
A los José se les dice Pepe, por lo general como expresión de cariño, porque este apodo amistoso es una costumbre extendida que viene desde hace varios siglos en los países de habla hispana.
La teoría más conocida es la referida a que, desde la Edad Media (periodo histórico de la civilización occidental que abarca del siglo V al siglo XV), los textos religiosos de la Iglesia católica acompañaban el nombre de José de Nazaret —padre de Jesucristo, esposo de la Virgen María— con la expresión en latín ‘Pater Putativus’, que significa ‘padre putativo’ (quien se reconoce como padre, pero no lo es en forma real, en este caso en forma biológica).
Con el paso del tiempo, por economía del lenguaje, José en muchos textos religiosos ya no se acompañaba de la mención ‘Pater Putativus’, sino de su abreviatura ‘P.P.‘, que pasó en el lenguaje común a pronunciarse y escribirse Pepe.

Así, los José comenzaron a ser llamados Pepe, tal como se leía la abreviatura ‘P.P.‘.
Una segunda teoría, que goza de menos aceptación, refiere que Pepe podría ser una versión reducida del antiguo nombre de José en español, que era Josepe, según se lee en algunos textos de los siglos XV y XVI. Josepe, por repetición de la última sílaba, pasó a Pepe, afirman algunos.
La yapa
Se denomina putativo a algo (objeto o situación) o alguien (persona) a quien se le atribuye una calidad que no tiene. El latín ‘putatīvus’ significa reputado o considerado. De tal manera que tener a alguien como putativo —padre, madre, hermano, tío u otro, sin serlo de forma biológica— se tiene como un gesto de estima o agradecimiento. Es el caso de José de Nazaret, quien sin ser padre biológico de Jesucristo, lo tuvo de hijo putativo y así lo reconoció, cuidó y amó.
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