Hola mi gente maravillosa de quiero agradecerles por esta temporada al de arriba y a diario Trome, donde estamos en todas las redes y estamos arrasando en Tik Tok, de candela, pica-pica, así que ya saben…

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Este invitado ha venido preparado, pícaro en el campo, le saque un gol hecho en la final del 2011 en Matute. Ya saben quién es, siempre la piso, tiene un talento extraordinario y sigue vigente. Un saludo para mi sobrino Junior Viza.

¿Cómo fue tu infancia?

Mi infancia fue como la de muchos: un barrio humilde, una familia humilde, siempre jugando en la calle en La Victoria. Empecé allí, en los campeonatos de barrio. Luego, en El Porvenir, jugué campeonatos juveniles e interescolares, hasta que llegué a Cantolao por intermedio de mi tío, Lucho Tumay.

Yo solía estar en su casa en San Juan de Miraflores y pasaba el día con la pelota. Un día, él me propuso ir a una prueba. Fui y quedé. Allí inicié mi carrera en menores hasta los 11 años. Había viajes al extranjero: Austria, Dinamarca, la Copa de la Amistad, la Copa Toto Terry. Era becado y contábamos con el apoyo de los padres para poder competir fuera del país.

Junior Viza y Cuto se enfrentaron en la recordada final del 2011 (Foto: GEC)
Junior Viza y Cuto se enfrentaron en la recordada final del 2011 (Foto: GEC)

En un campeonato en Suecia fui seleccionado en el once ideal y tuve la oportunidad de quedarme, pero la decisión familiar fue no hacerlo en ese momento. A partir de ahí, la historia cambió porque recibí una invitación del profesor Jorge Guti para unirme a Alianza Lima.

¿Qué fue lo que más te impresionó de esa etapa?

El cariño de la gente. Nos regalaban ropa, zapatos, nos daban cosas. Me preguntaban si tenía hermanos o hermanas. Yo me iba con una maletita y 20 dólares, pero regresaba con dos maletas de ropa. Hasta con dinero volvía.

¿Llegaste a Alianza Lima a los 12 años?

Después de un viaje a Dallas (Estados Unidos) regresamos a entrenar en Cantolao. El profesor se fue a Alianza y llevó a varios jugadores. Me invitó y fui. Entrené, el profesor “Cholo” (Castillo) me vio y el delegado del club me preguntó: “¿De dónde vienes?” Me pidieron mi partida de nacimiento, dos fotos y quedé en el equipo.

Junior Viza y su última temporada en Alianza Lima (Foto: GEC)
Junior Viza y su última temporada en Alianza Lima (Foto: GEC)

¿Cuándo conociste a Jefferson Agustín?

A mi compadre lo conocí cuando tenía dos años porque ellos llegaron con 12 años. Los compraron de Municipal. Jefferson llegó con Carlos Fernández, Martín Tenemás y Jair Céspedes. Todos llegaron juntos.

¿Qué pasó con Tenemás?

Era un crack, pero no llegó más lejos porque no quiso. Una vez fuimos a jugar a España y querían que se quedara. Jugaba de central, la pisaba y salía jugando. Los españoles estaban impresionados. Su problema fue la talla, eso no le permitió seguir como central y luego jugó como lateral.

Rinaldo Cruzado también llegó de Tito Drago, junto con los que estaban en Alianza Lima.

¿Quién te puso el apodo de “Cuchara” Viza?

Jair Céspedes. Cuando teníamos 14 o 15 años, ya subía a la categoría 84, pero era suplente. Esperaba mi oportunidad y en un partido contra Municipal, en la cancha principal de Matute, íbamos empatando y me tocó entrar.

En la primera jugada hice un movimiento que solía hacer Romario, una “cuchara” de espaldas con giro. Metí esa jugada, hice el gol y ganamos el partido.

Desde entonces, comenzaron a decir: “¡Qué tal ‘cuchara’!, ¡qué rico ‘cucharón’!” Y se quedó el apodo. Toda mi carrera me quedé con eso. Ya no me dicen Viza ni Junior, todos me llaman “Cuchara”.

Cuéntanos tu historia de amor con Pamela Sussoni

Estamos juntos desde los 15 años. La conocí cuando teníamos 13. Éramos del barrio y teníamos muchos amigos en común.

