¡Mi gente! ¡Ustedes! Esta vez iré al grano, como cuando sacudí a Neymar con el ‘matamoscas’. Hay locos de nacimiento, locos atolondrados, otros se la dan de locos, pero son recontrapilas. Tú estás de ida, ellos ya están de vuelta. Esos nacieron bien pechugones, viven del cuento y si les paras mucho balón, te dejan sin pantalón. Pero también hay locos inteligentes y cariñosos. Uno de ellos es mi loquito Juan Vargas, a quien le agarré tanto cariño que dejé que se me subiera a la cabeza. Aquí, dos historias. ¡Comienzo!
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Sí, lo admito, a Juan Vargas le pasé por alto tantas malcriadeces y asumo mi responsabilidad. Le permití hacer cosas que no estaban bien. Somos compadres y mi amor y respeto hacia él seguirán así siempre. Aunque les confieso que por ahora le he sacado tarjeta roja. Lo he bloqueado de mi WhatsApp. Y por eso, por portarse mal, hoy les confesaré dos cositas que lo harán rabiar a mi ‘Loco’ del alma.
A Juan Manuel Vargas Risco (Lima, 5 de octubre de 1983), hoy esposo de Blanca Rodríguez y con cinco hijos, lo conocí a mi regreso de Bélgica. En junio de 2003 arreglé con Universitario y encontré a un chibolo en el equipo que pintaba para crack. Desde un principio se pegó a mí. Se arrimó al líder, paraba de un lado a otro conmigo, la gente lo veía y no le hacía nada. Es decir, de loco no tenía nada, sabía lo que hacía.
Lo recogía de la puerta de su casa, lo llevaba al entrenamiento y lo regresaba. Como vivía en Magdalena y estaba en mi ruta, lo ‘jalaba’ todos los días. A veces le tocaba la puerta y aún estaba durmiendo. ¡Qué abusivo! Salía todo despeinado y con legañas en los ojos.
‘CHUCKY’ ANTES QUE LOCO VARGAS
Yo iba en mi auto Toyota blanco y le decía en todo desesperado: “¡No es posible que llegue y no estés listo! Es una falta de respeto. ¡Otro viene, no estás y se va!”. Pero siempre era lo mismo, debí aplicarle el ‘matamoscas’.
Pero lo quería a mi ‘Chucky’ -- antes de ser el ‘Loco’ Vargas, así le decían por su cicatriz en la frente, igualita a la del muñeco diabólico de la película-- y lo perdonaba. La rabia se me pasaba y otro día, nuevamente me hacía esperarlo afuera de su casa.
En ese tiempo lo hacía recoger botellas, ja, ja, ja. Es que me invitaba a las polladas que hacía su mamá Carmen Risco, en Magdalena, y yo iba con toda mi ‘mancha’, unas 20 ‘puntas’ para que consuman bien y el ‘Loco’ se encargaba de cuidar que no se rompan las botellas y de traer la chela. Tenía que ayudar a su viejita.
El ‘Loco’ vivía con sus abuelos, Alejandrina y Manuel. Un día me invitó a su casa a almorzar un rico cau cau con frijoles en plato hondo ¡hummm! Delicioso, inspirador, casi como mi carapulcra con sopa seca. ¿Y qué hacía Juan? Lo mandaba a comprar las gaseosas para brindar. Él hacia los mandados.
LOCO VARGAS TÓXICO
En esos tiempos yo estaba enamorado de Fiorella, una chica que había participado en un concurso de belleza. Trabajaba en una empresa de telefonía, en San Isidro. Para eso, el ‘Loco’ paraba pegado como chicle a mí. Era una cosa impresionante. Quería ser mi centro de atención. Yo lo dejé avanzar hasta que nuestra relación se volvió tóxica. ¿Tóxica? Sí, paso a explicar por qué.
¡¡Él tenía celos de mi enamorada!! No exagero, era una cosa increíble. No lo podía creer, nunca me había pasado. Creía que eran celos de amigos y ahí cometí un error. Le prestaba mi carro, lo trataba como a un hijo. Y cuando comienzo a salir con Fiorella se volvió un celoso terrible. No quería que la vea. ¡¡Alucinen!! Sí, el ‘Loco’.
Le había dejado de prestar atención para que entienda el mensaje. Fue tanta su molestia por ello que un día fui a recoger a mi enamorada a su trabajo y el ‘Loco’ estaba sentado como copiloto. Llegamos al lugar y ahí empezó la escena de celos.
“Juan, por favor, pásate atrás para que ahí se siente Fiorella”, le dije cariñosamente. Pero no me hizo caso. Se lo repetí como cinco veces y no se movía. Es más se hacía el desentendido.
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LA EXPLICACIÓN SOBRE LA ACTITUD DEL LOCO VARGAS
Fiorella estaba parada esperando subir al auto y después de varios minutos de ver la malcriadez de Juan Manuel Vargas Risco, se sentó en la parte posterior. Y la cereza de la torta: con mueca de víctima indignada.
¡¡Qué vergüenza!! No sabía dónde meterme, miraba de reojo a Juan y él silbaba como si nada hubiera pasado. Encima, tuve que llevarlo a su casa en Magdalena y lo dejé en la puerta de su casa. Todo el camino hubo un silencio sepulcral.
