Tengo hambre

estrenó columna en Trome.pe. El exjugador de Universitario de Deportes cuenta sus vivencias, anécdotas yAquí te dejamos su segunda entrega.

Sin duda que el día que grité ¡tengo hambre! algo cambió en mi vida. Esa frase pegó. Por donde voy la gente me la repite. Es más, algunos hasta me piden que la diga. Mientras eso sucede, ellos mismos graban la escena con su celular. Es una frase que caló en toda la gente y en todos los segmentos socioeconómicos.

Cuando voy a un asentamiento humano, los niños y jóvenes me lo recuerdan, también pasa lo mismo en Miraflores, Surco o La Molina. Que si debí vender ringtones o polos con la frase, seguramente, pero no. No, el "¡tengo hambre!" es mi aporte a los dichos populares.

¿Cómo nació el grito de guerra "tengo hambre"?

La frase la dije en el año 2010 cuando jugaba por León de Huánuco. Salí del vestuario del estadio Elías Aguirre rumbo a la cancha para enfrentar a Juan Aurich. Entonces salió. Natural, apasionado, desde las entrañas, guerrero, violento, alentador. ¡Tengo haaambreeee! Con una cara transformada, los ojos desorbitados, abiertos, directo a la cámara.

Ya estaba poseído, solo quería ganar, quería opacar al rival, que se marchite, que se asuste, que se orine en los pantalones de enfrentarnos, a mí y a mis diez compañeros en el campo. Hagan la prueba y digan: ¡Tengo haaaambreeee! ¡Hambre de triunfo, de conseguir, de lograr, de ganar! Debería ser motivador profesional. Pero volvamos.

Fue entonces que la frase se hace famosa y cobra vida propia. Pero ese gritó destemplado no fue algo que nació de casualidad o de una imaginación espontanea. Había cobrado vida antes.

Mi ‘coach’ (así llamo a Franco Navarro), era mi entrenador. Él siempre nos hablaba de: “Hay que tener hambre de triunfo, hambre de ganar cosas, de lograr objetivos”. Eso caló en mí muy profundamente, hasta me remontaba a mi niñez.

Entonces era más que una simple frase de motivación. Me inyectaba rebeldía pura. De ir contra una realidad y ser capaz de sobreponerme a la feroz miseria. Si bien es cierto que la idea de Franco Navarro era buscar lo mejor de nosotros, en mi caso me trasladaba a ser capaz de luchar contra toda una realidad.

Crecí en un barrio bravo como Corongo. La letra de "Calle luna, calle sol" es una canción de niños al lado de lo que se ve en mi barrio. Mi familia fue catalogada de caso de pobreza extrema. Mi padre nos abandonó muy temprano.

Mi hermano Domingo (Kembo), asumió la figura paterna a muy temprana edad. Vivía en una casa de cartón y jamás me avergonzó decirlo. Era un niño que andaba sin zapatos porque en casa no alcanzaba para la comida y menos iba a haber dinero para zapatillas. Entonces toda mi vida luché contra una realidad adversa. Tenía hambre, sí, tenía hambre de salir adelante.

Ese día, en el 2010, ya siendo jugador del León de Huánuco, estaba ‘poseído’, transformado y de repente se me vino a la mente todo lo vivido en mi infancia. Las penurias, los retos, la rebeldía y solté, lo dije: ¡Teeengooo hambreeeee!

Ese gritó retumbó el estadio Elías Aguirre y marcó un momento de mi carrera. Me sentí un guerrero, al más puro estilo de Leónidas de la Película 300.

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