
Hola, mi gente maravillosa de ‘La fe de Cuto’. Seguimos en Buenos Aires, con la bendición de Dios, y nos toca agradecer al diario más vendido de Sudamérica y del mundo, mi diario Trome, y a mi gente que nos sigue en esta cuarta temporada. Hemos venido a visitar a una leyenda viviente, a una persona que ha hecho historia en Universitario con una corrida impresionante, que me parece haberla visto ayer, pero fue en el 2000. Así que quiero darle la bienvenida a mi tocayo, Luis Alberto, el ‘Betito’ Carranza.
¿Qué ha sido de tu vida, Betito?
Después de que dejé de jugar, estuve pensando qué destino tomar, porque somos viejos para el fútbol, pero jóvenes para la vida. De tan chocos estás en un vestuario y, cuando terminas, hay una nube allí. Intenté primero con el rubro culinario, puse un sushi. Estuve dos años con un sushi. No me fue muy bien, porque uno se mete en lo que no sabe y, por lo general, te va mal. Después empecé a trabajar con técnicos de fútbol, representando y estando un poco con ellos. Es lo que hago hoy día. Estoy muy bien, muy contento, es algo que me gusta.

Lo bueno es poder trabajar con gente amiga, que es lo que a mí me toca. Gracias a Dios lo hago con gente conocida. Ya casi diez años que estoy en esto. Estoy trabajando con Ángel Comizzo, que está en Piura; ya tiene dos temporadas allá. Él es un apasionado de lo que hace.
¿Cuándo fue la última vez que llegaste al Perú?
Fui a Piura hace tres meses. Fui a visitar a Ángel; otras veces fui a visitar a Mauro Cantoro y a Paolo Maldonado. Ese grupo era muy lindo, ayudaban mucho a los de afuera. Recuerdo que el primer día de temporada, que fuimos a El Bosque, llegué y me tocó la pieza con el Puma, pero me trataron desde el primer día de maravilla, y cuando uno viene de afuera eso es importante. Había un equipazo: el ‘Coyote’ Rivera, estabas tú, Gustavo Grondona…
¿Qué recuerdas de ese momento?
Recuerdo lo grande que era la ‘U’. Sí sabía de su existencia y lo que significaba: la hinchada, el periodismo, el estadio. Jugué en clubes grandes en Argentina, pero la ‘U’ es un club muy grande en todos los aspectos.

Tu gol en Cerro de Pasco quedó inmortalizado en la historia… Yo me pregunto, ¿en qué estabas pensando?
Encima era un doblete el que anotaste. Yo, en ese momento, en lo único que pensé fue que yo había empatado, de penal, hacía dos minutos, y que el árbitro había dado cuatro minutos más. Cuando me cae la pelota, lo primero que pensé fue llevarla lejos de nuestro arco, a un córner, para que el partido termine, porque el empate nos servía, pues en la fecha siguiente, en casa, podíamos ser campeones.
Así es que empecé a correr y a correr. En un momento era irme para el córner o ir para adentro. Así es que decidí ir para el arco y, después, en la definición, le pego un ‘puntinazo’. No es que yo lo vi al arquero, nada. Ya venía con la ‘reserva’ en el tanque, con poca gasolina, y la pelota se metió justa allí, al lado del palo. Después de eso la gente de la ‘U’ me trató muy bien.
Antes, era un partido para el aplauso y los otros seis me puteaban. Hay que decir la verdad, juramos decir la verdad. A veces me escriben para el aniversario del gol. No me siento un ídolo, solo tuve la suerte de estar en ese lugar. Para ser ídolo del club tienes que estar muchos años en ese lugar, pertenecer, haber nacido allí. Lo que les pasa al Puma o al Chemo. Yo no estoy cerca de eso, pero tuve la suerte de hacer ese gol, porque mi idea no era hacer ese gol, era irnos de acá y que termine el partido…
Tú estabas en el banco de suplentes…
Claro, lo recuerdo como si fuera ayer. El profe Roberto Chale me manda a hacer calentamiento con el profesor Octavio Manera. Cuando me llama le digo: “Profe, no puedo respirar”.—¿Cuánto falta?—Veinte minutos, me dijo.—No, no puedo.Es por eso que yo entro faltando diez minutos. Dos veces le dije: todavía no estoy.
