
Paul Cominges abrió el corazón en la última edición de La fe de Cuto, donde recordó uno de los momentos más entrañables —y divertidos— de sus inicios como futbolista profesional. El exjugador de Universitario de Deportes confesó que el fútbol no solo le cambió la vida, sino que también le permitió cumplir pequeños sueños, como llevarle pizza a su familia por primera vez.
“Hasta ese momento nunca habíamos comido pizza”, contó entre risas el exdelantero, quien debutó en la ‘U’ en 1993, cuando apenas tenía 18 años. Aquel detalle, que para muchos podría parecer cotidiano, era todo un lujo para la familia Cominges en esos años.

SUS PRIMEROS PASOS EN LA ‘U’
Antes de vivir aquella experiencia gastronómica fallida, Cominges se forjaba en las canteras de Universitario. Él vivía en Ventanilla, pero prefería cruzar toda la ciudad solo para llegar al histórico estadio Lolo Fernández. “Podía entrenar en Fertisa, pero me gustaba ir al Lolo a ver a la barra, a los periodistas y a los jugadores de Primera”, recordó.
Su debut llegó gracias a un torneo intermedio en 1993, cuando los titulares descansaban y los jóvenes tenían su oportunidad. “Fue un logro enorme”, rememoró. Dos años después, en 1995, fue transferido a Cienciano junto a un grupo de promesas como el Chino Pereda y Coco Menezes.
Ahí le pagaban 100 dólares quincenales, una fortuna para un muchacho de su edad. “Como éramos menores, no podíamos cobrar, así que Tamariz decía: ‘Yo lo cobro por ustedes’, y así lo hacía”, relató entre carcajadas.
LA PIZZA QUE LLEGÓ HELADA A VENTANILLA
Con su primer dinero en el bolsillo, Paul quiso darse un gusto. “Cuando cobrábamos, nos íbamos caminando del Lolo hasta Polvos Azules a comprar. Con 90 dólares te sentías rico”, recordó. Fue en una de esas caminatas cuando vio, por primera vez, un local de Pizza Hut en la Plaza San Martín.

Decidido a sorprender a su familia, compró dos pizzas grandes para llevar a Ventanilla. Lo que no imaginaba era que ese viaje le jugaría una mala pasada. “Yo no sabía que se comían calientes. Subí a la combi y me fui hasta Ventanilla… ¡las pizzas llegaron heladas!”, contó entre risas.
A pesar del resultado, el gesto quedó grabado en su memoria como uno de los momentos más significativos de su juventud. “Son recuerdos y cosas que la ‘U’ me permitió vivir”, dijo con emoción.
Hoy, tres décadas después, aquella anécdota resume la humildad y los sueños de un futbolista que creció luchando por su familia. Entre combis, entrenamientos y pizzas frías, Paul Cominges aprendió que el sabor del esfuerzo —aunque llegue helado— siempre deja huella.




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