POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación
El secuestro de los dos periodistas de ‘Cuarto poder’, perpetrado por ronderos afines al presidente Pedro Castillo, es lo mismo que hacían los terroristas de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), en los años más aciagos que vivió el país.
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Eduardo Quispe y su camarógrafo Elmer Valdiviezo fueron acorralados en el distrito de Chadín (Cajamarca) mientras ahondaban una investigación sobre los negociados de la cuñada de Castillo, Yenifer Paredes. Días antes, Quispe la había descubierto en un video ofreciendo obras públicas, lo que despertó la ira presidencial.
Por eso, cuando dijo que era periodista del programa ‘Cuarto poder’, los ronderos se enardecieron. Lo agredieron verbalmente y lo coaccionaron a leer un comunicado en donde se retractaba de lo que había informado sobre la cuñada del mandatario.
El reportero estaba en la mira. En diciembre del año pasado, Quispe destapó el escándalo político que conmovió al país: ¡las reuniones clandestinas que sostenía Pedro Castillo con oscuros empresarios en la vivienda del pasaje Sarratea, en Breña!
El desinterés y la mofa mostrada por el Gobierno por lo ocurrido hacen presumir que el viaje de Quispe a Cajamarca estaba siendo monitoreado por la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), cuyo director, José Fernández Latorre, es hombre de confianza del presidente. La DINI, como se sabe, realiza operaciones secretas que no son sujetas a fiscalización.
Una fuente de seguridad me cuenta que el jefe policial de la Región Cajamarca, el general Fidel Pisfil, es cercano a Pedro Castillo, quien lo ascendió a ese grado. Pisfil era jefe de la policía de lavado de activos cuando ocurrió un sospechoso incendio en donde se quemaron valiosos documentos que conducían a Palacio de Gobierno.
Pisfil es cercano a la hija del suboficial Aladino Irigoin, el escolta del mandatario que se reunía, por órdenes de su jefe, con el hoy prófugo exministro Juan Silva.
Según Pisfil, los periodistas de ‘Cuarto poder’ entregaron voluntariamente sus equipos a los ronderos. El mismo reportero Eduardo Quispe desmintió esa farsa: “Fue tan voluntaria como lo que me hicieron leer a mí”.
Lo ocurrido con Quispe me ha hecho recordar al periodista de Yurimaguas, Johnny Pezo, quien en 1998 tenía un programa radial. Un día, un grupo de terroristas del MRTA ingresó hasta su cabina. Allí lo obligaron a leer un comunicado a favor de sus acciones asesinas.
Horas después, la Policía lo arrestó y Pezo terminó preso por terrorismo. El Comercio me encomendó investigar ese caso. Tras la investigación, determinamos que la reclusión del reportero –a quien entrevisté en su celda- era injusta. Junto con el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) iniciamos una larga campaña. Las autoridades judiciales enmendaron su error y lo absolvieron. Pezo murió hace poco de una enfermedad.
El secuestro de Eduardo Quispe es apenas el comienzo de otros atentados contra la prensa independiente. Espero equivocarme. Nos vemos el otro martes.
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