¡Hola, mi gente maravillosa de La fe de Cuto! Siento una brisa de mar y es porque me acaricia el Padre Santo. ¡Esto es vida! Siento que estoy en mi casa… me estás engriendo demasiado, ‘Papalindo’. A toda mi gente fiel que me sigue en Trome desde hace cuatro años: seguimos avanzando. Este invitado nos ha costado conseguirlo, pero la virtud del hombre está en la paciencia y la fe, que se mantiene intacta. Él ha escogido su casa en el paraíso, y le doy la bienvenida a mi hermano del alma, .

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¿Qué se siente ser gerente deportivo del club del que eres hincha?

Una satisfacción inmensa, de poder prolongar esta relación con Universitario. Llegué cuando tenía siete años… imagínate lo que puede significar la ‘U’. Mi profesor fue Lolo Fernández. La gente cree que Lolo es un mito, una leyenda, un fantasma que nadie ha visto. ¡Yo lo gocé! Fue mi profesor, compartí sus chistes, su forma de juntar a todos los chibolos, y con él aprendimos a identificarnos con la ‘U’. La sencillez que transmitía con todo el mundo era increíble. De ahí parte el cariño que le tengo al club. Compartí con grandes jugadores, y todo era muy significativo. Estar aquí es espectacular, y no te lo digo desde la marca, sino desde el hinchaje.

La responsabilidad es inmensa, y trato de unirme a la ola y mejorar las cosas, porque el club viene creciendo de gran manera.

¿Qué más recuerdas de Lolo Fernández?

Dio la casualidad que, cuando Lolo se enfermó y lo llevaron a la clínica Maison de Santé, allí también estaba mi abuelo. Prácticamente se murieron el mismo día. Me acuerdo perfectamente de ese momento. Había mucha gente afuera, no podían entrar, pero yo sí pude porque estaba con mi abuelo. Veía a mi abuelo y veía a Lolo... discúlpame que me emocione, pero recuerdo mucho ese día. Tengo mucho afecto por ese momento. Mi abuelo no sabía nada de fútbol, pero el destino quiso que coincidiéramos en esa circunstancia.

¿De qué barrio eres?

Nací en Lima, en Miraflores, pero me crié en La Planicie, en La Molina, desde los seis años. Fue una infancia espectacular. Era un campo muy amplio. Teníamos amigos con los que trepábamos cerros y jugábamos fútbol. Había un campo de golf a mitad del distrito. No existía eso de “no salgas que es peligroso”. Fue una infancia privilegiada.

¿Qué tal alumno eras en el colegio?

No era mal alumno, pero en los últimos años descuidé los estudios porque tenía mucha complicidad con los profesores. Mi director de deportes me pasaba por alto varias notas. Mi profesor de básquet, que hoy trabaja en la Municipalidad de Lima y fue candidato a la alcaldía de San Isidro, era hermano del cardenal. Enseñaba en el Santa María. Él me hacía los permisos para asistir en las tardes a los entrenamientos de la ‘U’, donde completaba como sparring del equipo B.

Esos partidos de práctica en la tarde eran hermosos, porque asistía la prensa, los dirigentes, y la tribuna estaba llena. Los partidos eran espectaculares, mejores que los del domingo. Por eso te digo que mis dos últimos años no fueron los mejores.

¿Quiénes fueron tus ídolos?

Fernando Cuéllar, Juan Carlos Oblitas y Héctor Chumpitaz. Esos tres jugadores me hicieron ser cada vez más hincha de la ‘U’. Fueron vitales para mí.

¿Qué recuerdas de tu debut profesional?

Debuté como profesional en la ‘U’, pero cuando tenía 15 años. Tito Drago me invitó a jugar la Finalísima de la Copa Perú, un triplete en el Estadio Nacional. La cancha terminaba en polvo y el estadio estaba lleno. La ‘U’ me prestó para ese partido, pero no pudimos ascender porque quedamos segundos. Era amateur, pero ya tenía rasgos de profesionalismo.

