¡Hola, mi gente maravillosa! ‘La Fe de Cuto’ se encuentra en Argentina, siempre agradecido a mi Señor de los Milagros y a todos los seguidores que hace cuatro años nos acompañan. Acá me he encontrado con una “chimenea en miniatura” que bota harto humo. Aprendió mucho en el 2009, cuando lo tuve en el Juan Aurich. Es uno de mis dos hijos, uno que ha cumplido su sueño. Hoy lo tengo aquí en el programa y quiero darle la bienvenida a mi hijo, a mi tocayo: Luis Advíncula.

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Nos conocimos en el 2009 en el Juan Aurich, el Ciclón del Norte… Llegaste guagüita.

Llegué de la Sub-20, y esa fue mi primera temporada en el fútbol profesional

¿Quién te puso la chapa de ‘Bolt’?

Tú pues, ya no te acuerdas. Como la patada que me metiste en el pecho, que hasta ahora me duele. Estábamos en un amistoso, yo rapidito y en mi mejor momento. Tú me advertiste: “Bolt, ándate para el otro lado”. No hice caso. Escucho: “¡Tráeme los toperoles!”. Vino un pelotazo, levanto la cabeza y siento el zapato número 56 en el pecho.

Me caí, y cuando pensé que me ibas a levantar, me dijiste: “La próxima te aplasto la cabeza. ¡Párate!”. A los 30 segundos ya estaba de pie. Nunca voy a olvidar esa patada, fue la más fuerte de mi vida.

Antes estabas flaquito, por eso te fui a atropellar

Aparte, tú nos diste la bienvenida, nos hiciste sentir cómodos. Yo dije: “Mi guagua no me va a meter una patada”. Y mira, me la dejó.

Tú llegabas de Bentín y Paolo Hurtado ya había debutado en Alianza. Esos dos a esa edad, en Chiclayo... imagínate, era un trabajo duro. Encima vivían solos.

¿De qué barrio eres, Bolt?

De San Martín de Porres, límite con el Callao, en la Asociación de Vivienda Chiqmabamban. He vivido en Lurín, en el Callao, en Chincha... tengo varios barrios. Mi viejo es de San Regis y mi vieja del Guayabo, en Chincha. Ellos se conocen desde chicos, de toda la vida.

¿Qué recuerdos tienes de tu niñez?

Recuerdos bonitos en muchos aspectos. Si bien nunca tuve lujos, casi siempre había para comer. Mi vieja siempre se rompió el lomo por mí, porque el negro (mi viejo) estaba trabajando por aquí y por allá. Estaba solo porque ambos trabajaban, y me la pasaba en la calle. A veces uno reclama, hasta que ahora, cuando uno vive lo mismo, se da cuenta de por qué no estaban.

Luis Advíncula debuta como jugador profesional con juan Aurich (foto: GEC)
Luis Advíncula debuta como jugador profesional con juan Aurich (foto: GEC)

Ahora que soy papá, entiendo muchas cosas. Vivo lejos de los míos y me dicen: “¿Qué fue? ¿Hasta cuándo vas a jugar?”, como diciéndome “ya está, compadre”. Pero yo les respondo: “Papi, todavía falta”. Como te dije, no tuve lujos, pero hubo momentos complicados.

¿Qué cosa te marcó en esa etapa de tu infancia?

Llegué anémico a Esther Grande de Bentín, porque no comía. Era un tema de mi cabeza, más que de falta de dinero, porque mis padres se levantaban temprano para prepararme el táper y yo lo escondía debajo de la refrigeradora. No lo comía, no lo quería comer. Era mi etapa de rebelde, de huevón. Estuve así unos tres años, hasta que llegué a Bentín.

Siempre voy a estar agradecido con la señora Catita y Jaime Noriega, porque me empezaron a dar suplementos y cambié muchos hábitos malos que tenía, como tomar solo un vaso de leche en todo el día. Como te repito, no era falta de dinero, era un tema mío. Ahora hay psicólogos, hay coach; en su momento, yo estaba solo. Esa fue la etapa más crítica de mi infancia, creo.

¿Quién te apoyó en ese momento?

