Vuelve a caminar por las calles de Magdalena, su andar se hace notar en el barrio. Es Mario Broncano, la esperanza más grande que tuvo el boxeo peruano y que terminó como un famoso delincuente. El tiempo tras las rejas se ha cumplido, se acabó su estadía en el penal Castro Castro y no oculta las cicatrices, como si ellas le recordaran que cada nuevo día es una nueva oportunidad de mejorar.
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Mario Broncano no busca compasión, sino trabajo. Ahora apunta a ser el profesor Mario, que entrena y enseña a los menores los secretos del boxeo y sabe, que si la pandemia, cuando estuvo en prisión, no lo destruyó, es porque la vida le ofrece una nueva oportunidad.
Es lo más hermoso que existe.
Hace cuatro años la dejé.
Si. Un día desperté y dije nunca más.
Fue por propia decisión. ‘Si piensas que estás perdido, lo estás. Querer es poder’.
Lo leí en el libro: ‘El vendedor más grande del mundo’.
Enseñaba a boxear y peleaba en campeonatos internos.
Sí y ganaba mi billete.
Hay gente que mete plata y yo me quedaba con el 8 por ciento.
Junté 7 mil soles.
En ese tiempo estaba en el vicio y todo lo acabé en 3 meses.
Ya me he reunido con amigos, hemos tomado un trago y ellos sacaron, lo que ya sabes, y yo ni caso.
Veía la telenovela ‘Princesas’ y luego el noticiero.
La actriz que hacía de Rapunzel, ja, ja.
Ambas cosas.
Estaba en del primer piso, donde estaban ‘Los sin zapato’.
No, pero siempre he tirado para los más ‘sufriditos’. Cómo debe ser.
Eso fue un acuerdo, porque la gente se moría del COVID y nadie nos hacía caso.
Me dijeron para levantarnos en protesta y les respondí: ‘A las 10 de la mañana reviento mi candado’ y lo hice.
Mentira, metieron ‘plomazos’, veía cómo iban cayendo los reos.
Me metieron ‘goma’ y yo gritaba: ‘No importa, pero ya te incendié todo y ahora me harás caso’. Soy recontra parador.
Me siguieron golpeando y dijeron que no me llevarían al ‘Hueco’, o sea, la celda de castigo.
Me mandaron a mi pabellón y los despedí riendo, pero cuando se fueron, me derrumbé, no podía más. Una semana no me paré de mi cama.
Desde ‘Maranguita’ nadie me mira mal.
A ‘Maranguita’ llegaron unos entrenadores buscando nuevos talentos y yo me apunté.
No, pero me había escapado tantas veces que me tenían aislado y como quería planear otra fuga, me apunté y así nació todo
Déjame acá tranquilo. Comiendo pan con mantequilla, pero libre.
Mi viejita y cuando me preguntaba ‘¿quieres dinero?’ le respondía que me recargara el teléfono, que mis compañeros desean llamar a su familia.
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No abandoné. Yo nunca firmé contrato con ningún empresario.
Por supuesto. Mi entrenador era Luis Oliveros, que estaba molesto por la razón que te digo y faltando un solo round para que acabe la pelea, que la tenía ganada, me dio agua helada y por eso no paraba con la tos.
El árbitro fue José Salardi, se dio cuenta lo que pasaba y me dijo: ‘Entra, yo me encargo que no te toquen y te cuido’, pero los jueces no lo permitieron.
Soy bailarín de salsa, boxeador, jugador de fútbol, pero nunca mujeriego.
Muy bueno.
He jugado en la Liga de Magdalena, de delantero, pero en la cárcel, sin un ojo, me puse de defensa.
Salí campeón del pabellón con mi equipo: ‘Luriganchito’.
El delegado Castillo Ochoa me hizo que pase por todas las celdas y para que me colaboren, porque me iba.
Conseguí 170 soles en puras monedas. Lo primero que hice, fue ir a una bodega y tomarme una gaseosa Coca Cola.
Tome un bus a ‘Puente Nuevo’ y de allí un taxi a La Victoria a ver a mi amigo.
Un chibolo me saludó y el chofer se dio cuenta cuando subí.
En Pro, con mi viejita.
Dicto clases a chibolos de Magdalena en el gimnasio ‘El Kubil’. Quiero que venga más gente y enseñarle lo que yo sé.
Es verdad y que los muchachos sepan que la buena vida se busca mediante el talento, ya sea por el deporte o el estudio.
Prefiero no opinar.
Van a ver que estaré por acá trabajando con los muchachos.
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