
Mis queridos seguidores de La Fe de Cuto, luego de más de cuatro años y cinco meses de haber estado conectados a través de este programa, hoy me toca despedirme embargado de nostalgia, emoción y, sobre todo, de un profundo agradecimiento por tanto cariño recibido en todo este tiempo.
Cierro una etapa maravillosa, una experiencia que me permitió reinventarme, crecer y mostrar otra faceta de mi vida. Por eso, mi primer agradecimiento es para Trome, que apostó por mí, confió en este proyecto y me dio todas las facilidades para desarrollarme a lo largo de estos años.
Nada de esto hubiera sido posible sin las personas que Dios fue poniendo en mi camino en el momento justo. A cada una de ellas, mi gratitud eterna. En especial, quiero agradecer a Herbert Holguín, quien hace muchos años impulsó esta humilde columna en la web de Trome, sin imaginar que con el tiempo se convertiría en la semilla del programa La Fe de Cuto. Hoy ese ciclo llega a su final, pero el origen siempre será motivo de orgullo.
También quiero agradecer a mi compadre Kike Paravicino, quien fue clave para que tomara la decisión cuando llegó la propuesta formal del programa. Recuerdo perfectamente aquella reunión vía Zoom, cuando yo estaba en Miami. Momentos que quedan marcados para siempre.
Un agradecimiento muy especial a todos los seguidores del programa, una verdadera legión que se encuentra en distintos lugares del Perú y del mundo. En cada viaje, en cada calle, en cada aeropuerto, siempre hubo alguien que se acercó para decirme que veía La Fe de Cuto. Sin ustedes, este proyecto no hubiera alcanzado el éxito que tuvo.

Mi gratitud también para los auspiciadores, que a lo largo de estos años confiaron en el programa y apostaron por este espacio. Su respaldo fue fundamental para sostener el proyecto en el tiempo.
No puedo dejar de agradecer a cada uno de los invitados que pasaron por el programa. Fueron muchos y todos dejaron huella. No solo me regalaron su tiempo, sino también su confianza para compartir sus historias, vivencias y recuerdos más íntimos. Eso hizo que cada programa sea único e inolvidable.
Y finalmente, unas líneas para alguien muy especial: José ‘Huachano’ Lara, mi compañero de esta aventura, productor y manager, aunque siempre prefiera mantener un perfil bajo. Nos conocemos desde 1995, en el estadio Lolo Fernández, cuando yo daba mis primeros pasos como futbolista profesional en Universitario y él iniciaba su camino en el periodismo deportivo. Una amistad que se fue forjando con los años y que, sin duda, Dios se encargó de unir. El Huachano fue el nexo, el artífice del nacimiento de este proyecto, y nuestro camino juntos continúa.

Las despedidas son tristes, es verdad. Hoy me voy con lágrimas en los ojos y con gratitud para todos. Como dice la canción de Héctor Lavoe: todo tiene su final. Hoy bajamos el telón.
Hasta siempre, Trome.








