POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación
El país empezó ayer a caer en un abismo sin fondo. Por 105 votos, 19 en contra y 4 abstenciones, el Congreso decidió vacar de su cargo al presidente Martín Vizcarra. Prosperó la propuesta planteada por Unión por el Perú (UPP), un partido antisistema liderado por Antauro Humala, preso por el asesinato de cuatro policías.
A ese pedido se sumaron otros partidos que, de la boca para afuera, decían que se oponían a esa medida, pero que a la hora de votar no les importó los miles de muertos y la crisis económica que sufre el país por la pandemia del coronavirus.
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Mención especial merece el partido Alianza Para el Progreso (APP), de César Acuña, quien decía públicamente que estaba en contra de la vacancia pero, por lo visto, estaba a favor de ella.
A los 105 congresistas solo les importó mantenerse en sus cargos por un tiempo indefinido, pues –según se sabe- lo primero que hará Manuel Merino, quien será el nuevo mandatario, es postergar las elecciones de abril. Su sueldo, gollerías e intereses personales primaron sobre los graves problemas que viven los peruanos que se rompen el lomo trabajando.
En unos días, el control del país lo tomará la cúpula del desprestigiado Congreso. Harán lo que se les venga en gana, sin fiscalización alguna, y es un hecho que reactivarán las leyes populistas que no prosperaron, y presentarán y aprobarán otras que sumirán a nuestra economía en la bancarrota. El indulto de Antauro Humala es parte también del siniestro acuerdo de la vacancia.
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Un gran responsable de lo ocurrido es el Tribunal Constitucional (TC) por no resolver una consulta que -¡desde hace más de dos meses!- le hizo el Ejecutivo, para que aclarara en qué momento procedía la vacancia por incapacidad moral, invocada para sacar de su cargo a Vizcarra.
El TC, creyendo que vivimos en un país de las maravillas, le dio un plazo eterno al Congreso para que respondiera y expusiera sus argumentos. El parlamento nunca contestó. El plazo se vence mañana miércoles, pero ya vacaron a Vizcarra.
El año pasado, apenas Vizcarra convocó a las elecciones generales de abril, Acción Popular (que Manuel Merino y su ‘piquichón’ Ricardo Burga manejan a su antojo), Alianza Para el Progreso (de César Acuña), Unión Por el Perú (Antauro Humala) y Podemos Perú (de José Luna Gálvez, detenido por sus vínculos con ‘Los Cuellos Blancos’) y Fuerza Popular (de Keiko Fujimori) desarrollaron una estrategia pública y a escondidas para traerse abajo la democracia y las elecciones. Sabían que los resultados no les favorecían.
Un papel cuestionable también jugaron los fiscales del Equipo Especial Lava Jato quienes, ávidos de un protagonismo insaciable, filtraron declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces que decían haber pagado sobornos al mandatario Vizcarra, pero todos los graves dichos estaban en una etapa de corroboración.
Todo puede pasar. El país está a la deriva. Que Dios nos ilumine. Nos vemos el otro martes.