ha sufrido uno de los terremotos más mortíferos de los últimos años en América Latina. A medida que pasan los días, crece la angustia de los sobrevivientes por hallar a sus familiares desaparecidos. Es crudo, pero saben que cada hora que pasa se reducen las opciones de hallarlos con vida. A este panorama de guerra se suma la preocupación por la escasez de víveres y agua.

Pero la alarma volvió a las calles cuatro días después del desastre, pues un se sintió en Ecuador el miércoles. El nuevo sismo tuvo una magnitud de 6,1 según el Instituto de Estudios Geológicos de Estados Unidos. No se registraron nuevos daños.

Sin embargo, la cifra oficial de fallecidos por el terremoto de 7,8 grados sigue en aumento. Hasta ahora se han registrado 570 muertos, 5.733 heridos y 1.700 desaparecidos. Se han rescatado a 54 personas con vida.

La cifra de muertos en Ecuador solo es superada por las de los terremotos de El Salvador en 2001 (1.142), Perú en 2007 (600) y Haití (entre 200.000 y 250.000) en 2010.

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Según Unicef, unos 150.000 niños fueron afectados por el . Más de 900 socorristas, bomberos, médicos y especialistas de 20 países, entre ellos Colombia, Perú, Chile, México, Venezuela y España participan en las labores de rescate.

De acuerdo a la fiscalía, al menos once extranjeros figuran entre los fallecidos del terremoto.

El terremoto en Ecuador dejó unos 800 edificios derruidos, 600 edificaciones afectadas, y numerosas carreteras reventadas e infraestructuras colapsadas en zonas turísticas, unos daños que el presidente ecuatoriano Rafael Correa calculó en USD 3.000 millones, “dos o tres puntos del PIB”, lo cual es otro duro golpe para este país ya severamente azotado por la caída del precio del petróleo.

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