Mi gente fiel seguidora de La fe de Cuto, siempre estoy muy agradecido con ustedes. Cada vez están más adictos a mis programas de cada semana. Ahora se viene la segunda parte de la entrevista a Carlos Orejuela. Sinceramente me impactó su historia de vida. En el tiempo cuando jugaba por Alianza Lima y le decían que cante en el momento que el equipo iba a salir a la cancha y nunca lo hizo. Él es un hincha confeso de la ‘U’ y antes de ser jugador de Universitario, había sido parte de la Trinchera Norte. Impresionante su historia. No pueden dejar de verla.
Acaba de debutar un nuevo programa en el YouTube, llamado “Enfocados” de mi sobrino Jefferson Farfán, que conduce junto con el ‘charlatán’ Roberto Guizasola, y en el que tuvieron como primer invitado a Paolo Guerrero. Sin duda un invitado de lujo y muy potente con el que se volvieron tendencia tras la emisión de su primera entrevista. En dicho programa me pusieron al centro para vacilarme, fiel a su estilo. Pero los dejo ser, tengo correa.
Ahora me han invitado para la segunda edición de Enfocados y acepté, por lo que pronto apareceré para responder ‘face to face’ a sus preguntas y encarar al chalatán de Tony Montana y a mi sobrino. Por supuesto, también anuncio, que pronto tendré a Jefferson Farfán en mi programa La fe de Cuto. Es una entrevista muy esperada por mi público. Desde esta humilde columna le deseos todos los éxitos al proyecto, a mi sobrino y a mi amigo Roberto. El sol sale para todos.
El día que perdí con mi sobrino
En las largas charlas que suelo tener con mi manager y productor, José Lara ‘El Huachano’, de diversos temas del trabajo, de mi trayectoria en los distintos equipos de fútbol y por supuesto de mis aventuras en la vida, el otro día recordé una anécdota muy particular con mi sobrino Jefferson Farfán.
Era la hora del almuerzo. Estábamos en la zona VIP del Restaurante Cuto 16 mientras el Huachano comía su rico ceviche y yo le daba curso a un rico escabeche de pescado preparado un día antes, como debe ser, para saborearlo mejor y acompañado de una rica chicha morada, le contaba una aventura que me sucedió digno de un guion de película.
Un día de esos en la vida, conocí a una chica que gozaba de una belleza muy parecida a Jennifer López. Así como lo leen. Quizás no me crean, pero les digo que no sean incrédulos. Era la J.Lo peruana. Una mujer espectacular. Eran años de soltería. Esa belleza me impactó. Como se dice me movió el piso. La primera vez solo la conocí. El Halcón solo mira y marca.
Luego se dio la posibilidad de volverla a encontrar en la que pudimos conversar algo más y quedé en ir a almorzar para otro día. En eso de conquistar a una señorita, yo soy muy chapado a la antigua. Soy de conversar y cuando digo conversar no me refiero a meter floro barato si no a conocer a la otra persona. Creo que ahora eso ya no se estila. Pero bueno, yo soy así.
Un día salimos a almorzar a una playa muy conocida del norte del Perú. Fue una mañana de caminata por la arena, conversar, reír y por supuesto almorzar frente al mar comida marina. Todo muy romántico. Todo muy alturado. Conforme fue pasando el día todo fue fluyendo, luego di el siguiente paso y fui correspondido.
Recuerdo la tarde maravillosa, la caída del sol que formaba el sunset tan espectacular cuando caminaba al hotel frente al mar. Iba coronar un día espectacular. Ya en la habitación suite yo estaba como una pantera sobre la cama luego de haber almorzado unas conchas negras y estaba furioso, fogoso. En eso la señorita me dice, no puedo. La miré y le dije: ¿Qué pasó? Ella me respondió: Es que yo estoy saliendo con tu sobrino. De inmediato le respondí: ¿Cuál sobrino? En esas milésimas de segundos me imaginé a todos mis sobrinos. Ella me dio el nombre: Jefferson Farfán. Quedé congelado. Jamás voy donde hay un amigo y menos donde hay un familiar.
No habrá pasado ni un minuto de esa escena cuando me entra una llamada desde el extranjero. Era mi sobrino Jefferson, conocido popularmente en el Perú y el mundo como ‘La Foquita’. “Tío, ¿qué pasa?, te estas metiendo con mi ganado”, me dijo. A lo que le respondí siempre con la verdad. “Yo no sabía nada. Me acaba de decir eso. Yo no me meto con mis amigos y menos con la familia. Además, yo no puedo competir contigo. Yo soy chapado a la antigua, soy de conversar. Mientras que tú regalas carteras Louis Vuitton de 5 mil dólares. Eso es imposible para mí. No te preocupes sobrino, acá no pasó nada”.
Ese día me quedé en pindinga. Ese día conocí en carne propia la famosa frase que dice: billetera mata galán.
Nos leemos el próximo lunes.