Cerca del mediodía, el sol abrasa a los transeúntes. Llego a la Redacción. Tomo mi teléfono, entro a mis contactos. Encuentro un nombre: Peredo Daniel. Así lo tengo grabado. Por inercia -o quizá por instinto- marco el celular: “Puedes dejar tu mensaje en la casilla de voz...”. El ‘Cabezón’ -como lo llamaban sus amigos- ya no está más en este mundo.
Recuerdo las tres veces que lo entrevisté. La primera, cuando publicó su libro ‘Los 500 datos más caletas de los Mundiales’, en el 2010. Luego cuando escribió ‘Las caletas de los Mundiales’, en el 2014, y el año pasado, después que la selección ganó 2-1 a Uruguay. “Hola, compadre”, era su frase preferida cuando saludaba. Cordial, bonachón, fácil de provocarle una sonrisa. Con su cabezota entendía rápido las bromas y el doble sentido. En su casa no se escuchaba la radio prendida con una salsa de fondo (ritmo de su preferencia), sino la televisión encendida en un canal deportivo. En su hogar, como en la calle, era de caminar despacio, como pidiendo permiso para avanzar.
En las entrevistas disfrutaba revelando los ‘orígenes’ de sus famosas frases. “Los palos son así... Al inicio era: ‘Los palos son como Julio Iglesias, a veces sí, a veces no’. Un amigo de producción me dijo que el público actual ya no sabe quién es el cantante español. Y lo cambiamos...”.
Daniel rompió con el viejo prejuicio de que los periodistas deportivos somos futbolistas frustrados. “Soy un actor frustrado y como lo dije en ‘Trome’, el ‘Chino’ Miyashiro me llamó para grabar una película”. Y el sueño se hizo realidad. Actuó y comparó su trabajo con una jugada de fútbol. “Filmar una escena con Carlos Gassols es como tirar una pared con César Cueto en el estadio Nacional y repleto de gente”.
La edad le permitió vivir la época de oro de nuestra pelotita. De niño vio a Perú en Argentina 78 y España 82 y se llenaba de nostalgia. “El gol que me hubiese gustado narrar es el de Julio César Uribe a Uruguay en el ‘Centenario’. Hubiera dicho: ‘¡Con los huevos de José Velásquez!’, porque tuvo que ver mucho en la jugada previa”.
A pesar de su apretada agenda profesional, tuvo tiempo de disfrutar el calor popular, aunque sin poses de divo. “En un restaurante me ven y se acercan: ‘Queremos que el jefe nos dé libre el lunes, dale un consejo de pata’. Y yo empiezo: ‘Señor gerente, consejo de pata, deles libre a los muchachos”.
A todos les gustaba su narración, ese hincha que te contaba los partidos. Pero a Daniel no le agradaba mucho. “Me da roche oírme, pero agradezco a la gente que es muy generosa conmigo, pese a que no tengo una gran voz”. Peredo ya no está en este mundo. Se ha ido. Sin avisar a nadie, pero con una multitud despidiendo a ese muchacho que no se dejaba ganar por los elogios, que siempre llegan con la televisión. “Todas las mañanas, al levantarme, me miro al espejo y repito la frase de Beto Ortiz: ‘Que la televisión no te vuelva imbécil’”.
Suena el teléfono en la Redacción. Vuelvo a la realidad. Llega un colega y lo saludo: “Hola, compadre”. Creo que una persona no se va nunca cuando deja un legado, recuerdos, frases, escuela, humildad, cariño...
(Fernando 'Vocha' Dávila)