. En las últimas tres semanas, han sido detenidos cinco militares (cuatro del Ejército y uno de la Policía) acusados de ese delito. Operaban en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) y en la mismísima Comandancia General del Ejército, conocida como el ‘Pentagonito’.

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La gran operación policial, que ha pasado desapercibida por los escándalos políticos, fue realizada por agentes de la División de Investigaciones Especiales (Divisnep) —la emblemática unidad de la policía antidrogas— y la DEA.

La investigación logró probar la vinculación de los militares con Yover José Auccatoma, conocido con el apelativo de ‘Leche’, uno de los más poderosos narcotraficantes que operan en ese extenso y casi inexpugnable valle, quien fue detenido en la redada.

Los efectivos ocupaban estratégicos puestos en el Comando Especial del VRAEM, ubicado en Pichari, desde donde se dirige la lucha contra el narcotráfico y Sendero Luminoso. Ni más ni menos.

El seguimiento de los agentes antidrogas los llevó hasta la Comandancia General del Ejército, en San Borja. Los efectivos lograron filmar y fotografiar encuentros entre el capitán EP Frederick Cunto, que trabajaba en ese lugar, con ‘Leche’. A este narco se le acusa de haber sacado más de ¡30 toneladas de cocaína! en los últimos años.

Lo que ha ocurrido debe preocuparnos. Este columnista recuerda, como si fuera ayer, que en los años 80 y 90 el narcotráfico logró infiltrarse escandalosamente en el Ejército en el valle del Huallaga, que entonces era el emporio de la droga.

Las avionetas salían repletas de cocaína de cientos de pistas de aterrizaje clandestinas, pese a la cercanía de los puestos de control. Hasta los helicópteros de esa institución eran utilizados para el ‘trasteo’ de la mercancía.

La mayoría de los militares y policías que eran destacados a esa zona regresaban a Lima millonarios y adquirían lujosas propiedades. Sobre aquello hay cientos de historias.

Por ejemplo, un humilde teniente de la Policía que volvió del lugar adquirió una espectacular vivienda. Se mudó con toda su familia y llevó a varios de sus paisanos a vivir con él. En la puerta de la entrada puso una placa que decía así: “Gracias, Uchiza, por darme esta casita”. Uchiza, por ese entonces, era la mata del narcotráfico.

La dueña de una mansión ubicada en una zona exclusiva de Lima tenía problemas en venderla por el elevado precio. Un día apareció un hombre. Cuando terminó de ver la vivienda, le dijo: “Se la compro”. Fue a su auto y bajó dos bolsas de tela de color verde olivo. Pagó al contado una millonada. Años después, cuando revisaba los diarios, la vendedora vio su foto cuando lo detenían. Era un general que había sido jefe en el Huallaga y fue íntimo de .

No dejemos que la infiltración del narco se vuelva un cáncer en las fuerzas del orden. Nos vemos el otro martes.

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