Hola, mi gente maravillosa de “La Fe de Cuto”, que me sigue durante estas cuatro temporadas. Quiero agradecerle a Papalindo y a mi diario Trome, que siempre creen en mí. Hoy tengo un invitado especial, a quien he estado correteando hace rato. Quiero darle la bienvenida a mi hermano Roberto Holsen. Me lo pedían en todos lados, pero él me amagaba —como en sus buenos tiempos en el área— hasta que llegó su momento, y hoy está aquí.

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¿Cómo nace tu chapa de “Chispita”?

Esa viene del barrio. Pasa que yo paraba siempre con mi tío, a quien le decían “Meteoro”, y como estaba a su lado, me pusieron “Chispita”, porque era chiquito, orejón y tenía cara de mono, como el personaje. Y me quedé con esa chapa.A partir de ahí, en el fútbol también me decían así, pero no sabían por qué. Algunos pensaban que era porque yo era malcriado o fosforito, pero nada que ver.

¿Y la chapa de “Mario Moreno Cantinflas”?

Esa chapa también salió del barrio, pero ya en la adolescencia. Cuando estábamos pichangueando, me gritaban: “¡Oe, Cantinflas!”, y quedó. Una vez, para hacer una nota divertida para Trome, también me disfrazaron de Cantinflas.

¿De qué barrio eres?

De Pedro Ruiz Gallo, en Tarapacá, el barrio de Paolo Hurtado. De mi barrio han salido varios futbolistas: Paolo Hurtado, Junior Ross, Antonio Ojeda, Martín Rodríguez del Sport Boys (que en paz descanse), y otros que también salieron de ahí.

Nosotros nos cruzamos de chicos, cuando jugábamos con mi compare “Cara de ducha” y con “Vale Vale” en la cancha de tierra. Con 12 años íbamos a jugar con todos esos bandidos. En ese tiempo jugábamos por una gaseosa. ¡Imagínate a Cuto jugando en cancha de tierra, terminaba como pescado apanado!

¿A qué jugador admirabas de niño?

A Romario, era un delantero que te solucionaba rápido. Siempre lo tuve como espejo; tenía una calidad enorme. Ese te metía la “Cuchara de Romario” y un día se la quise hacer en el Estadio Nacional a Cuto... ¡y me la dejó en el cuello!

¿Cómo empieza tu historia con el fútbol?

Empezamos en el barrio, en el equipo del barrio, jugando en la pista, con José Caballero Chale. Desde ahí representaba al barrio. Después salí y llegué a un equipo de menores de La Perla, donde jugábamos en la cancha de la Ciudad del Pescador. Luego participamos en torneos de San Isidro, y de ahí me llevan al Defensor Tacna. De allí paso a Alianza Lima.

¿Cómo se da tu llegada a Matute?

Todo fue una cadena, porque en La Perla jugaba con un amigo que era de La Victoria. Un día su papá quiso probarlo en Alianza, y fuimos un sábado. Eran las ocho de la mañana y había más de mil chicos haciendo su cola.

Roberto Holsen y el gran amor de su vida, Alianza LIma (Foto: GEC)
Roberto Holsen y el gran amor de su vida, Alianza LIma (Foto: GEC)

Nos probamos y el “Cholo” Castillo, que tenía un ojo clínico, nos dijo: “Vengan el siguiente sábado”. Así nos fuimos quedando.Era todo un esfuerzo: del Callao a La Victoria. La línea 71 me dejaba en la avenida Grau y de ahí tenía que caminar hasta Matute. Era picante ese barrio... ahí creo que empecé a amagar (risas).

Después nos encontramos en el Sudamericano de 1995 con el profesor Dragan Miranović. Ahí me apoyó mucho el profesor César Cueto, quien me invitaba a jugar en la Reserva los lunes, y así fui ganando experiencia. Tal vez no iniciabas, pero ibas aprendiendo.

Eso me ayudó a llegar a la selección peruana, como te pasó a ti en la “U” y a Martín Hidalgo en Sporting Cristal.Recuerdo que cuando regresamos del Sudamericano había un argentino mundialista llamado Monzón, y yo, que estaba picante, le metí chocolate. ¡Y me agarró del cuello! “¡Mocoso de mier... sal de acá!”, me gritó. Medio rajado era. Tuvieron que agarrarlo Kanko y Darío Muchotrigo.

En el 95 subes al primer equipo con Julio César Uribe como entrenador.

Mi profe. Él llega de Deportivo Municipal. Yo era pan con relleno, porque había gente pesada como Marquiño, Frank Ruiz, Jayo Legario, Waldir Sáenz, Kanko Rodríguez, Pancho Pizarro... gente que venía de atrás. El profe me metía de a pocos, por Marquiño.