El defensa pensaba que te ibas a ir al córner y te puedes hacer el ‘autopase’…
Claro, yo pensaba irme para el córner y ese movimiento me deja el espacio para hacer esa jugada. Pero, Cuto, la verdad: para mí lo más difícil no fue ese gol. Fue anotar el penal dos minutos antes.
Fue un penal a ‘Machito’ Gómez que se cobró y yo ni loco quería patear penales. ¿Qué pasaba, Cuto? Íbamos 1-0, imagínate si fallaba ese penal. No estarías acá; yo no habría regresado nunca a Lima. Estaba la pelota allí y yo la agarro. Machito empezó a caminar para el otro arco. No había nadie y yo tenía la granada en las manos. Levanté la pelota para preguntar quién iba a patear y, con el dedo, me decían: “Tú”.
Yo dije: “¿Pero por qué me tiene que tocar esto a mí?”. Gracias a Dios, salió bien, pese a que el arquero se tiró a donde fue la pelota. Si la hubiera atajado, no hubiese habido la corrida ni nada. Para mí lo más difícil fue eso: que si erro esto es una catástrofe, porque se terminaba el partido, que estaba en los 45 minutos finales.
Encima te ponen a correr después de tu golazo…
Cuando le meto el puntinazo no podía creer que la pelota se estaba metiendo al arco. La cancha estaba muy mala, la pelota iba dando ‘sapitos’. Cuando entra, voy corriendo para treparme del alambrado y me caigo. En eso, todos se me tiran encima y no podía respirar.
Fue dramático, mis amigos se burlan cuando me ven con la mascarilla de oxígeno. Es vergonzoso. “Doctor, ya estoy bien, ya estoy bien”, le decía para que me quite la máscara.

¿Qué sentiste cuando se volvió viral una foto con el chullo que usaste, pero ahora en esta campaña de Universitario en la altura?
Fue algo muy hermoso. El gorro es idéntico y me dijeron que se agotaron. No me llegaron las regalías. Por algún lado lo tengo, no lo he podido encontrar. No pensé que era un homenaje a ese gorro y creo que se ganó ese partido.
¿Qué es lo más extraño que te han dicho por ese gol?
Uy, un montón de cosas, pero sabes que lo veo tantas veces que un día creo que, viéndolo, me la va a sacar el defensa o que la voy a fallar, jajaja. Muchos me siguen preguntando: “¿De dónde sacaste el aire?”.
Tú fuiste controlando el balón en una cancha que era un desastre…
Era un desastre. Los chicos de la selección no estaban en ese partido y a mí me sorprende mucho el cariño de la gente. Además, a la otra fecha era el debut del estadio Monumental con Sporting Cristal.
A mí se me vencía el contrato en ese partido de Cerro de Pasco y tenía que hacer la extensión de un mes más para poder jugar con Sporting Cristal y el documento no llegó. Ese partido no lo pude jugar. Llegó una semana después y lo jugamos en el ‘Lolo’. Pero ese partido del Monumental fue hermoso.
Lo único que no me gustó fue la máscara de oxígeno. Yo le pedía al doctor que me la sacara.
El doctor Jorge Alva…
La ‘Sopa de Cóndor’. Yo lo quiero un montón al doctor, me ayudó mucho, pero la ‘Sopa de Cóndor’ era una sopa normal… pero quedó en la cabeza de todos que esa sopa te ayudaba. Yo no sé, tú la has tomado más que yo. Muy rica, pero no sentía que te diera un aditivo.
¿Qué es lo más curioso que te pasó en Perú?
En un partido voy a cabecear —cosa que nunca hacía en mi vida— y el jugador contrario me cabecea y caí inconsciente. Me desperté en el hospital. Yo estaba casado, en ese momento; ahora ya no. Cuando despierto veo una señora sentada allí, y era mi señora. Se me había hecho un derrame, hasta que me drenaran todo. Mi esposa me contaba que yo la miraba y no la reconocía. Me dije: cómo no me quedé así, sabiendo cómo terminaría todo. Íbamos ahorrando problemas.
