Rafael Vela Barba. (Foto: EFE)
Rafael Vela Barba. (Foto: EFE)

Para los periodistas experimentados que sabemos leer y escuchar entre líneas, la caída del todopoderoso fiscal superior estaba cantada. El 17 de diciembre pasado, en RPP, en la primera entrevista exclusiva que concedió a un medio de comunicación, la flamante fiscal de la Nación, Delia Espinoza, anunció: “Eventualmente se refrescará algunas coordinaciones de la Fiscalía”.

Los entrevistadores no advirtieron el mensaje ni hicieron la repregunta de rigor, pero el anuncio era evidente para los que escuchamos esa declaración: los días de Vela como coordinador de las Fiscalías contra el Lavado de Activos estaban llegando a su fin.

El sábado pasado, a Espinoza no le tembló la mano: ejecutó su advertencia y acabó con el reinado que tuvo Vela en dicho puesto durante ¡diez años consecutivos! La fiscalía especializada que él dirigía ha sido fusionada con otras dos en una sola, que estará al mando del fiscal supremo adjunto Mirko Cano.

Nunca antes en toda la historia del Ministerio Público un fiscal de segundo nivel había tenido un poder omnímodo como el que poseía Rafael Vela. Él pesaba más que los fiscales supremos, incluidos los fiscales de la Nación de turno. Cuando uno de ellos, Pedro Chávarry, se atrevió a sacarlo, el que terminó en la calle fue Chávarry.

Su influencia era notable. El año pasado, un organismo de control del propio Ministerio Público lo suspendió de su cargo por difamar a los miembros de una Sala Superior.

Los acusó, sin prueba alguna, de que tenían lista una sentencia a favor de una procesada, antes de que terminara el juicio. Pero semana después, el Poder Judicial lo repuso en su puesto, como si nada hubiera pasado. También tuvo críticas públicas e irrespetuosas contra miembros del Tribunal Constitucional por resoluciones con las que él no estaba de acuerdo.

Lo sintomático es que dicho fiscal seguirá de coordinador del Equipo Especial del caso Lava Jato. Rafael Vela politizó dicho proceso y tuvo la habilidad de construir una amplia red de periodistas amigos, que lo endiosaban o defendían cuando recibía críticas por su accionar. A cambio, según versiones de varios colegas, desde su fiscalía se filtraban, incluso en tiempo real, declaraciones de colaboradores eficaces contra políticos notorios y seleccionados. La prensa debería hacer una autocrítica o revisión respecto de su comportamiento frente al desempeño de esta autoridad.

Vela ha sido uno de los artífices, junto con el fiscal José Domingo Pérez, del acuerdo de colaboración eficaz con la empresa corrupta Odebrecht. Hoy se sabe, por la reciente publicación de ese documento —luego de una ardua batalla del periodista Phillip Butters— que ese pacto fue totalmente ventajoso para la empresa brasileña y lesivo para el país.

Ambos fiscales acordaron que Odebrecht nos pagara S/ 710 millones por indemnización. Un verdadero insulto frente a los millones de millones de soles que nos robaron a los peruanos.

La presidenta del Tribunal Constitucional, Luz Pacheco, ha resumido palmariamente lo que significó esa negociación: “En los hechos, fue un acuerdo de impunidad”. Rafael Vela, a la luz de todo lo que hoy se sabe, fue un ídolo de barro. Nos vemos el otro martes.

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