‘Cuto’ Guadalupe nos cuenta las aventuras de Omar Reynoso en el fútbol
‘Cuto’ Guadalupe nos cuenta las aventuras de Omar Reynoso en el fútbol

Mi gente de ‘La fe de Cuto’, veo que están disfrutando de y lo disfrutan de manera muy especial los hinchas de Alianza Lima. Sinceramente estoy muy alegre con todo el aguadito que nos dio el zaguero. Fue una entrevista de central a central, de ‘carnicero’ a ‘carnicero’, ambos conocemos las mañas del puesto. Sigan disfrutando del primer capítulo, pero lo que se viene ahora en la segunda parte será imperdible. Con eso tenemos el combo completo.

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Ahora les voy contar una de las tantas historias de mi amigo Omar Reynoso La Rosa. Él fue arquero de clubes como Deportivo Municipal, IMI de Talara, Deportivo Pesquero, Wanka, Unión Minas, Unión Huaral, Juan Aurich, Alianza Atlético de Sullana, Coopsol y otros clubes profesionales. ‘Don Pedrito’, ‘Don Omar’ y ‘Don A’ son algunas de las chapas que lo acompañan desde su época de futbolista profesional.

Omar es un tipo divertido, sinceramente la pasábamos muy bien. Siempre ha tenido problemas del peso cuando era futbolista profesional. Es de buen diente como dice el dicho y cocina muy bien. Es más, durante dos años tuvo un Restaurante llamado Don Omar en Motupe. Para que vean lo bien que cocina.

‘Cuto’ Guadalupe nos cuenta las aventuras de ‘Don’ Omar Reynoso en el fútbol:
‘Cuto’ Guadalupe nos cuenta las aventuras de ‘Don’ Omar Reynoso en el fútbol:

Con él jugamos en el Juan Aurich en el año 2008. No vivíamos juntos, pero paraba casi siempre en mi departamento. Al ‘Ciclón’ no le iba bien. Todavía no había asumido la presidencia del club Edwin Oviedo. Manejaba el club Juan Merino. En ese momento ya habían pasado varios técnicos y habían sido cesados por malos resultados, como mi amigo Claudio Techera, Julio César Balerio y estaba dirigiendo interinamente el gran Ramón Mifflin.

‘Don Omar’ me contaba que era el bravo de bravos de Puente Piedra. Que de alguna manera era vio crecer a dos zambitos que ya daban la hora en el fútbol peruano. Se trataba de ‘Tatún’, Roberto Guizasola, y ‘Totito’, Guillermo Guizasola, eran unos muchachitos que habían seguido su escuela de la calle. “Ellos son mis primos hermanos, pero yo les di cátedra, escuela, esa picardía, todo eso es gracias a mí y a mi tío Inocencio La Rosa donde ellos aprendieron algo del fútbol. Ahora se creen los bravos del barrio, yo los dejo ser, pero reconozco que tienen su chispa”, decía ‘Don Omar’.

Me contaba como esos zambitos se asustaron cuando un día vieron el mar, decían que había mucha agua. “Con decirte que no querían ni pisar la arena. Fue un día que mi tío Inocencio nos llevó a entrenar en la playa. Verlos a los dos era reír mucho”, recuerda Omar Reynoso.

Cada día que pasábamos en Chiclayo había una anécdota que recordar, para contar y hacer ameno nuestras tardes y noches por esos lares.

Un buen día ‘Don Omar’ se convirtió en el centro de la atención del plantel que se preocupó mucho por su ausencia para un viaje.

El equipo pasaba un mal momento en varios aspectos. No había dinero ni para pagar la concentración, por lo que cada jugador concentraba en su casa. Mifflin nos había citado un sábado a las 10 de la mañana en el aeropuerto ya que el vuelo salía a las 11:00 am. Era las 10 y casi todo el plantel estaba en el aeropuerto, pero faltaba un jugador. Faltaba llegar Omar Reynoso. El técnico preguntaba por él, por lo que de inmediato lo empecé a llamar.

En esos tiempos estaba de moda el nextel. Era cuestión de presionar un botón y la comunicación fluía. Bueno, presionaba el botón y al otro lado sólo me respondía un ‘silencio’. ‘Don Omar’ presionaba el botón para responder, pero sólo se escuchaba un silencio. Me habré pasado en ese modo unos 15 minutos y nada. No podía decodificar el silencio. La hora apremiaba y al final llegó don Omar Reynoso cuando ya todos estábamos en el avión y logró subir con las justas. Lo vimos todo sudoroso y hasta angustiado. Literalmente fue el último pasajero en subir al avión y logró hacerlo gracias a la gestión que hicimos para ganar unos minutos de espera.

LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN

¿Qué había pasado? En la primera que pudo, me contó la historia. Seguro ustedes pueden haber leído o escuchado la frase: la realidad supera a la ficción. ‘Don Omar’ había conocido, al costado de su departamento, a dos hermanos, él estudiaba en la universidad y ella estudiaba inglés.

Don Omar se hizo tan amigo de ellos que cada fin de semana que viajaba le dejaba la llave de su departamento a su amigo. Y cada que viajaba, en su departamento, había fiesta. El amigo la pasaba muy bien.

Un buen día empezó una relación en secreto con la hermana del amigo. De eso no se podía enterar el hermano. Ese sábado que teníamos que viajar, la hermana enamorada le tocó la puerta muy temprano. Fue una visita que no estaba en los planes. Él muy preocupado preguntó por su hermano. Ella le dijo que no estaba, que se quede tranquilo. Pasó todo lo que tenía que suceder, pero de pronto comenzó a sonar la puerta, a los gritos y se hizo un escándalo en la vecindad. El hermano había llegado, no la encontró en casa y de inmediato fue a buscarlo, le pedía que abra la puerta y que salga su hermana. Ella estaba en un mar de nervios al borde del llanto, mientras ‘Don Omar’ pensaba en que tenía que viajar.

Los minutos pasaban y no se cansaba de tocar la puerta y ‘Don Omar’ sólo rogaba que se vaya para poder salir y llegar al aeropuerto.

Él veía las llamadas que yo le hacía, pero no podía responder ya que, de hablarme, delataría su presencia en el departamento. Él estaba desesperado, no sabía qué hacer. Veía el reloj, ya no podía esperar más. El hombre había hecho un escándalo. La hermana le pedía no salir, pero no aguantó más, tuvo que hacerlo.

Tomó valor, salió con sus cosas y con la llave en la mano; el amigo le dijo: esto lo tenemos que arreglar. Y antes de que siga hablando, ‘Don Omar’ le respondió: Mira toma las llaves, me tengo que ir al aeropuerto, el lunes cuando regrese arreglamos todo lo que quieras. Así que tú sigue haciendo tus fiestas como cada fin de semana que me voy. Chapo su taxi y llegó ‘ajustando’ al aeropuerto.

Al final, el lunes, cuando volvió a Chiclayo ya las cosas estaban más calmadas, más allá del escándalo que había sido y la comidilla que fue entre los vecinos, se pudo sentar a conversar con el ‘amigo cuñado’ y la frase saltante fue: Todo bien, pero con la hermana no te metas pues. ¿A quién no le ha pasado una historia como esta?

Nos leemos el próximo lunes.

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