Al año siguiente te llevan a Estados Unidos. ¿Cómo fue eso, loco?

Eso fue alucinante. Estábamos en Alianza Lima y hubo un amistoso con el Tampa Bay, pero un equipo de San Antonio, Texas, jugó con la reserva. Terminó el partido y Carlos Carpio me dijo que me querían llevar. “Como tienes visa, te esperan en el aeropuerto. Vas con Pedrito García y Jerry Tamashiro”.Llegué al aeropuerto y no había ninguno. Apareció una persona, me pidió el pasaporte y todo.

Llegamos a la rampa... ¡y era un avión privado! Qué Ronaldo ni nada. En ese vuelo también fueron dos jugadores colombianos.Paramos en Costa Rica a cargar combustible, luego en Monterrey (México), y en ningún lado me pidieron el pasaporte. Llegamos y nos recogió una camioneta negra. Yo dije: “Acá pasa algo raro”, y me puse mosca. Llegamos al hotel, jugamos un partido, luego otra vez al hotel, al hangar... y la siguiente parada fue San Antonio, Texas.

¿Y qué pasó?

Cuando esperábamos al presidente en el aeropuerto de Texas... ¡se lo estaban llevando enmarrocado! “No, ha tenido un problema”, nos dijeron. Estuve una semana viviendo con otros latinos en una casa donde había varios jugadores, hasta que Alberto Masías se contactó con un socio en Miami, me fui con él y regresé a Lima. Fue una experiencia más.

Roberto Holsen jamás pensó en jugar por Universitario (Foto: GEC)
Roberto Holsen jamás pensó en jugar por Universitario (Foto: GEC)

En el 98 te vas a Alianza Atlético de Sullana…

En ese tiempo no era lo que es hoy Sullana. Fuimos con Agapito y varios jugadores de Alianza Lima. El técnico era Teddy Cardama.

Jajaja… Teddy contó que un día le gritaste “¡Me tienes harto!”, desesperado…

¡Jajaja! Es que soñaba con él. Yo ya lo conocía a Teddy. En una Sub-17, en el ‘92, él era asistente. El entrenador era el profe Rafo Castillo y el “Jet” Gallardo. Entonces Teddy era su asistente.A Teddy le gustaba trabajar con jugadores jóvenes, y para nosotros Sullana era una vitrina, porque en Alianza Lima no estábamos jugando.

En ese tiempo el torneo era de 12 o 14 equipos, y terminé haciendo más de 20 goles. Teddy era muy detallista, le gustaban los automatismos, y eso me sirvió muchísimo. Ese año también tuve una anécdota bonita con Lander Alemán.

Cuéntanos…

Antes, cuando veníamos a entrenar a Lima, lo hacíamos en la cancha Araoz Pinto, aquí en el Callao, y Lander venía en un Toyota Tercel blanco. Él siempre estaba con los jugadores. Un día le digo: “Lander, está bonito ese Tercel”.“¿Te gusta?”, me respondió. Y me dio la llave: “Llévatelo, ya después arreglamos. Mira los papeles con Javier”, que era su asistente. ¡Yo que iba a entrenar en bus, llegué en carro a la casa!

Lander era bien desprendido.Por eso le estoy muy agradecido a él y a Sullana, porque me sirvió de vitrina. Con 20 años me catapultó en el fútbol, porque después se me abrieron las puertas. Estaba con Miguel Mostto, Martín D’Allorso y Pedro García, pero Kanko me metía unos pases milimétricos, y eso me ayudó a llegar a la selección peruana, donde nos encontramos y fuimos a la Copa Kirin.

Llegaste a un lindo grupo.

Sí, estaba Reynoso de capitán, y nos hicieron sentir bien a los que veníamos de provincia. Estábamos el “Chino” Soria y yo. ¿Qué íbamos a pensar en conocer tantos países y vivir tantas experiencias?

En la selección haces dos goles claves…

Eso fue en la Copa América ante Japón. Ganamos 4-2. Allí yo ya había firmado con Sporting Cristal, y con esos dos goles tuve más exposición.

¿Cómo te fue en La Florida?

Un equipo serio. Me llevan porque era uno de los goleadores del torneo, junto con Cachete Zúñiga. Ahí me encontré con una banda. A veces uno toma malas decisiones, y creo que eso no me permitió quedarme. Me fui a Alianza Lima.Me llevó el argentino Motta, y después llegó Juan Carlos Oblitas, que me conocía. Creo que el ego me ganó un poco y también hice cosas que no correspondían.