El problemón con mi chica llegó después. Me armó un broncón por lo que había pasado. Y yo, palteadazo. Ella tenía razón y no supe qué explicación darle. Pasaron unos días y conversé con la mamá del ‘Loco’. “Es que Juan te ve como un padre, por eso se pone así celoso”, me dijo. Y volví a perdonar a Vargas.
LO QUE VARGUITAS NO DIJO
En el fútbol hay una tradición: cuando un futbolista debuta en el primer equipo, se le suele cortar el cabello al ras. El ‘padrino’ suele ser uno de los más experimentados del equipo y es quien lleva las tijeras.
Meses después de mi retorno a Universitario debutó un juvenil. Hicimos ese ritual con sus respectivos aplausos, risas y todos compartieron infaltables en el ‘bautizo’ en el vestuario. Yo, como capitán del equipo, había encabezado ese corte de cabello y luego siguieron los demás.
Cuando estábamos en pleno corte de pelo, me di cuenta de que el ‘Loco’ celebraba de manera efusiva, casi como un consagrado. Era obvio que como estaba apadrinado por mí, se creía que era el bacán, el ‘papirriqui’, el intocable.
Él era joven y tenía una conducta que era evidente de que se alucinaba ‘estrella’. No lo pensé dos veces y decidí que tenía que aterrizarlo, que pise tierra, mi causa estaba en las nubes.
Ahora bien, él se cortaba el cabello de tal forma que se dejaba un cerquillo que oculte una marcada cicatriz que tenía en la frente. ¿Por qué ya no está? Con plata y láser ya se la borró. En esas veo la actitud ‘canchera’ de Vargas y le digo: “‘Loco’, ¡tú ya has debutado!”. En efecto, ya había jugado su primer partido en Primera y había pasado ‘piola’.
Y ahí empezó todo. Él se me pone faltoso, como viendo llegar lo que le iba a pasar.
- “¡Genteeee! ¿El ‘Loco’ ha debutado?”, les gritó a todos.
- “¡Noooooo!”, me respondieron en coro y listos para la acción.
- Ahhhh, ¡no ha debutado! Ya pues, ¡Hay que cortarle el cabello! ¡Agárrenlooo!, ordené con grito de guerra.
Quiso escapar y entre Juan Pajuelo y John Galliquio lo chaparon. Le hicieron el abrazo del oso y ahí se unieron todos. Lo agarraron entre varios. El ‘Loco’ se movía como una lombriz epiléptica, pero parecía que le habían puesto camisa de fuerza. Le pedí las tijeras al kinesiólogo Armando Aguirre y Juan entró en pánico.
¡POBRE, MI ‘LOCO’!
¡Ese ‘cacharro’ no lo olvidaré nunca! Me acercaba y ya sabía qué parte le iba a cortar. En el lugar donde más le iba a doler, ahí, adelantito, en el mechón que le cubría la cicatriz. Desesperado e impotente gritaba: “¡No, no, no!”. Parecía estar dispuesto a morir antes de que le dejaran esa marca a la vista de todos.
El ‘Loco’ era fuerte, pero como todos lo tenían bien agarrado, no pudo zafarse. Le metí tres tijeretazos, bien adentro para que se tenga que cortar todo el cabello. El resto me siguió: Pajuelo, ‘Chiquito’ Flores, Galliquio, Pereda, puro ‘maceta’ del equipo, y ya, último, le entró Paolo Maldonado.
Juan se puso pálido y echó a llorar desconsolado, como un niño al que sus papás habían castigado duramente. Estuvo así varios minutos. Luego se sintió ofendido. Se molestó con todos, pero más conmigo.
Ese día no me pidió que lo lleve a su casa, me quitó el habla por dos días. Por agrandado, atrevido y retador ‘cobró’ su lección.
Desafió el código de todo equipo: era chibolo y no debió igualarse a los experimentados. Pensó que porque era mi ‘ahijado’ nadie le iba a tocar un pelo. Y fue peor, se los cortamos todos.
Su rabieta le duró poco. Un día terminó el entrenamiento y la prensa me agarró para declarar. Cuando subí a mi carro ya había alguien adentro: El ‘Loco’ me estaba esperando bien sentado adelante.
Me maté de risa y le dije: “Oe’, ¿tú qué haces acá?”. Y, encima, estaba serio y no me respondió. Con el paso del tiempo le agarré más cariño, pero lo admito, le pasé por alto tantas cosas y ahora lo tengo bloqueado por faltoso.
EL ‘LOCO’, EN LA CORTE
¿Cuál es la situación de Juan Manuel Vargas Risco? Su caso está en la comisión de justicia del Restaurante Cuto 16. Se evalúa sanción de una a 10 fechas. Estamos esperando los argumentos de su parte para tomar una decisión final. En los próximos días se sabrá la sentencia.
Igual lo quiero, porque todos sabemos que de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco.
La próxima semana continúo con la saga que será la ‘Novela del Loco’. Da para varios libros sobre Juan Vargas, mi compadre. Como los de Harry Potter, que también tiene una cicatriz en la cabeza.
¡Nos vemos el próximo lunes con otra entrega de mis memorias! Y no se olviden: todos los viernes hay un estreno de mi programa ‘La fe de Cuto’, siempre en Trome.
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