La tía Cata y Jaime, y también mi tío Pablo Advíncula, que estaba pendiente. Gracias a ellos pude llegar a una Sub-20 estando en menores de Sullana, cuando antes solo iban jugadores de Alianza, la ‘U’ y Cristal. Ahora la cosa cambió. En esa Sub-20 estaban la ‘Comba’ Cueto, Paulo Albarracín, Reimond Manco, Carlos Zambrano... una gentaza que ya tenía contrato en el extranjero o en Primera. Yo no tenía nada y estaba en la lista. Muchos tiraron la toalla, y al final quedé. Eso me sirvió para llegar al Aurich.

¿Verdad, cómo llegas al Aurich?

Cuando terminó el Sudamericano Sub-20, yo era el único que no tenía contrato profesional. En ese momento, Raúl González era mi agente y me dijo: “Hay una plaza en el Juan Aurich”. Yo respondí: “¿Quéeee? ¡Vamos!”. Y ahí conocí a este personaje llamado Cuto.

¿En el colegio, qué tal alumno eras?

No era malo… era muy malo. En Lurín hice jardín y primaria. Después pasé a un colegio Los Jazmines, donde cursé primero y segundo de secundaria. Me limpiaron, y pasé a otro llamado José María Arguedas, también en el Callao. Me limpiaron otra vez y terminé en el Isabel Chimpu Ocllo, en San Martín (Playa Rímac). Ahí acabé la secundaria. Repetí un año, y los demás los pasaba raspando.

Mi papá me decía: “Pero mira todos estos rojos”. Y yo le respondía: “Papá, enfócate en lo último”. Había muchachos que estudiaban para sacarse 20; mi meta era sacarme 11. Siempre fui malito, me costó mucho.

¿Qué travesura recuerdas de tu época escolar?

Varias. Cuando llegué al Chimpu Ocllo me sentaba en la fila de las mujeres, porque recién estaba “pulseando” a todos en el salón. Los chiquillos vacilaban y el profesor les decía: “¿Por qué no son como Advíncula?”. Dentro de mí pensaba: “Déjame que agarre pista”.

Pasó un mes y, como veía que el profe no enseñaba nada, les decía a todos: “Vamos al patio”. Me sacaba casi a todo el salón; solo se quedaban cuatro. El mismo profesor me dijo: “Tú eres un líder, pero un líder negativo”, ja, ja, ja.

Otra...

Yo al colegio iba solo para cumplir. Un día me “pelé” el sello de asistencia del auxiliar. Mi papá me revisaba el cuaderno todos los días para verificar que iba al colegio. Todos los días me sellaba la asistencia, pero falté como dos meses. Un día mi amigo me dice: “Oe, negro, ahí está ‘Jeta Jeta Uribe’”, que era la chapa de mi viejo (no por el Diamante, sino por el personaje de ‘JB’). Estaba paradito en la dirección. Yo había metido floro diciendo que tenía algo en la cabeza y estaba mal.

Cuando viene la auxiliar, le dice: “Señor Advíncula, ya Luis nos contó todo”. “¿Todo de qué?”, preguntó mi viejo. “Sí, que ha estado mal”. “Sí, señorita, ha estado mal”, siguió el cuento... y mi viejo solo dijo: “En la casa te espero”. Fue una de las peores tandas de mi vida. Desde ahí empecé a ir todos los días, a hacer nada, pero no falté más.

Mi viejo era estricto, pero yo a mis hijos no los puedo tocar, no me sale. Palabras fuertes sí, pero ya saben cuándo estoy enojado: es como si les metiera un chancletazo, pero sin hacerlo.

¿A qué jugadores admirabas de niño?

Siempre vi los videos de Julio César Uribe, es mi ídolo. Después, Ronaldinho. Todos los que te digo no tienen nada que ver conmigo… bueno, quizá el color, pero nada más. Yo quiero hacer eso y se me doblan los tobillos.

Tú jugabas de delantero...

Hasta que llegué a Primera y se me acabó la magia. En menores era picante. No te voy a decir que era crack, pero si perdíamos 10-2, yo hacía los dos goles. Cuando llegué a Bentín, la cosa se equiparó, pero daba para competir. Al Wanka, al AELU o al Bolo les ganábamos, pero con Alianza, la ‘U’ y Cristal era difícil.

