La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.
La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.

En Lima hay una flor que solo aparece cuando el invierno llega. No le teme al frío ni a la neblina. Al contrario, se abre paso entre las piedras y la tierra húmeda, como diciendo: “Aquí estoy”. Es la Flor de Amancay, la flor símbolo de nuestra ciudad, y su historia no es solo bonita: es una historia de resistencia, de amor por la naturaleza y de gente que decidió no mirar al costado.

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A solo 40 minutos del tráfico, el cemento y el bullicio de la capital, entre Lurín y Pachacámac, hay un lugar que parece otro mundo. Se llama Santuario de Amancay y este 21 de julio cumplió cuatro años como Área de Conservación Privada (ACP), pero la empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.

Sí, un cuarto de siglo cuidando este hermoso ecosistema, donde hoy hay 787 hectáreas llenas de vida, con más de 180 especies de flora y fauna, incluyendo aves, zorros, reptiles y una variada vegetación nativa. Y claro, la reina de todas: la Flor de Amancay.

De milagro natural… a milagro urbano

Hace años, esta especie estaba en peligro. La expansión urbana no planificada y la presión demográfica jugaban en su contra. Pero UNACEM, siguiendo su compromiso ambiental, empezó a proteger al inicio unas 70 hectáreas, donde estaba la mayor densidad de la Flor de Amancay.

En 2021, dio un paso más allá y tras un proceso riguroso con el Ministerio del Ambiente y el SERNANP, logró que se reconociera al Santuario como Área de Conservación Privada, ampliando el área protegida a 787 hectáreas. Hoy, es un santuario vivo, modelo de conservación para todo el país.

“Proteger la Amancay es proteger las lomas. Y estas solo existen en Perú y Chile. Tenemos una joya natural que no se puede perder”, dice Carlos Adrianzén, Gerente de Seguridad, Medio Ambiente y Sostenibilidad de UNACEM.

Y tiene razón: más del 60 % de las lomas costeras del planeta están en el Perú, muchas de ellas en Lima, donde muy pocos saben del tesoro natural que tienen al lado.

La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.
La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.

Aquí se corre, se aprende y se respira

El Santuario de Amancay es un lugar abierto al público. Se puede caminar, correr, pedalear o simplemente respirar profundo. Tiene cinco rutas para todos los gustos y fuerzas, con vistas increíbles, historia antigua (como el sitio arqueológico Pueblo Viejo-Pucará) y aire puro. Además, gracias al programa educativo Unidos por las Lomas, más de 4,000 escolares han podido conozcan la flor, el ecosistema y entender que no todo es concreto ni pantallas de celular.

El Santuario cuenta con paneles solares instalados por la empresa Celepsa, del Grupo UNACEM, por lo que funciona con energía 100 % limpia. Eso ha hecho posible levantar un invernadero automatizado de 200 metros cuadrados, donde nacen hasta 60,000 plantas nativas al año. Todo pensado para reforestar zonas degradadas y darles otra oportunidad a las especies que están desapareciendo.

UNACEM tiene claro que esto no es una obra social para la foto. Está dentro de su estrategia de sostenibilidad, con una meta grande: ser carbono neutrales al 2050. “Las soluciones no solo son tecnológicas, la naturaleza también es clave”, dice Eduardo Sánchez, gerente general de la empresa. Y lo están demostrando. Mientras otras promesas ambientales se quedan en el papel, el Santuario de Amancay está ahí, vivo, creciendo, enseñando.

La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.
La empresa UNACEM lleva 25 años protegiéndolo.

¿Y tú, cuándo vas?

El ingreso al Santuario es gratis, solo hay que inscribirse antes visitando la cuenta de Instagram: @santuario.amancay. Hay guías capacitados, rutas para todos, y actividades todo el año. Si quieres desconectarte de la rutina y reconectar con algo que realmente vale la pena, este es el sitio.

Porque la Amancay no espera. Florece por poco tiempo, pero deja una huella profunda. Y en estos tiempos donde todo pasa tan rápido, ella nos recuerda algo simple pero poderoso: la belleza está más cerca de lo que crees, solo hay que protegerla.

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