Al año siguiente aparece la oportunidad de ir a Alianza, y hay algo que, hoy que soy entrenador, me marcó: la honestidad de Juan Carlos Oblitas.Recuerdo que, a mitad de año, cuando íbamos a jugar con la “U” en el primer partido en el Monumental, me dijo: “Tienes una posibilidad en Alianza Lima, y aquí no vas a tener tantas oportunidades”. Me marcó eso, su sinceridad. No como otros entrenadores, que no te dicen la verdad.

Te fuiste de Cristal a Alianza y ese año fuiste el goleador

Así es. Ese año fui goleador de Alianza Lima, y al siguiente, campeón en el centenario. El día que me presentaron, Alejandro Herrera gritó: “¡Llegó el hijo pródigo!”.

Roberto Holsen paseó su fútbol en gran etapa de Juan Aurich (Foto: GEC)
Roberto Holsen paseó su fútbol en gran etapa de Juan Aurich (Foto: GEC)

En Alianza Lima te reencuentras con Roberto ‘La Foca’ Farfán…

Sí, había regresado de Grecia. Era una banda, y para el centenario armaron un equipazo. Llegaron Marko Ciurlizza y Esidio. Ese año hubo muchas anécdotas. Recuerdo que en el 2001 hubo un ampay y el equipo no venía bien. La tribuna nos cantaba: “¡Están borrachos, están borrachos!”. Eran crueles (risas).

Pero terminamos campeonando.Le hice un gol a Sporting Cristal siendo jugador rimense, y ganamos ese Apertura que nos permitió jugar la final.

Fallaste un penal en la final del centenario de Alianza Lima…

Esa final se jugó después de Navidad, y había problemas de dinero que se arreglaron justo antes del viaje. Volamos al Cusco en un avión del Ejército porque decían que los hinchas de Cienciano iban a emboscarnos. La cosa es que nos fuimos a los penales y a mí me toca patear el cuarto.

Por querer mandarla arriba, chocó en el travesaño.Las canillas me temblaban. Pensaba que, por mi culpa, no íbamos a campeonar en nuestro centenario. Me dio la pensadora, yo rezaba y rezaba. Pero después Gustavo Roverano ataja un penal a Ernesto Zapata, y Waldir asegura. ¡Y levantamos el título!

¿Después regresas a Sullana?

Esperaba la renovación y no me llamaban. Ese año llegó Chepe Torres, y me llegó el dato de que querían que forme parte del grupo y me prestaban al Sport Boys. Me llama “Cuchi” y, al parecer, los jugadores extranjeros no colmaban las expectativas. Me dijo: “Forma para que viajes a Miami”. Pero yo le dije que ya había quedado de palabra con Lander.

Después te vas a Cienciano a lograr la Sudamericana…

Estaba comiendo ceviche en La Victoria, y Jayo me dice que había posibilidad de regresar a Alianza Lima, pero una vez más ya le había dado mi palabra a Juvenal Silva para ir a Cienciano. Cuando las cosas pasan, es por algo. Creo que eso estaba encaminado para mí.Además, fui porque estaba Freddy Ternero, a quien conocía de la selección cuando era asistente de Oblitas. Fue una banda también —“reciclado” en la buena palabra—, pero con mucha calidad. Yo tenía 27 años no más. Había un buen grupo, y vivía con Paolo Maldonado.

El primer partido fue contra Alianza Lima en Cusco, y en Lima le hago el gol a Alianza con el dolor de mi corazón, pero fue para pasar a la siguiente fase. Después eliminamos a la Universidad Católica, y luego nos tocó el Santos de Brasil, donde jugaban Elano, Renato, Robinho y Álex, una gentaza. Ganamos de local y allá aguantamos hasta que llegó el autogol de Álex. A medida que pasábamos, nuestro ánimo era más fuerte. Ya nos la creíamos.

Roberto Holsen en su etapa más gloriosa con Cienciano del Cusco levantando la Copa Sudamericana (Foto: GEC)
Roberto Holsen en su etapa más gloriosa con Cienciano del Cusco levantando la Copa Sudamericana (Foto: GEC)

¿Y cuál fue la clave?

Un tema clave fue que en ese tiempo hubo huelga de agremiados y se paralizó el campeonato. La única competencia que teníamos era la Copa Sudamericana, y no se jugaba todas las semanas. Entonces podíamos descansar. A eso súmale la gestión de grupo impecable de Freddy Ternero.

Yo los vi pasando carbones como si fueran Bruce Lee…Eso fue en la final en Arequipa. Allí no fui, me borró de la lista. No estaba ni en el ala del avión para enfrentar a River. Cuando regresaron de Argentina y antes de ir a Arequipa, también me sacó. Pero un día antes cambió y me metió en la lista. El equipo titular y los suplentes viajaron en avión (Cusco–Arequipa), el resto lo hicimos en bus, doce horas. Yo fui uno de esos.