Con la excusa de ir a un campeonato en San Luis, iba a verla. Era un chiquillo. Ya con 15 años, me enteré de que su hermano, Aldo, jugaba en Alianza Lima en la categoría 87. Entonces, cuando ella iba a ver a su hermano, también me veía a mí.

Junior Viza posa junto a su esposa  y sus hijos (Foto: GEC)
Junior Viza posa junto a su esposa y sus hijos (Foto: GEC)

¿Cómo te recibió la familia de César Sussoni?

Me costó entrar a la casa. Al principio, solo llegaba hasta la puerta. Pero un día, en su cumpleaños, le hicieron un almuerzo y su mamá le dijo: “¡Que entre!”.

Pasé y, de repente, ya estaba en la mesa con la mamá y el abuelo. Hicieron pollo al horno. Yo estaba nervioso, porque en mi casa uno come con la mano, pero ahí tuve que usar cuchillo y tenedor. Dejé un pedazo grande de pollo.

No quería ni tomar agua porque no sabía cómo actuar. “No, no, no”, decía a todo. Hasta ahora me vacilan con eso. Con el tiempo, la familia me agarró cariño porque les gustó mi forma de ser.

¿Cómo se dio tu llegada al primer equipo de Alianza Lima con el “coach” Franco Enrique Navarro?

Fue en el 2002. Tenía 16 años y estaba en menores de Alianza Lima. Nunca pensé que sería tan rápido.

Recuerdo que estaba en mi casa cuando el “Cholo” Castillo llamó a mi papá un 23 de diciembre y le dijo que me habían invitado a hacer la pretemporada con el profesor Franco para pasar los exámenes médicos.

Hice la pretemporada y eso me ayudó a terminar de formarme como jugador. No tuve la oportunidad de jugar; sí lo hizo Jefferson. Me mantuvieron todo el año en el primer equipo, en ningún momento me bajaron a menores. Me quedé junto a Cucurucho y Mauricio Montes.

En el 2003 debuté con el profesor Costas. Él llegó con una mentalidad clara: “El que mejor entrena, es el que juega”. Yo dije: “Este es mi momento”. Le metí con todo en los entrenamientos y un día me incluyó en la lista para un partido contra Cristal. El estadio estaba lleno, 30 mil personas en Matute.

¿Cómo fue ese debut?

En ese equipo estaban Pepe (Soto), Jayo (Legario), Waldir (Sáenz), el “Pato” Quinteros, el “Chino” Arakaki, Wenceslao Fernández y también Jefferson. Íbamos ganando 2-0, un partidazo, y me hicieron entrar faltando siete minutos.

Estaba nervioso, veía cosas que ni existían. Entré por Jefferson, creo. Cuando iba a buscar la pelota, la cambiaban para otro lado, como si no me vieran. No quería que pasara el tiempo sin tocar el balón.

Siempre me dijeron: “La primera pelota la devuelves simple hasta que agarres confianza”. Pero yo pensaba: “¿Y a qué hora voy a agarrar confianza?”.

En una jugada, me dieron el balón y no tenía a quién pasárselo. Entonces, la pisé un par de veces, miré para un lado y giré un poco la cara. ¡Para qué hice eso!

Junior Viza y sus clásicas chalacas (Foto: GEC)
Junior Viza y sus clásicas chalacas (Foto: GEC)

¿Se te vinieron encima?

Sí, la pelota salió y, cuando me di cuenta, tenía frente a mí a Pingo (Jorge Soto) y al “Loco” Erick Delgado gritándome de todo. Me decían: “¿Quién eres, chibolo de m...?”. Yo pensaba que estaba jugando en mi barrio.

Ahí es donde se pelean Pepe (Soto) con Jorge. Pepe me llevaba y traía del entrenamiento, me compraba ropa, era como un padre para mí. Ese día hasta se mentaron la madre. Después, los dos me contaron que sus mamás los regañaron feo por esa pelea.

¿En qué momento estuviste cerca de fichar por Universitario?

En el 2007 era mi último año de contrato con Alianza Lima. Me iba muy bien, tuve un gran año. Alianza quería renovarme, pero también me llegaron ofertas del extranjero y del medio local. San Martín y la “U” me buscaron.

