
Mi gente de La Fe de Cuto, acá estamos como cada lunes para dar nuestro punto de vista del acontecer del fútbol peruano y por supuesto, del fútbol internacional. Ya saben, sigan disfrutando del capítulo con Manuel Corrales. Y se viene la entrevista con mi hermana Charo Guadalupe, mamá de mi sobrino Jefferson Farfán. Dame luz... Jajaja.
El último sábado viví un día intenso, de esos en los que toca sufrir en silencio y con angustia, hasta que al final descargas toda esa tensión con un placer indescriptible, casi orgásmico, al ver en el último minuto el gol del triunfo. ¡Qué bárbaro!
El día había transcurrido dentro de lo regular, con las acciones o quehaceres regulares. Gimnasio bien temprano, luego su buen desayuno para una buena recuperación. Luego a la hora del almuerzo se impuso un rico escabeche de chita acompañado de su arroz, camotito y su rica chicha morada heladita para pasar todo.
Por la tarde, estuve compartiendo con mi gente que nos visita en el Restaurante Cuto 16 y luego tomé una siesta justa para que el cuerpo se recupere, mientras esperamos la hora del partido de visita de Universitario a UTC en la ciudad de Trujillo.
PARE DE SUFRIR
Llegó la hora del partido. Cumplí con mi ritual de fe de cada encuentro, pero me llevé la sorpresa de que en mi habitación no tenía señal del canal que transmitía a los cremas. La incomodidad apareció de inmediato, la ansiedad se hizo más fuerte. Eso siempre pasa: es parte de la adrenalina que uno siente en cada partido.

Empezó el partido y mientras estaba en mi cuarto escuché el bullicio que venía de la zona vip del Restaurante Cuto 16. Entre sufrir en silencio sin poder ver nada, elegí bajar y sumarme a la mancha.
Ahí, viendo el partido con mis sobrinos —hinchas de Alianza Lima— lo viví con la misma desesperación y angustia que sintió todo merengue aquel sábado por la noche. De pronto, el encuentro se volvió una pesadilla cuando UTC nos empató de manera transitoria.
Ya no quedaba nada para el final. Los ocho minutos adicionales se esfumaban y con ellos el triunfo parecía escaparse de nuestras manos. Pero en el último suspiro del partido llegó ese grito sagrado: gol, desde los pies de Alex Valera. Todo se volvió una locura. Descargué en un alarido todo lo contenido, un grito desaforado y necesario. Son victorias que valen oro, las que te dan un empujón formidable. Algunos lo llaman la suerte del campeón.

Nos leemos el próximo lunes.