Álvaro Barco en uno de sus regresos a Universitario (Foto: GEC)
Álvaro Barco en uno de sus regresos a Universitario (Foto: GEC)

Luego debuté en un campeonato experimental, el Plácido Galindo. Tuve suerte porque a los 17 años fui invitado a la pretemporada de la ‘U’, donde el técnico era Marcos Calderón. El equipo tenía figuras como Oblitas. El ‘Oso’ tenía que viajar a Nueva York a ver a su hermano y, en el vuelo, conoció a un entrenador universitario que le pidió un jugador joven que hablara inglés. Cuando volvió, me dijo: “Oye, creo que tú hablas inglés”.

Marcos se hizo amigo de mi padre y este le contó que mi hermano jugaba mejor que yo. El entrenador aceptó becar a los dos. Me fui a Estados Unidos, dejé el fútbol por cuatro años y, al regresar, volví a la ‘U’. Juan Carlos Oblitas me dijo: “Vente ahora que vas a tener oportunidad”.

Regresé con un diploma profesional, ya podía encarar la vida con otra tranquilidad. Mi hermano hizo carrera allá, jugamos en todas las canchas de Nueva York. Él estudió finanzas e hizo una gran carrera.

En 1985 juegas por Universitario…

El entrenador era Juan Carlos Oblitas, y después llegó el ‘Gato’ Cuéllar. Campeonamos en el 91, una etapa espectacular, con Copa Libertadores incluida. Mira, después de 30 años voy a romper los códigos… ¿cómo es posible que haya jugado con la 10? (risas).

La gente se pregunta por qué la usé. Tenía que ser de Puchungo, Roberto o el Puma, pero ninguno la quiso usar. Germán Leguía era el ‘Último Mohicano’, no podías usar ni sus sandalias. Una vez, Kike Samillán fue a probarse y ‘Pajita’ le dio la toalla de Germán. Cuando este llegó y lo vio, casi lo mata: “¡Vienes a prueba y encima usas mi toalla! Dile a tu papá que te regale una chamba”.

Después, el ‘Gato’ Cuéllar mandó a Germán al banco y él, molesto, se sacó la camiseta 10 y la tiró. El DT preguntó: “¿Quién va a jugar con esa camiseta?”. Yo, que jugaba de central, levanté la mano: “Gato, juego yo”. Desde ese día no perdimos. Se volvió una cábala. Me quedé con la 10 hasta el final, cuando campeonamos 4-1 ante Sport Boys. Esa camiseta la usé hasta mi último partido con Colo Colo en Chile. Fui atrevido… pero valió la pena.

Álvaro Barco fue uno de los fundadores de Teledeportes (Foto: GEC)
Álvaro Barco fue uno de los fundadores de Teledeportes (Foto: GEC)

Después te vas a Chile...

—Me voy a Cobreloa, que era un club importante, jugaba Copa Libertadores. Había salido campeón con la ‘U’ con Iván Brzic. El flaco Eduardo Malásquez ya se había retirado y estaba en los negocios de seguros. Iba seguido al club, y como había sido jugador, se metía al vestuario como uno de nosotros. Brzic le dice: “¡Usted, fuera!”. El Flaco le responde: “¿Cómo me va a botar? Soy Eduardo Malásquez, he sido jugador aquí y allá, he sido campeón”. Brzic lo mira y le suelta: “¡Usted vive de recuerdos!”. (Ríe).

Eso era lo lindo de las concentraciones en el Lolo Fernández. Antes traían un solo televisor para cuatro o cinco camas, no como ahora que cada cuarto es individual. El ‘Chato’ Araujo se adueñó del televisor. Se quedaba viéndolo hasta las tres de la mañana, cuando ya no había programación y solo salía la ‘lluvia’. Todos teníamos que acostumbrarnos a dormir con el televisor prendido… ¡y con el olor a pollo a la brasa que se comía el ‘Chato’!