“Me fui de Aurich a Cristal fue por un tema de trato”

¿Cómo me abandonas en el 2010 y te vas a Cristal?

Cuando me convocaron a un amistoso de Perú con Ecuador en Europa, que al final nunca se jugó por mal tiempo, en la selección estaba el médico de Sporting Cristal, Ramón Aparicio. Hablé con él y le conté que quedaba libre a fin de año. Mi primera opción era quedarme en Juan Aurich, era el rey, estaba en mi territorio.

Luis Advíncula vuelve a Chiclayo defendiendo a Sporting Cristal (foto: GEC)
Luis Advíncula vuelve a Chiclayo defendiendo a Sporting Cristal (foto: GEC)

Por eso es que no entiendo...

Cuando me reuní con Merino, que era el que manejaba todo, le dije: “Yo quiero ganar igual que mi compare Gary (Correa)”. Y él me respondió: “¡Estás pidiendo como Dani Alves!”. “Ya, está bien”, le dije. “Te vamos a llamar”, me lanzó.

Cuando me llamó Cristal, me ofreció menos… y firmé. Todo fue por el trato del otro dirigente. Puse en la balanza que iba a estar en Lima, con mi familia, en mi casa… y dije: me voy. Hasta ahora no me arrepiento.

Te acuerdas ese partido que jugamos en el Elías Aguirre, que entraste y no te salió nada. Y el tío de los sánguches te gritó: ¡Qué te va a salir algo, si paras yendo a ‘Las Poncianas’ (night club)!

Ja, ja, ja. Yo solo he ido allí dos veces: la primera me llevaron, y la segunda ya fui a acompañar. No voy a decir con quién, porque tengo códigos. En las épocas de sequía había que caminar por ahí, ja, ja, ja.

“Mosquera me bajó de delantero a lateral y me quería ir”

Cuando llegas a Cristal, ¿qué banda había?

Carlos Lobatón, el ‘Oso’ Villalta, Walter Vílchez, Wenceslao, que es el tipo más gracioso que he conocido en el fútbol. Mi tío ‘Flemita’ Pérez, mi compare Gianfranco (que en paz descanse), el ‘Loquito’ del Rímac... Ese 2010 fue de mucho aprendizaje. Hice cuatro goles. Ese año y el siguiente jugué como delantero. Yo decía: “¡De acá me venden al Manchester!”.

Después te bajan como lateral...

Sí. Mosquera me ubicó como lateral. Me sentó y me sacó los papeles:“2010, ocho goles; 2011, un gol. Irven Ávila, goleador del torneo. Hernán Rengifo, 17 goles. Junior Ross, goleador. ¿Dónde vas a jugar?”.

Yo le dije: “Voy a pelear el puesto, profe”.

En la práctica me puso de lateral a marcar a Junior Ross… me hizo un nudo. Le dije a mi representante: “¡Sácame de acá, me quiero ir!”. Pero al final me fui acostumbrando. Hubo gente que me ayudó mucho en la posición, y hasta el día de hoy sigo jugando de lateral.

¿Una de Mosquera?

Ja, ja, ja. Entra con su terno, abre el saco y te enseña la etiqueta: “De San Siro a la mano derecha”. ¡Qué personaje! Un día nos dice:“Neka Vílchez… pfff… recupera, juega, reparte, va y viene… lamentablemente el fútbol solo se juega con once”, ja, ja, ja.

Y a Bulos… cuando los delanteros hacían goles, les regalaba un CD con mezcla de salsas. Un día le da una cajita a Iván Bulos. El hombre la abre y le dice: “Profe, pero aquí no hay nada”. Y Mosquera le responde: “Cuando empieces a hacer goles, te regalo una con música”, ja, ja, ja.

Él nos sacó campeones, con un equipo que era un escándalo de bueno.

Después te vas a Ucrania. ¿Cómo te fue por allá?

Me pintaron la candela y me fui a ojos cerrados. El primer día: hotel hermoso, vista linda, todo espectacular. Pero me veían mi color y decían: “Esto acá no hay”. No entendía nada. Iba a comer solo, y para pagar la cuenta señalaba todo: “Ben, ben”.

