Mi gente brava, mi sangre. Aquí, Luis ‘Cuto’ Guadalupe y vengo más embalado que Mario Broncano retándole un round a Jonathan Maicelo. Hoy les voy a contar de la vez en que le saqué el ‘matamoscas’ a un grande del fútbol: el uruguayo Diego Forlán. La semana pasada estuve en Montevideo, en el mítico Estadio Centenario, para ver la final de la Copa Libertadores. Yo estaba alentando a Flamengo, pero Palmeiras se llevó el ansiado trofeo en un partidazo.
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Por eso fue que el ‘Loco’ Vargas me vaciló con que era hincha del Palmeiras. Ese ‘Loco’, ¡el entrevistado que más se hizo de rogar! Vean la primera parte antes de la segunda de este viernes, hay y habrá harto aguadito. Pero volvamos a la historia con Diego Forlán.
Previo al partido, yo estaba viendo el encuentro con el equipo de cerveza Amstel, los que me llevaron a ver la final. Sin duda que había jugadores de mucho renombre en cada zona, pero sinceramente no era accesible poder llegar a ellos. Igual uno ha jugado, tiene su recorrido y siempre se da su lugar. Los analistas comentaban, daban sus pronósticos, los medios periodísticos tenían sus invitados exclusivos, hasta que en un momento escucho que por allí andaba Diego Forlán.
En el instante que escuché su apellido, mi mente regresó hasta 1999. Sí, como por acto de magia.
‘CUTO’ GUADALUPE EN ARGENTINA
Ese año llegué al Club Atlético Independiente de Avellaneda, uno de los grandes de Argentina, y compartí entrenamientos con el gran ‘Cachavacha’. De inmediato reaccioné, me levanté y le dije al equipo de Amstel que me siguiera. “Yo he jugado con él”, les dije.
Algunos de los que me acompañaban eran muy jovencitos, creían que los estaba vacilando. Me acerqué hasta la puerta de una zona privada y estaba el equipo de seguridad. Forlán terminaba de realizar una activación para la marca que lo había contratado. Pasaron varios minutos, seguía esperando con la fe de que me iba a conceder unos minutos para conversar.
Me sentí como un niño que espera a su ídolo por una foto o un autógrafo. Lo sentí en carne propia. Por eso uno siempre tiene que ir por la vida con humildad. Me acerqué al personal de seguridad: “Por favor, avísenle que soy el peruano Luis Guadalupe y que jugamos juntos en Independiente”. La espera valió la pena.
ROMPIENDO EL HIELO CON EL ‘MATAMOSCAS’
Una vez que Forlán se desocupó le dieron el mensaje, giró y me miró. Se acercó y me permitió tener acceso a su zona. “¿Te acuerdas de mí? Jugamos en Independiente”, le dije como teniendo miedo a que me choteara. ¡Qué palta si eso pasaba delante de todos ahí! Pero el charrúa se rió: “¡Qué bien que te mantienes!”, me respondió. El hielo se había derretido.
¡Claro que me reconoció! Como para seguir la charla de amigos le hice saber que no solo era Luis Guadalupe, sino también aquel jovencito que se le plantó sin miedo: “¿Te acuerdas de que en uno de mis primeros entrenamientos, me quisiste hacer una huacha y me puse bravo?”. Con ese recuerdo le generé una sonrisa.
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La anécdota sucedió en Domínico, en Avellaneda, lugar de entrenamiento del Club Atlético Independiente. Nos tocó realizar fútbol reducido. Nos dirigía el sabio César Luis Menotti.
Era mi primera experiencia en el extranjero. En una jugada, me quiso hacer un túnel. Reaccioné rápido, cerré las piernas y se me salió todo Corongo.
Casi me lo como por querer dejarme en ridículo. Me le fui encima. Uno tenía que poner las cosas claras y marcar el territorio. Sí, casi le mando el ‘matamoscas’ que conoció Neymar años después.
Pero a Forlán siempre lo he seguido a lo largo de su carrera. Y cada vez que lo veía en algún partido por la televisión recordaba ese momento.
Es que en ese equipo había jugadores de talla mundial. Anoten a algunos de ellos: Marcelo Pontiroli, Norberto Scoponi, Gabriel Milito, Cristian Díaz (ex técnico de San Martín), Raúl Cascini, Daniel Garnero, Esteban Cambiasso, Marcelo Saralegui, José Luis Calderón, Bruno Marione y por supuesto Diego Forlán. Y la lista sigue.
LA NOBLEZA DE FORLÁN
Le pedí hacernos una foto para el recuerdo. Él accedió muy amablemente. La imagen la subí a mis redes y rápido se volvió tendencia.
Para mí fue un placer hacerme una placa con un jugador que compartí poco tiempo, pero cada que vez que lo veía jugar en sus distintos equipos y en la selección de Uruguay me daba gusto verlo triunfar. Es un tipo muy noble, un gran ser humano. Es un jugador que a donde fue triunfó. Un ganador. Un tipazo.
Es más, en el 2004 cuando jugué mi último partido defendiendo a la selección peruana frente a Uruguay en Lima, nos enfrentamos. Empatamos 0-0 y Forlán se me acercó y saludó muy amablemente. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
Después jugué en Bélgica y Grecia y siempre he dado todo de mí en los clubes que jugué. Porque el fútbol es eso: si lo sabes llevar, te deja bonitos recuerdos y grandes colegas que te recuerdan a pesar de que hayas convivido poco tiempo con ellos. Así ya tienes cosas para contarles a los nietos. Y todo porque la fe es lo más lindo de la vida. Vuelvo el próximo lunes, mi gente.