¿Qué costumbres aprendiste en Perú?
Nunca me gustó el cebiche, no lo comía. No me gusta el pescado y, cuando llego a Perú a medianoche, Alfredo Gonzales me invita a cenar y me sirven salmón. Yo dije: tengo que comer, no quedaba decir “esto no me gusta”. Comía y tomaba agua; tomé como 25 litros de agua con ese pescado.Después iba a comer a La Rosa Náutica y a otros restaurantes de la Costa Verde.
Perú tiene una gastronomía increíble. Yo tomé a Lima, Perú, como mi segunda patria. Mira, jugué 4 años en Escocia, pero no la pasé como en Perú, más allá del equipo que salió campeón. Por eso han pasado más de 25 años y sigo regresando a saludarlos, a ver al Puma.
¿Qué jugadores te gustan más de los que tiene hoy el plantel?
Al ‘Orejas’ lo conozco antes de que llegara Ángel. Los centrales son muy fuertes, tienen jugadores que son los mejores del medio. Cuando el club está bien, los jugadores rinden y los hinchas también; todo es más fácil. Ojalá nomás que la ‘U’ deje de hacer el dibujo de un electrocardiograma.
Hoy se ve ese sentido de pertenencia. Hay ese momento de hacer la meseta y pegar el gran salto en medio de los equipos brasileños. La ‘U’ está en camino de meterse ya en unos cuartos de final de una Copa Libertadores.
¿De qué barrio eres?
De Quilmes. De Avellaneda, más para el sur, unos 25 minutos. Tengo a los amigos y a la familia allá. De mi niñez recuerdo todo. Nunca me faltó nada, no sobró nada tampoco. Jugábamos al fútbol de chicos. Todos los sábados me voy para Quilmes. Es un momento de relax y felicidad encontrarme con mi gente. Uno siempre tiene que acordarse de sus raíces, pase lo que le pase en la vida. La vida es tratar de no cambiar. Si estás abajo o arriba, acordarte quién está al lado tuyo siempre.
¿Qué travesura te acuerdas?
Recuerdo que mi papá no me dejaba jugar los campeonatos de barrio. Eran picantes allá en Quilmes. Yo estaba en las menores de Racing con 12 años. Yo jugaba con chicos de 25 años y me pasó algo con muy mala suerte. Jugábamos la final y les dije a mis amigos que pasen a buscar la ropa por la noche y me escapé por la ventana.Fui a jugar y, a los 10 minutos, me dan una patada y me dolió la pierna.

Dije “no juego ya” y me dolía más. Me puse a llorar y un señor se me acerca y me lleva al hospital. Fractura de tibia tenía. Mi viejo no sabía que iba a jugar. Mi viejo era policía, muy recto. Me dijo: “Si vas a jugar al fútbol, quédate en eso; no vayas con los amigos a jugar”. Pero cuando uno es chico lo que quiere es jugar con sus amigos.Recuerdo que en el hospital de Quilmes, charlando con los amigos, de pronto se hace un silencio.
Era mi papá en la puerta de la habitación, yo con el yeso en toda la pierna. Me mira. Yo le digo: “Yo prefiero esto a ir a jugar a Racing. Si te enojas… son mis amigos”. Sí se enojó. Recuerdo que igual fui a jugar a Racing. El Beto Martínez era el entrenador y me dijo que no vaya más. Después me enteré que lo había arreglado mi viejo, para que me dé una lección.
¿Volviste a jugar en la calle?
Si te cuento esta, me vas a decir “este tipo tiene mala suerte”. Mi equipo jugaba la final; yo no juego, tenía 15 o 16 años. Me quedé detrás del arco, mirando. Pero en ese tiempo llovía y se jugaba con una pelota de cuero durísima, más aún con el barro. El arco no tenía malla y cuando meten un pelotazo, gol, la pelota me venía y pongo la mano para detenerla: fractura de muñeca.
