos conocemos.
Me honra con una rica parrilla preparada por él mismo y, mientras almorzamos, de fondo suena una buena música. Claro, todo esto puede sonar a sorpresa, pero para los que conocen al profesor, es normal. Un hombre tan exigente en el trabajo en todos los aspectos, así como obsesivo en los detalles.
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¡Lo que era en la cancha de entrenamientos y fuera de ella! No les miento, tampoco lo hago por patería, los que en algún momento estuvieron bajo su mando lo saben.
Verlo tan lucido, fuerte, lleno de energías como cuando lo conocí, impecable con todos los pormenores, me dio mucha alegría y tristeza a la vez.
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Alegría porque ese hombre de pequeña estatura, pero un grande de conocimientos del fútbol, le ha dado al fútbol peruano tantos jugadores. ¿Y por qué tristeza? Porque su talento se esté desperdiciando.
Me pregunto, cómo nos podemos dar el ‘lujo’ de no aprovechar su sabiduría, la experiencia que ganó a lo largo de su vida, tanto en la práctica como en las aulas universitarias.
No entiendo a la Federación Peruana de Fútbol ni a los clubes profesionales.
Fue una conversación muy amena, mi ‘profe’ Bolaños goza de una gran inteligencia, es bien versado y quizás muchos lo ven chiquito de estatura, pero se equivocan: lo que no sacó de talla lo tiene en inteligencia. Un hombre de valores.
LUIS BOLAÑOS ES MI PADRE
Cuando llegó el momento de la despedida, lo hago dándole las gracias por todo lo que hizo por mí. Profesor Bolaños, eres mi padre. Y lo digo con orgullo. No me cansaré de decirlo, aunque eso no alcance para pagar todo lo que hizo por mí.
La respuesta de él me llena de más orgullo y responsabilidad. Mientras me lo decía, tragaba saliva y se me metía una basurita en el ojo.
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“Lucho, verte bien y cada vez superándote más me llena de felicidad, pero sobre todo porque eres una persona muy noble, sencilla y de corazón tan humilde, como cuando te conocí”, me decía mi ‘profe’.
Y continuaba el ‘profe’ Bolaños, y se me hacía un nosequé en el estómago. Como vértigo: “Sigues siendo ese muchachito sencillo. Contigo no me equivoqué. Eres un agradecido, una persona muy grata y siempre te acuerdas de mí públicamente o con una llamada. He ayudado a muchos jugadores y técnicos en todos los aspectos de la vida, que no vale la pena mencionarlos, y todos son ingratos”.
Ya, en ese momento, le decía con la mente que mucho de eso fue gracias a que un día me vio y me invitó a jugar en Universitario de Deportes.
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“Tú, mi querido Lucho Guadalupe, eres el hijo varón que no tuve. Tengo a mi hijita Lilita, que en estos momentos estudia su segunda maestría en España, y a ti”, me dice mi profe con aires de nostalgia. Mientras nos damos un fuerte abrazo, lloramos de alegría y me doy el tiempo para secar sus lágrimas e impidiendo en vano que se notaran las mías.
En la vida uno cosecha lo que siembra. Padre Bolaños, Dios le siga prestando vida y salud para seguir trabajando por el fútbol y por nuestras familias. Con ustedes, mi gente, nos vemos el próximo lunes con otra columna. Sí, mi gente, sí, la fe es lo más lindo de la vida. Si tienen en su historia un Lucho Bolaños, jamás sean soberbios, menos ingratos.
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