Con sus calles cubiertas de barro y las casas inundadas, Trujillo es una calamidad. Muchas personas tratan de huir del infierno y enrumbar hacia Chiclayo, a la vivienda de algún familiar, pero la mayoría desiste porque el puente Virú se desplomó y cruzar el río a nado o en balsas es muy peligroso.
Sin embargo, algunos vecinos de Trujillo se arriesgan y atraviesan la corriente agarrados de las manos o usando improvisados botes hechos de llantas y palos. Algunos están al otro lado del río y quieren ir a Huarmey, hacia el sur, para ayudar a sus familiares, que están en la misma condición en esa ciudad ancashina, pero tampoco pueden cruzar.
Van seis huaicos en Trujillo y la furia de la naturaleza no se detiene. Uno de los distritos más castigados es El Porvenir, pues allí está el badén, una zanja por donde discurren las aguas de la zona de Río Seco.
Si baja una avalancha de la quebrada de San Ildefonso, la primera zona que arrasa es El Porvenir de Trujillo y por eso agarra a sus pobladores desprevenidos. Varios autos, camionetas y camiones fueron arrastrados por la corriente de barro.
Ayer no hubo lluvia ni avalanchas, pero sí rayos y truenos en Trujillo, mal presagio, pues confirman los pronósticos meteorológicos sobre nuevas precipitaciones. La población reza para que no se activen nuevamente las quebradas.
Muchos vehículos permanecen atascados en el fango, con las llantas y la mayor parte de la carrocería enterrada. Como un bus de la empresa ‘Libertad’, que cubre la ruta Centro de Trujillo-El Porvenir y el barro, endurecido por el sol, le llega hasta los asientos.
Los damnificados de Trujillo cuentan miles y su principal preocupación es el hambre y la sed, que doblegan especialmente a los niños, ancianos y personas enfermas.
La situación cerca del Centro Histórico de Trujillo también es dramática. El huaico arrasó con todo desde el cruce de la avenida España con el jirón Almagro, a tres cuadras de la plaza de armas.