Un día, Roberto Martínez se juntó con los muchachos y decidió hacerle una broma: le quitó los pernos al catre del ‘Chato’. “Vamos a dejárselo así para que, cuando se lance, se venga abajo”, dijo. Todos estábamos a la expectativa. Se tira… ¡y no pasó nada! Nos olvidamos, nos fuimos a dormir. Pero a las tres de la mañana… ¡PLUM! Se vino abajo el ‘Chato’. Ja, ja, ja. Un crack. Lo único que dijo fue: “¡Perdí!”.

En el 89 regresaste a la ‘U’…

Después de Cobreloa me voy a Palestino, luego al Querétaro de México y después regreso a la ‘U’. Vuelvo a Chile, y más adelante, en el 95, retorno nuevamente a Universitario, donde jugamos juntos.

¿Cómo fue convivir con el ‘Puma’ Carranza?

El ‘Puma’ era el mejor poniendo chapas. No hay personaje igual en el mundo. Con él compartimos desde chibolos, nos tratamos como hermanos. Recuerdo que lo gozábamos cuando se metía a la piscina de la casa. Una vez, en la concentración, se pasaba horas hablando tonterías. Nosotros comentábamos sobre los dibujos que veíamos de chicos, y cuando le tocó al ‘Puma’, dijo: “Yo no he tenido el calor de un televisor”. ¡Ja, ja, ja!

¿Te acuerdas que Brzic ya se había acriollado en el Perú? Se había separado y salía con una chibola. Se escapaba de la concentración y dejaba a ‘Pichicho’ Benavides cuidando su cuarto. Un día, el ‘Puma’ y Paolo metieron dos ratas blancas. El cuarto quedó lleno de humo blanco, no se veía nada. En medio del humo, sale ‘Pichicho’. Después de la preocupación inicial, nos matamos de risa. ¡Fue inolvidable!

Álvaro Barco junto a Maradona en amistoso (Foto: GEC)
Álvaro Barco junto a Maradona en amistoso (Foto: GEC)

En el 97 te vas a China…

Lloraba 29 días de 30. Fui en una época en que recién se abría el mercado allá. Había resistencia, era un Estado comunista que recién abría sus puertas al fútbol. Felizmente llegué a una ciudad moderna, fronteriza con Hong Kong, a solo 30 minutos.

En mi equipo había un francés, un coreano, un camerunés y yo, el peruano. Los extranjeros íbamos juntos a todos lados, pero la comida era complicada. El chifa era una mentira (ríe). Nos escapábamos porque no había franquicias. El único McDonald’s era como un oasis, lo más occidental que había, y hacíamos cola para entrar.

¿Qué comida te sorprendió más?

Uno de los directivos tenía un restaurante de culebras. Cuando ganaba el equipo, nos invitaba. Te juro que era una mesa con una plancha enorme. Cada uno escogía su culebra, y el tipo le sacaba la cabeza, el ojo, y te daba el “privilegio” de comerte el ojo. Luego la pelaban y la preparaban. Era como comer cuy… pasaba. (Ríe). Allá comían de todo. En la guerra con Japón comieron raíces, por eso valoran tanto la comida. Siempre te saludan preguntando: “¿Comiste?”.

“Después te vas a Arabia…”

No precisamente. Ya me había retirado y estaba jugando fútbol playa. Viajábamos por todos lados. El Diablo Drago era el promotor. Un día fuimos a Portugal, y nuestro amigo José Moreno me llama y me dice: “Hay un torneo en Egipto. Seis equipos, necesitan un mediocampista y un central. Es el Al Nassr. Si las cosas van bien, te dan días en hotel frente a las pirámides”. Me fui a Egipto… ¡y campeonamos!

Tengo una anécdota: metí un gol en la final, y cuando terminó, en medio de los jeques, me cambié ahí mismo. Me envolví en la toalla y me iba caminando calato, y uno me dice: “No hagas eso, aquí no se puede”. (Ríe). No llegué a jugar allá porque se complicó mucho. Mis hijos ya estaban grandes, y era mover a toda la familia. Ellos habían sufrido cuando me fui solo a China.

