LAMIA, la pequeña aerolínea en la que se estrelló el equipo brasileño de fútbol Chapecoense este martes en Colombia, tiene antecedentes tan oscuros que muchos podrían dudar de la calidad de sus servicios, como se hizo evidente luego del accidente.
La empresa se fundó hace siete años en Mérida, Venezuela, con el apoyo de un político chavista. Su dueño, Ricardo Alberto Albacete Vidal, llenó de ilusiones a sus primeros clientes puesto que prometía servicios inverosímiles: habría un carnet de afiliación y los clientes serían asociados, se ofrecería una tarifa plana para todos los pasajes y la devolución del 100% si un ‘asociado’ no podía viajar.
Sin embargo, la aerolínea nunca pudo despegar. Es así que Albacete llevó su proyecto a Nueva Esparta, un lugar que tiene a la turística isla Margarita entre sus atractivos más importantes. A pesar de ello, la crisis venezolana impidió nuevamente que pueda cumplir con sus promesas.
Mientras tanto, intentaba hacer otros negocios oscuros en España. Fue vinculado con el empresario chino Sam Pan, quien fue detenido por traición al Partido Comunista Chino y por delitos financieros.
Como vio que no podía hacer más en Venezuela, decidió trasladar los únicos tres aviones que había logrado comprar a Bolivia. Finalmente, a finales del 2015, la pequeña empresa obtuvo la autorización que necesitaba para funcionar, aunque cambió de dueños a Marco Antonio Rocha y al piloto Miguel Quiroga, quien murió en el reciente accidente en Medellín.
Cabe indicar que hasta este martes dos de las aeronaves de LAMIA se encontraban en reparación en Cochabamba, por lo que la empresa operaba hace tiempo con un único avión, el de la tragedia.
En él volaron muchos equipos de fútbol en los últimos meses, entre ellos la selección argentina y venezolana, el club Atlético Nacional de Colombia, The Strongest, Olimpia, Blooming, entre otros.
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