Estadios repletos que mostraban un ambiente festivo, colorido, de fervor que incluyen fanatismo, pasión desmedida y la influencia respetable de algunas creencias religiosas y la de la macumba para revertir resultados. Por esos años Perú estaba ausente de los mundiales hasta la clasificación a Rusia 2018. Sin embargo, un peruano pudo jugar un Mundial sin necesidad de vestir la camiseta de la selección peruana. Héctor Alvarado es un futbolista peruano al que Camerún le otorgó notoriedad, crecimiento e idolatría durante aquellos años que defendió a la Unión Sportive de Douala.
Por Juan Palacios Casas
Una destinación exótica donde muy pocos tendrían el atrevimiento de dirigirse por tratarse de un lugar poco habitual de instalarse y emprender una aventura. Un futbolista peruano que a finales de la década de los 80 y principios del 90 emprendió una expedición mágica, misteriosa y enriquecedora en una institución respetada en la región, la que llegó a defender durante cuatro temporadas. Uno de los clubes más populares y con una trascendencia importantísima en ese continente ya que cuentan en su palmarés el haber conseguido la Copa de Clubes Campeones de África y la Copa de ganadores de África, el equivalente a la Copa Libertadores y la desaparecida Supercopa en Sudamérica.
Eran otros tiempos, donde el internet ni las redes sociales formaban parte de esos elementos de comunicación necesarios e infaltables como ahora. Alvarado es la referencia del primer jugador peruano en toda la historia y al momento actual en haber militado en el fútbol profesional camerunés y el cuarto entre sus compatriotas que hizo carrera en ese continente. Si bien Augusto Palacios en Sudáfrica podría ser calificado como el precursor, luego Jorge “Loverita” Ramírez en el Esperanza de Túnez y Christian Benavente en el Pyramids de Egipto completan esa reducida lista entre las estadísticas.
Llegada inesperada
Corría el año 1987 cuando Héctor Alvarado afrontaba la Segunda División con el Juventud La Palma de Huacho y entre tantas correspondencias con su hermano que, por razones profesionales viajaba por el mundo y se hallaba en Camerún, le mostró algunas de sus fotos de su pariente futbolista a uno de los responsables de la empresa quién coincidentemente era directivo de la Unión Sportiva y le propuso un periodo de evaluación para mostrar su valía.
Provisto de un equipaje limitado pero con una ilusión conmovedora, Héctor realizó el viaje en busca de sus sueños y se fue del Perú sin consultarle a casi nadie. Sólo sus compañeros de equipo el ex mundialista Rodolfo Manzo y Javier Lovera, otro experimentado, sabían de la situación y lo apoyaron en su decisión, era esa oportunidad única y deseada en su existencia.
Allá, fue recibido por miembros del staff, en la memoria de los cameruneses estaba aquel partido de debut en los mundiales frente a Perú, referencias que de alguna manera les servía. Habitualmente posicionado como centrocampista, el club necesitaba de delanteros, Alvarado no le corrió al desafío y dijo jugar en esa posición “Hacer tantos miles de kilómetros y decir que no es mi puesto, imposible”, sostiene.
Hábil, de gran despliegue físico, veloz y polivalente, fueron su mejor carta de presentación. El peruano convenció y los dirigentes validaron su fichaje con un acuerdo económico satisfactorio para ambas partes. Dada la necesidad de obtener su transfer internacional para poder ser contratado, Guillermo Calvo, el Presidente de La Palma de Huacho se opuso al mismo, el entorno del jugador le prometió devolverle el dinero adelantado por la temporada y Calvo lo rechazó, fue la presión de la madre del jugador que le hizo cambiar de opinión.
Gracias a sus buenas actuaciones, Alvarado supo instalarse y consolidarse en el equipo, la comunicación en francés con sus compañeros era correcta, disputó torneos continentales y enfrentó a clubes franceses durante algunas giras y torneos amistosos, Olympique de Marseille, Toulón, Nantes, Brest entre otros equipos, son parte de este hermoso pasaje lejos de su tierra de origen.
Oportunidad frustrada
Se jugaban las Eliminatorias para el Mundial de Italia 90, y mientras el seleccionado peruano tuvo una participación muy penosa y para el olvido dirigidos por el brasileño Pepé (0 puntos) a Héctor le solicitaron si estaría de acuerdo a una convocatoria con los ‘Leones Indomables’. Entusiasmado y agradecido por todo lo que le dio esa nación, el peruano respondió favorablemente.
Con los trámites en camino, una lesión grave lo alejó del fútbol competitivo y con ello sus sueños se fueron desvaneciendo. Camerún clasificó a Italia donde derrotó a la Argentina de Maradona en su debut, eliminó en octavos de final a la selección Colombia de Higuita, el Pibe Valderrama, Freddy Rincón entre otros y en cuartos de final fue eliminada en el tiempo suplementario por aquella Inglaterra de Gary Lineker, Paul Gascoigne y tantos grandes de la escena internacional de alto nivel.
Entre decepción, desencanto y mucha melancolía, Héctor de decidió por volver al Perú, se recuperó y se incorporó al Juventud La Palma donde jugó casi gratis por ser el club de sus inicios y en retribución, sin rencor de haber facilitado su saluda más allá de pasajes incomodos. Allí, se dijo al técnico Miguel Ángel Arrué, que no lo tenía referenciado, quedó asombrado y fascinado por su trayectoria, e instó a que sea inscrito.
Reconvertido e instalado como volante central, Alvarado intentó relanzar su carrera y fue acumulando partidos, pero el transcurso de los meses ya no fue lo mismo, retirándose lentamente hasta el adiós definitivo.
Héctor nunca llegó a amasar fortunas, eran tiempos diferentes. Invirtió lo ganado en una actividad pesquera que tuvo fases de bonanza y que luego ha sido muy golpeada por la pandemia. Igual, sigue siendo el mismo hombre de lucha que fue por sus sueños con la satisfacción de los grandes momentos vividos, con el reconocimiento eterno a Camerún, su patria de adopción y dónde dejó muy grandes amistades. Hoy, acude con frecuencia al estadio Segundo Aranda Torres, escenario de tardes excepcionales con los cracks del fútbol local. Walter Minetto, Gustavo Durán, Walter Acevedo, Paul Medina y tantas otras figuras que dio el Juventud La Palma, el reencuentro con grandes amigos y ese romance con el balón que hasta hoy perdura.