Cuando eran niños emigraron de su natal Abancay huyendo de la pobreza para enfrentar la dureza de la capital. El mayor vendía golosinas frente a un cine por las noches, luego empezaron a repartir latas de pinturas en bicicleta por todo Lima hasta que finalmente decidieron emprender su negocio con una olla en el piso para mezclar. Esta es la historia de los hermanos Nemesio, Prudencio y Alejandro Torvisco, dueños de la empresa Anypsa.
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“Los momentos difíciles y dificultades nos sirvieron para hacernos fuertes y luchar por salir adelante”, contó, en una entrevista con Trome, Nemesio, quien quedó huérfano de padre a los 4 años y, desde entonces, tuvo que empezar a trabajar en la chacra en su pueblo, San Juan de Chacña de Abancay, para ayudar a su madre y a su familia.
“Lo más duro fue la niñez, es difícil quedarse sin padre. Ayudábamos a mi madre a cosechar y cuando cargábamos la cosecha al caballo, el peso nos vencía y terminábamos con todo en el suelo, mi madre nos veía y lloraba”, añadió.
A los 9 años, Nemesio emigró a Lima junto a sus seis hermanos y vendió caramelos frente a un cine en El Agustino para costear sus estudios. Cuenta que odiaba el recreo porque todos sus compañeros salían a comprar dulces y bizcochos y él no tenía dinero para gastar puesto todo era para su familia.
A los 14 años empezó a trabajar en una carpintería, mientras su hermano Alejandro lo hacía en una fábrica de pinturas. Ahí se les ocurrió que podían ganar dinero repartiendo latas de pintura en una bicicleta. Una vez, Nemecio tuvo que ir hasta Villa El Salvador pedaleando, con una mochila cargada de fajos billetes, en plena época de la hiperinflación de mediados de los 80.
Luego de algunos años de ahorro, Nemecio, Alejandro y Prudencio decidieron comprarse un motor eléctrico para mezclar sus propias pinturas y empezar su propio negocio. “Empezamos con un local de 100 metros cuadrados y una ollita en el piso”, contó Nemecio en Trome.
Finalmente, el 11 de setiembre de 1991, a las 11 de la noche, comenzaron a elaborar su propio producto, en un local en Santa Anita que no contaba con techo y a pesar de una persistente garúa. Los baldes grandes de pinturas les servían como asientos y escritorio. “Compré esteras y cerqué el lugar, luego conseguí un balde de aceite que me sirvió como escritorio y un galoncito de pintura que era mi silla”, recordó Nemecio.
Así empezaron y les iba bien, pero terminaron siendo estafados, pues la persona a la que pagaban el alquiler resultó que no era el verdadero dueño del terreno. Los Torvisco se mudaron entonces a Naranjal, donde esta vez compraron un enorme predio con ayuda del banco con el fin de crear una moderna planta.
Su empresa la llamaron Anypsa por la unión de sus iniciales: Alejandro, Nemecio y Prudencio Torvisco S. A. Su primer logo lo hicieron en la calle Pachitea el mismo día que compraron su motorcito.
HERMANOS UNIDOS
Más de de 30 años después, los hermanos Torvisco continúan laborando juntos. Cuentan con una moderna planta de pintura de 65 mil metros cuadrados, un equipo de más de 600 trabajadores y 34 camiones de reparto.
En sus inicios, Anypsa producía 100 tarros de 250 mililitros por jornada, pero ahora producen más de 10 000 tarros de la misma presentación en el mismo período. Hoy son la segunda del mercado y su facturación bordea los S/240 millones.
Así mismo, cuentan con una planta cervecera que produce la marca Anpay y que se distribuye en las ciudades de Cusco, Abancay, Andahuaylas, Tarapoto, Huancayo, , y en la sierra de Trujillo, Huaraz, Huánuco, Cerro de Pasco y en Tarma.
Además próximamente esperan incursionar en el rubro de los super mercados. “Nos hemos repartido las funciones. Alejandro es el gerente general, Prudencio se encarga de las ventas y yo soy gerente financiero”, contó Nemecio en Trome hace algunos años.
Pero el éxito económico no los ha cegado y continúan manteniendo la humildad de siempre, reinvirtiendo cada centavo ganado en su negocio. “Por la necesidad, tuvimos una niñez muy sufrida y eso hizo que tengamos fuerzas. Ahora pisamos tierra, yo no me siento dueño de Anypsa, vivo en Comas junto a mis hermanos, que tienen sus casas al lado mío”, contó Nemecio Torvisco a este diario.
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“Reinvertimos en la empresa. Si me pongo a gastar, no viviría en Comas”, agregó.
Finalmente, dejó un mensaje para todos los jóvenes emprendedores: “Ser perseverantes, responsables, disciplinados y tener ambición sana. Cuando yo empecé, era pequeño; ahora soy más grande que las empresas antiguas, como marca somos número uno y ocupamos el segundo puesto como empresa”.