¿Qué es lo que más recuerdas de la selección peruana?

Fue una etapa difícil y complicada, pero también un honor. Hubo momentos buenos y malos, pero siempre con buenos recuerdos. La primera vez fue en la Copa América de 1991. No pudimos llegar lejos, pero hice buenos partidos. Fui parte del recambio generacional de ese momento. Jugué dos Copas América y dos Eliminatorias. No logramos el objetivo, pero fue una experiencia que marcó mi vida.

Álvaro Barco tuvo un paso breve por la selección peruana (Foto: GEC)
Álvaro Barco tuvo un paso breve por la selección peruana (Foto: GEC)

¿Cómo es ser cuñado de Chemo del Solar?

Con Chemo fuimos amigos antes de ser cuñados, porque su familia vivía en Chimbote y él se mudó a Lima, a la casa de sus abuelos. Lo conocí en la ‘U’, en menores. Nos daba risa porque yo estudiaba en la mañana y él en la tarde. Se tiraba la pera con Alejandro Espinoza. Nos juntábamos en Chacarilla y nos íbamos hasta Breña. Lo conocí antes que a Alexandra.

¿Cómo conociste a Alexandra?

Cuando su familia retornó por completo a Lima, ahí la conocí. Lo complicado no era Chemo, ¡el complicado era su papá! Don Pepe era bravísimo. No podíamos ir ni al matiné solos. Cada vez que había un problema, Chemo sacaba cara por mí. La luché durísimo. Él era hincha de la ‘U’, pero Chemo es uno de mis mejores amigos. A veces es un “perro verde”, pero ya lo entendemos (ríe).

Es el incomprendido, me hace unos amagues para venir al programa...

Él tiene unas anécdotas imperdibles con Cochoy Rey Muñoz. No te voy a contar nada, él mismo tiene que contártelas, porque son de colección.

¿Cuántos años ya tienes de casado con Alexandra del Solar?

Ya ni sé cuántos años (risas). Hemos convivido, hemos tenido años complicados. A veces uno descuida a la familia, pero gracias a Dios hemos sabido retomar las cosas de la mejor manera. Tenemos hijos grandes y ahora los gozamos de otra forma. Tenemos un nieto de 10 meses que nos ha marcado la vida.

Álvaro vive en Los Ángeles, Alexia en Washington y Alfonso en Guayaquil. Nos la pasamos viajando, turnándonos para ver a quién le toca esta vez.Ahora viene el problema de la Navidad, pero Alexandra ya ha dicho que la pasaremos con nuestro nieto, en la parte del mundo en la que se le ocurra estar (risas).

Álvaro junto a Alexandra Del Solar, el amor de su vida (Foto: GEC)
Álvaro junto a Alexandra Del Solar, el amor de su vida (Foto: GEC)

Fuiste comentarista también...

Sí, con Lucho Trizano, César Cervera y Gerardo Flores. Con ellos empezamos el programa Teledeportes, que ya ha cumplido 30 años. En ese tiempo teníamos los derechos de transmisión de la ‘U’. Fue una etapa muy linda, de mucho aprendizaje y sobre todo de camaradería, porque vivíamos el fútbol con pasión, pero también con mucha responsabilidad.

¿Cómo te convencieron para que regreses a Universitario?

Estuve con Aspauza en el 2001 como director deportivo. Fue un año gravísimo, con muchas complicaciones, pero logramos convencer a Ángel Cappa de venir a la ‘U’. Su frase célebre “contra todo y contra todos” quedó para la historia. Reflejaba perfectamente cómo peleábamos en la ADFP con una verdadera ‘banda’. Esa entrega y ese espíritu de lucha son los que siempre han identificado a la ‘U’, y me siento orgulloso de haber sido parte de eso.

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SOBRE EL AUTOR

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