Me quedó colgando la mano.“Esta vez no jugué, papá”, le dije. “Estaba detrás del arco”. Puedes preguntarle a mis amigos, hay testigos. Nunca me voy a olvidar esos campeonatos de barrio. Allí aprendes y, después, cuando jugaba con 50 mil personas, lo tomaba con naturalidad.Encima yo era un tipo al que no le gustaba entrenar y era rebelde con los entrenadores; miraba mal a los que no me ponían. Hasta que me encontré con el mejor entrenador.
¿Cuál?
Roberto Perfumo, que en paz descanse, fue como un padre para mí. Me hizo debutar en Primera y me hizo terminar los estudios. Yo había dejado en 5.º de secundaria. Un día se me acerca y me dice: “Beto, ¿cómo estás?”. Parece que ya le habían contado. “Bien”, le respondo.—¿Y los estudios?—No, Roberto, dejé para poder entrenar.“Mira, hoy es martes”, me dijo. “Si para el viernes no me enseñas en qué colegio te inscribiste, te regreso a tu categoría”. Yo ya había jugado 10 partidos en Primera, la gente me idolatraba. Tuve que inscribirme en el colegio y llevarle el boletín todas las semanas.
Después me tocó César Luis (Menotti). Él me enseñó que el fútbol no es tan difícil, más allá de la responsabilidad que uno podía tener. Recuerdo que el día que llegó, había tenido un cruce con el técnico anterior y me había mandado a entrenar con la reserva. Estaba apartado del equipo.
Vino César el primer día. Me llamó y me dijo: “¿Usted es Beto Carranza?”.—Sí.“No, usted no es Beto Carranza”. Yo lo miraba y me insistió: “¿Usted es Beto Carranza? El que debutó en Racing, el que gambeteaba, el que hacía goles, que no lo podían parar, que llegó a la selección”.—Sí.“No, usted no es ese jugador. Vamos a hacer una cosa. ¿Usted me quiere demostrar que es Beto Carranza?”.—Sí, don César, yo le quiero demostrar.“Bueno, usted va a ser titular en mi equipo. Esta camiseta es suya”. Me dio la 11. “Usted la va a tener, no menos 15 partidos; no va a salir nunca. Así que juegue tranquilo”.
Eso fue en el 93 o 94. Hice goles, la rompí, fui a la selección con Passarella. Cuando tú tienes el apoyo… el ‘Flaco’ me dio eso. Además de sus charlas, sus enseñanzas, de todo. Entre Perfumo y César fue increíble.Después tuve la suerte de conocer al gran Roberto Chale. Los tres deben estar en el cielo charlando de fútbol, fumando su cigarrito, ja, ja, ja.
¿Qué tal alumno eras en el colegio?
Era promedio. Me costó por los entrenamientos, pero tenía la obligación de mi viejo, que era policía. Mis compañeros le decían ‘Matute’, por el dibujo de Don Gato. Falleció hace poco, pero lo disfruté mucho. Tuvimos un año y medio sin hablarnos. De chico iba a la cancha y me gritaba: “Vamos, ‘Mago’, saca un conejo de la galera”. Yo le decía: “Cállate, papá, no me digas eso que paso vergüenza con los chicos”. Peor lo hacía.
¿A qué jugadores admirabas de niño?
Maradona. Yo lo miraba a Diego siempre. Tuve la suerte de compartir plantel con él y hacer showball con él. El que me volvía loco era el Tata Martino, un jugador exquisito. Después, con Diego y sus botines desatados…
¿Es verdad que era por el sponsor?
Él entraba con los botines desatados y, cuando veía que lo estaban filmando, los amarraba y salía la marca de botines que usó toda la vida. Era un tipo fiel en muchas cosas, pero no podía serlo en todo, jajaja.

Jugaste en los mejores clubes de Argentina: Racing, Boca, Independiente y Estudiantes. ¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?
Siempre digo que mi mejor momento fue en Boca Juniors. Independiente jamás me pudo acomodar, ya tenía la cabeza requemada. Me fue muy mal. En San Lorenzo me recuperé un poquito. Boca es otra cosa, en todo sentido: por la gente, lo que rodea, las cosas buenas, las malas… todo.
Yo me fui a Escocia, al Dundee FC, y eran como cuatro años de vacaciones. Nosotros jugábamos contra el FC United, que estaba a dos cuadras del Dundee, y nos íbamos caminando, imagínate. Por ahí algunos nos puteaban en inglés, yo no entendía nada. Por eso digo que un año en Boca es como siete en cualquier lado.
