PERUANO QUE SE RESPETA. Por estrechos caminos y bordeando cerros, pasando por trochas y soportando un frío intenso propio de la sierra de Piura, el profesor Rogey Zurita Gil (23) conduce su moto para dirigirse a la casa de aquellos estudiantes del colegio Santa Rosa que no tienen televisión, radio y, mucho menos, acceso a internet, para seguir con las clases virtuales que se trasmiten durante la pandemia. En esta zona del país, los estudiantes carecen de los medios propios para acceder a este nuevo formato digital que la educación demanda y es ahí donde la figura de este joven sobresale. Desde el año pasado, el docente cumple con esta misión; arriesgando, incluso su vida, al conducir por lugares agrestes donde hay abismos tan solo por seguir enseñando a sus ‘muchachos’, como él los llama. Conozcamos más sobre este solidario profesional.
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El año pasado, en las dos primeras semanas del inicio de clases, llamaba a los chicos y nadie me contestaba. Acá, en Huancabamba, no hay buena señal del teléfono y eso hace que estén incomunicados. Muchos padres no tienen los medios para comprar un celular y menos pagar por el internet. A pesar de los esfuerzos de mis estudiantes, ellos se estaban atrasando en las clases.
Muchos son de los caseríos de Tuluce, Higuerones, Churipampa, Cashainamo, Quevedos, Guardalapa, Naranjos y Sambumbal, de la provincia de Huancabamba.
Alquilé una moto y empecé a buscar a los chicos casa por casa. Muchos vecinos me ayudaron porque era difícil hallarlos. ‘Profesor, allá arriba vive su estudiante. Allá abajo, profesor’, me indicaban.
Dos veces a la semana, quisiera ir más tiempo, pero no cuento con los medios suficientes. Pago S/15 por el alquiler de la moto y S/ 20 soles por la gasolina, si me demoro más tiempo debo pagar un poco más por el alquiler. Todo este dinero sale de mi bolsillo, pero ¿qué hago? Es la única manera que tengo para que mis estudiantes no se retrasen más.
Sí, además, alquilo dos o tres horas de internet en Tuluce y descargo las clases de Aprendo en Casa, imprimo las hojas de trabajo y las entrego a los estudiantes. El director del colegio me presta la impresora, yo pongo las hojas y con eso inicio el recorrido por los caseríos en busca de mis estudiantes.
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Son 102 alumnos, de los cuales cinco están en otras ciudades; el resto, continúa viviendo en los caseríos.
Dicto matemática para primero, segundo y cuarto de secundaria del colegio Santa Rosa, distrito de Sóndor.
Queda en el caserío de Quevedo, tengo cinco estudiantes que me esperan. El caserío está a una hora en moto. Manejo a 20KM/H porque el camino es pura trocha y además hay muchos abismos. No puedo acelerar porque hay mucho barro y además suele llover seguido por aquí.
Me toca apagar la moto, acomodar mis cosas y caminar bajando o subiendo el cerro por espacio de 20 minutos para visitar a un solo estudiante.
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Trato que las matemáticas sean divertidas para mis muchachos. Hago ejercicios de aritmética o algebra y uso ejemplos prácticos de papas o menestras. Situaciones que tengan que ver con los productos que venden o siembran, de acuerdo a su realidad.
Claro, conozco lo rural porque nací en el caserío Huaduillo, distrito Huarango, provincia de San Ignacio, en la sierra de Cajamarca.
Los estudiantes no están en el nivel de aprendizaje que uno quisiera. Aún les falta mucho, es complicado enseñar en estas condiciones y de acuerdo al avance que van teniendo, retrocedemos un poco en vez de avanzar más.
Mi esperanza es que la mayoría alcance una beca, así como yo lo logré. Yo apunto a que mis muchachos tengan otras experiencias, y puedan formarse como profesionales. En mi caso, estudié la carrera de Educación Secundaria, con especialidad en Matemática y Física, en la Universidad de Piura (UDEP) gracias a la Beca Vocación de Maestro del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación.
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