Esperé hasta el final y dije: “Voy a escuchar las opciones, no pierdo nada”. La oferta de la “U” superaba a la de Alianza. Ricardo Gareca me quería en el equipo. Estaba a punto de quedarme en Alianza, pero surgió la oportunidad de irme a Israel y me fui.

¿Por qué elegiste Israel? ¿Había buena “candela”?

Raúl (González), que tenía experiencia y había llevado a Jefferson al PSV y a Rinaldo a Suiza, me recomendó esa opción. El equipo estaba peleando la Champions League. Además, el dueño del club también era propietario del Portsmouth de Inglaterra.

Encima, mi esposa me dijo: “Aprovecha”. Así que nos fuimos al Beitar Jerusalén

¿Y cómo es Israel?

Es un país muy desarrollado, nada que ver con lo que uno imagina. El club era de primer nivel; ya en ese tiempo tenían su propio bus con la imagen de todos los jugadores. Los campos de entrenamiento eran de lo mejor.

Recuerdo una anécdota cuando llegó mi papá. Allá todo es carísimo. Un día me pidió ir a comprar piña para el desayuno. Le di 200 “shekels” (equivalentes a 200 soles). Cuando volvió, miró el ticket y se dio cuenta de que había pagado 50 soles por una piña. Se puso a renegar:

¡¿Cómo vamos a pagar eso por una piña?! ¡Con esa plata en el mercado compro un cajón de piñas! Ja, ja, ja.

Junto a Paolo de La Haza jugaron en Israel (Foto: @JuniorViza)
Junto a Paolo de La Haza jugaron en Israel (Foto: @JuniorViza)

¿Cómo fue conocer Tierra Santa?

Soy un afortunado, tío. Dios me premió llevándome a un lugar que siempre quise conocer. Soy muy católico y creyente. Visitar el Santo Sepulcro fue una experiencia que se te escarapela el cuero.

Me bauticé en el río Jordán, con mi familia y Paolo de La Haza. La primera vez que entré al Santo Sepulcro me puse a llorar. Es algo que te impacta. Si eres creyente, tienes que ir.

¿Cambiaste de club por el “Loco” Abreu?

Cuando dejé Alianza Lima, firmé por seis meses con opción de compra por dos años. El equipo quería que me quedara, pero necesitaban un delantero.

Me compraron, pero me prestaron a otro club y trajeron al “Loco” Abreu para jugar la fase previa de la Champions. No coincidimos.

En el equipo al que fui, la empecé a romper. El “Loco” estuvo tres meses y lo sacaron. Salí tres veces campeón en Israel. Los rivales más fuertes eran el Hapoel Tel Aviv, el Maccabi Haifa y el Maccabi Tel Aviv, que ahora son los que llegan a la Champions.

Por lo que escucho, ¿quieres seguir como entrenador?

Estoy en una transición difícil. Dejar el fútbol no es fácil. Gracias a Dios pude ascender con Alianza Universidad de Huánuco. Fue una bendición. Estuve siete años en la segunda división.

Cuando llegaste en 2011 a la final con Alianza Lima, casi metes un golazo…

Sí, me lancé en la raya. Diego Penny ya estaba vencido. Fue un córner, la última jugada, y me tiré de tijera… pero la sacaste.

¿Es cierto que ya habías comprado los pasajes para las vacaciones de toda la familia?

¡No, tío, ja, ja, ja! Hicieron un gran partido en Matute. A Johnnier lo expulsaron por un codazo a Ciciliano.

Recuerdo ese gol de Cachete Zúñiga. Joazinho lo dejó libre a Roberto, centró y Cachete la empujó. Silencio total en el estadio.

¿Y ahora cómo hacemos gol? ‘Zlatan’ había metido un gol con la mano, me acuerdo. Ya estaba todo y me toca entrar. Allí es la jugada de ‘tijera’ y me la sacas. Ya en el Nacional, nos vamos al alargue, a los penales, y nos ganan esa final que me dolió mucho, porque yo venía de afuera con la idea de campeonar y, con todo a favor, se nos fue.

Volante reconoce que vivió dos buenas temporadas en Chiclayo (Foto: GEC)
Volante reconoce que vivió dos buenas temporadas en Chiclayo (Foto: GEC)

Después llegaste al Aurich. ¿Cómo te fue?