A los tres días me llevaron a la concentración. Parecía un búnker militar. En los cuartos no agarraba el Internet. Tenías que bajar para conectarte. Yo lloraba viendo a mi hijito recién nacido.

Llegué lesionado, y el DT pensaba que lo habían estafado. Dijo: “No lo quiero, que se vaya”. Llamé a mi empresario y me dijo: “Que te paguen tu mes y regresas”. Me pagaron en efectivo.

Luis Advíncula como jugador en el futbol de Turquía La fe de Cuto  (foto: GEC)
Luis Advíncula como jugador en el futbol de Turquía La fe de Cuto (foto: GEC)

¿Y cómo trajiste esa plata a Perú?

Agarré un libro y empecé a meter los billetes entre las hojas, uno por uno. Me lo puse bajo el brazo y no lo solté hasta que llegué a Perú, ja, ja, ja.

¿Y cuando regresaste, qué te dijeron?

Todos me preguntaban qué había pasado. Cuando llegué, el profe me puso de titular.

“En Alemania hice de todo para que me fuera mal”

Después te vas a Alemania…

Sí, todo empezó bien. Pero un jugador tuvo un accidente y quedó en coma. Al mes, llegué yo… y tuve otro accidente. Iba por la nieve, nunca había manejado en eso, y el auto me patinó. Me multó el club y la ciudad. Y justo ahí sacan al DT que me llevó.

Yo acepto que hice de todo para que me fuera mal en Alemania. No llegué con la mentalidad correcta. Pensaba en comprarme ropa, hacer de todo… pero no en jugar. Cuando me di cuenta, ya era muy tarde. Jugué solo dos partidos.

De eso sí me arrepiento, porque tenía potencial para quedarme. Debí haber hecho carrera allá, pero fui con la cabeza en otro objetivo que no era el principal.

¿Fuiste a la casa del ‘Demonio’? (Jefferson Farfán)

Una sola vez fui a la casa de Jefferson Agustín. Estábamos a cinco horas. Un día me llama a las 8 de la noche y me dice: “Negro, ven que voy a hacer una parrilla”.Le respondí: “¡Oye, Agustín! Estoy a cinco horas”.

A las dos horas me hace videollamada y me dice: “Negro, ¿no vas a venir?”. Me voltea el teléfono para que vea algo y le digo: “¡Ahorita salgo, en tres horas llego!”. Y llegué. Me atendió diez puntos. Es un gran anfitrión.

“En Ponte Preta nos limpiaron a todos los extranjeros”

Después te vas al Ponte Preta de Brasil…

Me fue mal. Justo mi hijo nació en Brasil y supuestamente estaba todo bien. Pedí permiso, me lo dieron, y cuando regresé no me abrían la puerta. Pregunté y me dijeron: “Tienes que ir a la directoria”. Llego hasta la puerta y, desde una ventanita, me dicen: “El entrenador no quiere que entrene ningún extranjero”.

Nos limpiaron a todos. A mí, a ‘Cachito’ y a todos los foráneos. Solo quería competir con brasileños. Mi empresario llamaba y no le respondían. Tuve que regresar a Sporting Cristal. Solo jugué cuatro partidos.

Luis Advíncula posa con banderín de Bursaspor de Turquía (foto: GEC)
Luis Advíncula posa con banderín de Bursaspor de Turquía (foto: GEC)

Después te vas al Vitória Setúbal.

Sí, ahí estuve con Wil y con mi compadre ‘Perro Sucio’ Junior Ponce. ¡Qué talento tenía ese muchacho! Era cuatro años menor que yo. No siguió porque no quiso. Lo veo en Instagram y lo que menos veo es que esté jugando fútbol.

Allá tenía dos extremos. Veía a uno con mucho talento y cero ganas (Ponce), y al otro, con puras ganas y poco talento. Pero ese negro se mataba trabajando. Mira dónde está ‘Wil’. Ese negrito es un claro ejemplo de superación. No salía en lista, muchas veces no lo ponían a entrenar, y él igual trabajaba por su cuenta. Todo lo que tiene es gracias a su esfuerzo.

