Por Juliane Angeles (@JulianeAngeles)
Descubrió los libros antes de cumplir cuatro años. Desde entonces cultivó un gran apego por la lectura. Cuenta que para su cumpleaños pedía libros de regalo, nunca juguetes. Empezó leyendo ‘Mujercitas’, de Louisa May Alcott, y 'Mi planta de naranja lima’, de José Mauro de Vasconcelos, hasta que a los 15 años descubrió a Mario Vargas Llosa.
Se trata de María Lourdes Torres, ganadora del Premio Copé de Plata de la XIX Bienal de Cuento 'Premio Copé 2016' con el relato ‘Santeros’, una “historia apretada y fluida” que -en palabras del jurado calificador del concurso- “aborda el tema de la violencia desde una perspectiva realista no exenta de resonancias mágicas”.
Torres, una voraz lectora, bien podría repetir lo dicho por el poeta Jorge Luis Borges: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído".
Cuando le informaron sobre la noticia, Torres demoró en asimilarla. Es la segunda mujer en obtener un Copé de Plata (la primera fue en 1992) y cree que este reconocimiento -pese a tener una trayectoria corta en el campo literario- “no fue casualidad”. “La gente está sintiendo mis historias, están calando”, afirma la autora, quien alienta a las mujeres escritoras a ganar más terreno en el campo literario peruano. Trome.pe conversó con Torres sobre su cuento ganador 'Santeros', un relato inspirado en la santería y supuestos sobre Hugo Chávez.
Tu pasión por la escritura nace a partir de tu gusto por la lectura...
A mí siempre me gustó leer desde pequeña. Soy la más lectora de mi casa. Para mí el regalo más maravilloso era un libro. No había cumplido cuatro años y ya estaba empezando a leer sola. Inclusive muchas veces en el colegio durante el recreo me iba a la biblioteca. Para mi cumpleaños pedía que me regalen cuentos. Después, con la llegada de la computadora, comencé a expresarme mejor. Podía hacer búsquedas y tener referencias. Empecé a guardar mis escritos y a corregir.
¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?
Comencé leyendo los clásicos como ‘Mujercitas’ o ‘Mi planta de naranja Lima’. En el colegio también me incentivaron la lectura. Teníamos mucha influencia de la Literatura inglesa. Para mí fue maravilloso conocer la literatura de las hermanas Brontë (Jane Eyre y Cumbres Borrascosas), Oscar Wilde (El fantasma de Canterville). A los 15 años empecé a leer a Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, Lituma en los Andes y Pantaleón y las visitadoras).
Viviste en Venezuela muchos años… ¿Cómo influyó eso en tu escritura?
Bastante. La cultura tropical es muy rica. La gente es muy vivaz, muy de contar historias, anécdotas y refranes. También hay muchas creencias sobre cosas sobrenaturales. La creencias populares son muy ricas como acá. Me gustan mucho las historias que vienen de generación en generación. Eso me ha influenciado bastante junto a todo lo que he leído. Es una mezcla de todo.
¿Cómo ocurrió tu acercamiento a los talleres de narrativa?
A raíz de que regresamos al Perú hace algunos años tuve la oportunidad de ingresar a un taller de narrativa. Yo sentía que me faltaba algo. Pero hace nueve años estuve en los talleres de la APUC con Ivan Thays y Jorge Eslava. Luego conocí a Alonso Cueto. Fue tan impresionante la forma en cómo manejaba el lenguaje. Me quedé impactada. Fuimos al final cuatro personas que quedamos de ese taller. Nos quedamos con ganas de aprender y así fue como llegamos a su grupo de narrativa. Varios querían ir, pero solo aceptó a algunos. Yo tuve la suerte de ser elegida.
¿Cómo fue tu experiencia en dichos talleres?
Fue gracioso. Veía a chicos con mucho empuje, muchos estudiantes de Literatura. Cuando mostraba mis trabajos era tímida. El primer día del taller yo dudé en ir. Fui hasta la puerta y retrocedí, y dije: “¿Con cuántos literatos me voy a topar? Qué osada”. Pero a final el recibimiento fue bonito, la gente muy asequible. Había un ambiente tan homogéneo. La gente era muy receptiva. Yo siempre le voy agradecer a Alonso [Cueto]. Siempre resaltaba las fortalezas y te daba alternativas. Eso te hacía sentir más seguro.