¿Qué anécdota de vestuario le puedes contar a mi gente de La Fe de Cuto?
Una de Racing, por la enseñanza. En ese momento a los grandes se les respetaba. Hoy la cosa cambió, pero antes te hacían sentir cómo eran las cosas. En ese plantel de Racing estaban el Turco García, Goicoechea, Rubén Paz, Cacho Borelli —que hoy es asistente de Gorosito en Alianza Lima—. Concentrábamos en Ezeiza, como decir en el Bosque en Lima.
Jugábamos a las cartas. Vienen el Turco García y Rubén Paz y dicen: “Bueno, jueguen a las cartas si quieren, pero el nene se tiene que ir a dormir”, lo decía por mí. Yo tenía 18 años. Yo lo miraba a Cacho, no sabía qué hacer. “Déjalo que termine y se va a dormir”, dijo Cacho. El Turco me pregunta: “¿Te quieres quedar?”. “Se queda”, insistió Cacho, porque se tenían confianza. Me quedé, terminó la partida, voy para el cuarto y estaba todo oscuro. Si pateaba una zapatilla y se despertaba alguien, me moría.
Llego a la cama, abro, me echo y siento algo gelatinoso y un olor… habían hecho sus necesidades en mi cama. Se abre la puerta, prenden la luz y era el Turco: “Cuando los mayores dicen a dormir, se va a dormir”. “Anda a bañarte”, me dijeron, y habían cerrado el agua caliente. Hacía un frío horrible y gritaba mientras me caía el agua. Cambiaron la sábana, pero seguía el olor. “Esa es tu habitación, duérmete allí”. Así aprendí que cuando dicen que hay que dormir, se duerme.
¿En Boca, con Diego, cómo te fue?Cuando llega Diego yo estaba lesionado. Me sacaba a trotar y me hablaba mucho. Era una relación muy linda la que tenía conmigo. Me ayudó mucho cuando yo estaba retirado. Me llevó a su quinta, era impresionante. Nadie conoce al Diego como persona y lo que ha hecho por mucha gente que él no conocía.
Tenía un gran corazón.La tristeza que me dio cuando pasó lo que pasó… Cuando escuché la noticia no paraba de llorar. Él estaba con el pueblo y se enfrentaba al poder. Cuando yo estaba mal no se enteró por mí, no sé por quién se enteró. Me pidió que vaya a su quinta a comer y me dijo: “Te llamé por esto, esto y esto”. Se me puso la piel de gallina. “Ya lo sé todo”, me dijo. Era un fuera de serie.
Cuando me dicen Messi o Maradona, digo que no puedes compararlos, tienes que disfrutarlos. Son dos personalidades distintas, pero dos jugadores que no los vas a ver nunca en la vida. Diego tenía una frase que me quedó siempre: “Yo no soy ejemplo de nadie. Ejemplo son los padres”.
Betito, ese look de jugador argentino de pelo largo…
Siempre me gustó tenerlo así. Todos mis amigos me dicen: “Córtate el pelo, ya tienes 53 años”. Dos veces me lo corté. Una, cuando me llama Daniel Passarella a la selección argentina, porque era condición para él. Caniggia y Redondo no fueron por esa condición. Yo dije: “Me lo corto y después crece”. Pero la selección no vuelve.
Después me lo corté en Perú y te voy a contar por qué. Estaba con el Beto Yaqué y me dice en Cerro de Pasco: “Si salimos campeones, nos pitamos de amarillo”. “No, Beto”. “Nos teñimos”, insistió. Fuimos al peluquero para que nos ponga color doradito. Cuando me sacó el coso, era naranja. Parecía un fósforo.
Le dije al Beto: “Saliendo nos pelamos”. Me puse un gorro y me fui a mi casa. Mi mujer me dijo: “¿Qué te pasó?”. Fui hasta el hotel Ariosto, y en la esquina hay una peluquería. Le dije a la persona que me rape todo. No sabes lo que sufrí, parecía que me habían cortado una pierna.
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