En los años 80, yo cursaba el séptimo ciclo de Ciencias de la Comunicación y Daniel Peredo estaba en el segundo. Nos conocimos en los pasillos de la Universidad San Martín de Porres. Un día me dijo: “¿Rucko, quieres venir a trabajar a ‘Crack’?”. Acepté. Me citó un lunes para hablar con el director. Fui tres veces y no pudieron atenderme. “Tranquilo, ‘Rucko’, el hombre (director) para ocupado...”. Estaba medio avergonzado. Pero luego me presentó al director de ‘El Bocón’ y gracias a él, ahí empezó mi aventura en el periodismo.
Una noche, Billy Cassalli, Jefe de Diseño del diario, nos invitó a su casa a festejar el cumpleaños de su hija Orianna. Casi toda la Redacción llegó hasta Pueblo Libre. Se acabó la cerveza y se nombró una comitiva para ir a comprar más. Solo había dos carros, el mío y el Mazda 323 rojo de Daniel.
‘Peredo, anda tú que eres del barrio’, dijo un colega. ‘No seas malo, ya estoy avanzado, no quiero mover el carro. Que vaya Ruckelly”, respondió. Fui por ‘combustible’ junto a Billy. No tardamos ni 10 minutos y al regresar encontramos el auto del ‘Cabezón’ encima de cuatro ladrillos. Le habían robado las 4 llantas.
Entramos, le contamos y él pensó que era una de mis bromas. Salió a la calle y vio que era verdad. Se agarró su cabezota y dijo: “Perdí porque no fui a comprar la cerveza”.