Pero al armar la lista final, me incluyó y pude entrar a jugar los últimos minutos. Germán venía jugando todo y hacía goles, no me daba espacio, pero en la final pude estar.Recuerdo que al final del partido todos fuimos a la oficina de Juvenal a cobrar, porque si no era ahí, ya no lo veíamos más. Todos en fila (risas).

En el 2004 nos encontramos en la ‘U’.Quién iba a decir que iba a jugar allí. Ese año estaba esperando la llamada ganadora blanquiazul, pero apareció lo de Universitario. Miguel Silva siempre me quiso llevar desde hace tiempo. Tremenda banda. Más allá de la rivalidad, llegué a un grupo bueno y me hicieron sentir bien.

Después te vas a Emiratos Árabes. ¿Cómo te fue allá, Loco?

En setiembre me llama César Acuña para plantearme jugar en Vallejo, y estuve una semana allá en Trujillo. Pero, a la semana, aparecieron los de Emiratos Árabes. En Vallejo estaba con Abel, quien había jugado en Kuwait. Llegué y me escanearon hasta la punta del pelo (risas).Guillermo, mi representante, había ido normal y después apareció lleno de oro… ¡es que allá había mercado de oro!

Se quedó conmigo unos diez días.Cuando llego al vestuario, vi una cajita que era para mí. Era un regalo del capitán: un reloj caro. Le agradecí, pero después, con la muerte de un jeque y por el Ramadán, no jugué mucho. Entró otro entrenador y no me daba muchas oportunidades. Allá tenías un departamento médico de primer nivel, con piscina de hielo, como en Europa.

Vuelves a Trujillo y te sale una oferta de China

Tenía que viajar rápido, pero todavía tenía contrato con César Vallejo. Lo llamo al presidente César Acuña para contarle que tenía una oferta y que quería ejecutar la “cláusula de salida”, como hacen todos. “Necesito que me firme un documento”, le dije.Me responde que vaya a Lima, porque estaba en el Congreso. “Ven y te firmo el permiso”, me dijo.

Llego y no me contestaba. Cuando por fin me responde, me dice: “No te preocupes, te doy mi palabra”. Ah, bueno, dije yo.Viajé e hice las pruebas, pero desde acá querían que mande un dinero. ¿Cómo iba a mandar si no podía firmar? Necesitaba mi transfer internacional. Dejé una camioneta como garantía, pero no se llegó al acuerdo. Estuve un mes en China, solo… y cuando regresé, lo peor: me habían puesto abandono de trabajo en el club. La palabra se la llevó el viento.

Roberto Holsen paseó su fútbol en gran etapa de Juan Aurich (Foto: GEC)
Roberto Holsen paseó su fútbol en gran etapa de Juan Aurich (Foto: GEC)

Después nos encontramos en el Total Clean.

Estuve una semana y me arranqué a Grecia. En ese 2007 fallece mi viejito. Me llama mi hermano al camerino y me da la noticia. Estábamos por salir al campo. Jugué con esa desazón, hice dos goles, y al final del partido viajé a despedirme de mi viejito.

En el 2008 llegas al Juan Aurich.

Yo llego, pero no inicié el proyecto. Entrenaba en el AELU y Jair Butrón me dice: “Hay esto en Chiclayo, pero hay un técnico extranjero (Techera) que no te conoce, aunque quiere verte”. Voy a la Videna, me mira y me dice que nos íbamos a Chiclayo.Debutamos, entré y empatamos 1-1 con Universitario. Ese momento me hizo recordar mi experiencia con Cienciano.

Roberto Holsen desde el 2011 empezó a estudiar para entrenador (Foto: GEC)
Roberto Holsen desde el 2011 empezó a estudiar para entrenador (Foto: GEC)

¿En qué momento decidiste ser entrenador?

Cuando ya no recibí la llamada, pues (risas). A comienzos del 2009 me operé la rodilla, emprendí un negocio y me puse a estudiar para entrenador. Muchos creemos que por haber jugado al fútbol eso nos permite dirigir, pero ahora pienso distinto. Me gradué en el 2011 y empecé a trabajar en el AELU.Después puse mi sanguchería y Claudio Techera me llama para ser su asistente en Sport Boys.

Él me daba espacio para aprender, porque hay otros que solo te tienen para poner y sacar los conos.Luego me fui a dirigir a Tumbes, en un equipo de la Copa Perú. El dirigente era el presidente del gobierno regional. En clubes grandes como Alianza Lima, Universitario o Cristal se valora el trabajo de menores y te reconocen. Eso te permite lograr objetivos.

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