¿Escribes sobre la marcha o a partir de una idea?
Yo me siento un poco artesana de las palabras. No soy una académica. Soy una persona que ha aprendido a manejar los estilos. Es como una musa que viene, como si te soplaran el oído y tú sientes que conoces el personaje, o como dice Alonso [Cueto]: “Siempre siente la música de las historias”.
En ‘Santeros’ tocas el tema de la violencia desde una mirada realista, pero también mágica. Es como si hubieran dos tramas, solo que una es más evidente que la otra...
Un poco. Lo mismo me pasó en 'El Sacerdote y la Dama', que quedó finalista en el concurso de las 1,000 palabras [de Caretas]. Era un tema fuerte pero tocado una sutileza. A veces es inconsciente. En este caso [con 'Santeros'] si lo hice con esa intención. ¿Por qué cuántas Bachacas y comandantes hay en este mundo? Por mi experiencia de vida en Venezuela, sobre todo en los últimos años con esta dictadura, se escuchaba muchas historias sobre militares.
¿'Santeros’ es una historia que se ubica en Venezuela?
Sí. Por historias que escuchaba al paso. Retazos de historias que he ido uniendo. La protagonista es ficticia, pero es como un ‘pedazo’ de varias personas. Yo me basé en algunas murmuraciones sobre [Hugo] Chávez. Decían que seguía la religión Yoruba. También que se respaldaba bastante y buscaba protección. Entonces la imagen del comandante es la de un hombre fuerte, pero a la vez con ciertas debilidades.
En ‘Santeros’ hay una preocupación por mantener una tensión narrativa que atrapa desde el inicio al lector. Eso también aparece en tu cuento El Sacerdote y la Dama (finalista en el concurso de Caretas). Ambos tienen un final sorpresivo. ¿Esa es la línea narrativa que sueles trabajar?
Sí, depende de la historia. Generalmente mis relatos tienen ese final. Hay un desenlace pero ese final puede seguir, porque en el caso de ‘Santeros’ por ejemplo quedan varias preguntas: ¿Quién mató al comandante?, ¿Qué pasó con la Bachaca o qué pasó con el hermanito? Al final, sientes que la resolución es la que buscabas, a pesar de que te sorprende, porque necesitabas que ocurriera algo. Es algo que he ido trabajando con el tiempo. A veces siento que yo conozco a los personajes. A veces siento que estoy construyendo a alguien que ya me lo he imaginado antes.
Tus temas suelen ser violentos o espinosos, pero al tratarlos lo haces con delicadeza...
He aprendido a sacarlos a la luz de una manera que no sea violenta. He aprendido a tener un manejo del lenguaje gracias a mis talleres y a trabajar todos los días. A mis lecturas. La experiencia hace al maestro. Poco a poco uno va adquiriendo más experiencia y vas manejando mejor el hilo conductor.
¿Tienes una disciplina a la hora de escribir?
Quisiera tener más tiempo. Con mi trabajo es un poco difícil porque tengo un horario de 9 de la mañana a 7 de la noche. Pero hay algo que atesoro. Puedo sentarme frente a la computadora, ver lo que he escrito y retomarlo ahí mismo. Me río con lo que escribo, lo siento y padezco con el protagonista. Eso me divierte. Para mí no es un trabajo, no es algo que me cueste. Es mi pasión. Es algo necesario que siempre busco y es para mí.
¿Qué significa para ti haber ganado un premio Copé?
Para mí no fue casualidad, a pesar del poco trayecto que tengo en este campo. Hay algo bueno, pensé. La gente está sintiendo mis historias, están calando. Voy a seguir, tengo varios proyectos. Sin embargo, pienso que la Literatura en el Perú sigue siendo un campo masculino. No sé si es porque no se atreven. Yo conozco mujeres escritoras que son muy buenas, pero creo que a veces cuesta llegar. No sé por qué, por eso me sorprendió lo del Copé. Fue un poco raro porque yo no soy académica, aunque en realidad, si te lo propones, lo puedes conseguir. La cuestión es no tener miedo.
DATO:
La presentación de 'El cuadro de Marilyn y los cuentos ganadores y finalistas' se realizará el lunes 31 de julio a las 8:00 p.m. en el auditorio José María Arguedas de la Feria Internacional de Libro de Lima. Los comentarios estarán a cargo de los reconocidos escritores Carlos Schwalb y Oscar Colchado.