Sabroso, tío. Tuve que ir con la familia, porque si no, Chiclayo te consume. También me tocó un grupo sabroso. Estaba la ‘Sombra’ (Ramos), Jair Céspedes, Merino, Mariño, Atoche, ‘Wally’ Sánchez... Esa final la perdimos con Cristal en Trujillo.

Una anécdota en Chiclayo.

Una puede ser que siempre buscaba ‘la chalaca’ en las pichangas. Cuando me venía una pelota para la cabeza, pero no me salía. Todo ese 2014 no me salía. La ‘Sombra’ y Jair me molestaban: “Oye, ¿qué te crees? Estás viendo mucho los Supercampeones”, me decían. “Ya no jo...”.

Tanto la hice, que mira, me sale en la final. Me queda la pelota y meto ese golazo. “Cuchara, me callaste la boca, sigue haciéndola”. Ese gol ni entró a la lista de los mejores del año, porque era el tercer partido y en el segundo cerraron las votaciones. Peredo, en la premiación, me nombra por mi gol de chalaca. Eso me dio una gran satisfacción.

Junior Viza festeja su primer Apertura con Juan Aurich  (Foto: GEC)
Junior Viza festeja su primer Apertura con Juan Aurich (Foto: GEC)

Conversando con Christian Ramos y Jair Céspedes después, me dijeron: “Nos callaste la boca con ese gol, fue el más bonito que hemos visto porque lo vimos en la cancha”.

¿Cómo te fue en Trujillo?

Me iba a quedar en Aurich, pero se demoraron en las negociaciones y Jean Ferrari me llevó a Vallejo. Estuve dos años en Primera División y un año en Segunda. Ese era un equipazo y coincidí con Toñito González.

La Máquina...

Claro, con él tenía varias anécdotas, porque nos agarrábamos en los clásicos. Después coincidimos y nos hicimos patas, un tipazo. Lo que pasa es que en la cancha se transformaba. Trataba de hundirme con sus palabras en los clásicos. Yo no me dejaba, hasta que en el club coincidimos y le dije: “Toño, ¿es verdad lo que me decías o cómo es la vaina?”.

Lo invité a mi casa porque su hijo paraba con mi hijo. Él estaba medio palteado. Se sorprendió cuando le dije: “Toño, pasa que mi mujer ha cocinado”. “No, cuchara”, me dijo. “Paaasa”.

Se sentó, nos pusimos a conversar, y ahí le digo: “Oye, Toño, ¿te acuerdas cuando me dijiste esto y esto?”. “Ya pues, cuchara, era una bromita”. Ja, ja, ja.

Después de regresar a Primera

Sí, tío, hubo un momento en el que no me llamaba nadie y ya estaba pensando en dedicarme a trabajar con las divisiones menores en Alianza Lima, donde me lo habían ofrecido, porque había hecho el curso para entrenador. Hasta que me llamaron de Unión Huaral.

Yo pregunté cómo estaba la situación y el equipo estaba muy abajo en la tabla. Luego me mejoraron la propuesta y conversé con mi familia.

Acepté porque íbamos a entrenar aquí y a jugar allá. Ese año anoté nueve goles, fui elegido en el once ideal de la Liga 2 y, al año siguiente, fiché por Yacuabamba. Pensé que me iría mejor en mi regreso a Primera, pero el manejo del club era complicado. A veces, por decirle lo que pensaba al presidente, tuve problemas y me pusieron la cruz.

Cuando llegó un nuevo entrenador, todos jugaban menos Viza. Nunca me dio una explicación. Después de eso, volví a la Liga 2.

¿La selección peruana fue un tema pendiente para ti?

Es algo pendiente. Siempre fue mi sueño. Jugué un par de amistosos: entré por ‘Chorri’ en un partido con Chile en Tacna. Me hizo debutar Franco Navarro. Llegué a pesar de que era difícil. Vi a mi promoción llegar y yo no pude. Me quedó esa sensación de no haber disfrutado una Copa América o unas Eliminatorias.

Usted, sobrino, también tiene un montón de ahijados...

Sí, es verdad. Soy padrino de Adriano, el hijo de Jefferson. Más que amigos, somos familia. También soy padrino del hijo de Wally Sánchez, de la hija de Paolo de la Haza, y Arakaki es padrino de mi hijo. Jair Céspedes me pidió ser padrino de su hijita y, además, Rinaldo Cruzado fue mi primer ahijado. Es un honor que te elijan y me siento muy feliz.

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