El otro, en cambio, era rapidísimo, le pegaba con los dos pies, hacía bicicletas por todos lados, pero no tenía disciplina. Ese ha estado a prueba en equipos picantes como el Real Madrid, en clubes grandes. Tenía mucho talento, pero con el talento no te alcanza. Para mí no es dable que, con la edad que tiene, esté desaparecido.

Hasta hace dos años lo vi en Segunda. Con el talento que tenía… yo lo he visto entrenar y cómo limpiaba a los portugueses. Pero no quiso más y se vino a Perú.

¿Y a ti cómo te fue en Portugal?

Espectacular. Ese era mi equipo. Jugué en todas las posiciones: de nueve, de cinco… era el dueño de las pelotas paradas: tiro libre, córner y penales. Solo me faltó jugar de arquero, ja, ja, ja.

Jugué de todo. Me enfrenté a Carrillo, que estaba en un equipo grande. Él comía caviar y nosotros comíamos tierra. Estábamos a una hora, pero ni nos veíamos.

No nos pagaban. Nos bañábamos con toallas rotas, hacíamos olla común. Esos negros venían a comer a mi casa. Yo tenía la suerte de que todavía pertenecía al equipo de Alemania y ellos me pagaban una parte. La plata que el club me debía hasta ahora no la veo, pero igual les cocinaba.

“Turquía fue una película de acción; no volvería ni de visita”

¿Cómo te fue en Turquía?

Es el único país al que no volvería. No me gustó. Tuve una experiencia que parecía película de acción.

Íbamos en un taxi. Manejaba un turco. Atrás íbamos un español, yo en medio y un chileno al otro lado. De pronto, un carro se pone al costado del taxi. Empezaron a discutir y entendíamos que el taxista les pedía perdón. Creo que el español les había dicho algo, porque empezaron a chocarnos por detrás, luego nos cerraron el paso y se bajaron dos tipos.

Nosotros éramos cinco, y o eran ‘cinta negra’ o tenían pistolas. El taxista hizo una maniobra y salimos por un lado. Después nos pidió que nos bajáramos. Hasta ahora no sé qué pasó. Corrimos hasta un centro comercial… pero hasta hoy no tengo idea de qué fue eso. Allá no regreso ni de visita. Solo estuve seis meses.

¿Es ahí donde te fuiste a Argentina?

Sí. Llegué a Newell’s, un año espectacular. Me trataron muy bien. Clasificamos a la Copa Libertadores. La anécdota más grande fue ganar un clásico en el minuto 97, con gol de Maxi Rodríguez, como visitante. Todas las calles llenas… fue el día más bonito que viví en Rosario.

El clásico River–Boca es el más grande, pero este paraliza la ciudad entera. Al día siguiente, toda la gente sale con su camiseta.

¿Qué dice la gente de Messi?

Todos guardan el deseo de verlo jugar con la camiseta de Newell’s. Algunos dicen “más Messi que Diego”. Yo soy más contemporáneo con Leo, lo vi más. La gente dice que Diego fue increíble, y lo fue. Cada uno en su época. Los dos son monstruos. Sería lindo verlo con la camiseta de la Lepra.

Luis Advíncula debuta en la selección con medalla de bronce (foto: GEC)
Luis Advíncula debuta en la selección con medalla de bronce (foto: GEC)

¿Cómo fue jugar en Tigres?

Monterrey es lindísimo. Se puede salir a comer tranquilo. La gente habla mucho de México, de los narcos, pero si tú vives tranquilo, nadie se mete contigo.

Esa hinchada canta todo el partido. América tiene mucha gente, pero los de Tigres son otra cosa. Viven el espectáculo con locura. Perdí dos campeonatos: la final de la Concachampions y la del torneo. Pensé que era el salado… hasta que llegué a Boca Juniors y me quité ese mito.

En Lobos te reencuentras con Pedrito Aquino, la figura.

El sexy, ja, ja, ja. Esa fue su primera experiencia en el extranjero. En el draft te mueven sin pedirte permiso. Así me enteré que me mandaban a Lobos, como si fuera un kilo de papas.

Éramos una banda con tres colombianos. Las primeras seis fechas punteros… y después no paramos hasta que nos fuimos. A mí me sacaron y Pedrito sí descendió.

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