“La operación ‘Patriota’ no fue del agrado del presidente Pedro Castillo ni del congresista Guillermo Bermejo. Las represalias tenían que llegar en cualquier momento”, me dice una fuente militar luego de que el mandatario pasara el jueves a la situación de retiro a los artífices de esa heroica misión que, en agosto pasado, logró penetrar el corazón de Sendero Luminoso en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM).
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Ellos son los generales del Ejército Miguel Gonzales y Rubén Castañeda y el coronel Marcelino Barriga, comandante general del Comando especial del VRAEM, jefe de la Segunda División de Inteligencia del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, jefe de Operaciones Aéreas del Comando de Inteligencia y Operaciones Especiales, respectivamente.
Para sacarlos, Castillo utilizó el manido recurso formal de ‘renovación de cuadros’, que muchas veces se utiliza para deshacerse del personal incómodo.
Como se recordará, en la operación ‘Patriota’ murieron dos efectivos militares. Fue la primera vez, después de 23 años, que las Fuerzas Armadas lograron ingresar a un lugar que era casi imposible de penetrar. Los terroristas tuvieron más de doce bajas y heridos, entre ellos su líder, Víctor Quispe Palomino, alias ‘José’, quien logró escapar abaleado. Se incautó importante material que hoy los agentes de inteligencia analizan en profundidad.
La salida de los tres altos oficiales era un rumor creciente, puesto que Castillo nunca había expresado reconocimiento alguno a la exitosa misión. Jamás enalteció ni felicitó a los comandos que participaron. Tampoco rindió honores a Edin Vásquez Huamán y Marden Valqui Rodríguez, quienes murieron durante el encarnizado combate.
¿Por qué el desagrado presidencial? Es público y notorio que el mandatario y varios de sus más cercanos colaboradores, como el congresista Guillermo Bermejo, quien hoy es su principal consejero, tienen afinidades demostradas con Sendero Luminoso y los gremios cocaleros del VRAEM, los principales abastecedores de las firmas de narcotraficantes que operan en el lugar.
Castillo y Bermejo son los principales impulsores de la industrialización de la hoja de coca, a la que el mandatario llama “hoja bendita”. Del VRAEM sale el 75 % de las 900 toneladas de cocaína que los narcos peruanos envían al extranjero. Castillo hasta ha prometido la construcción de un aeropuerto en Pichari, considerado el centro de operaciones urbano de los narcos.
Hace unos meses, por si fuera poco, el Gobierno suspendió las acciones de erradicación de cultivos de hoja de coca. También se sabe que varias bases militares, que estaban acantonadas a lo largo de los 49 mil kilómetros cuadrados de ese mar de sembríos, han empezado a ser desactivadas. El régimen considera al VRAEM un potente bolsón electoral y de financiamiento.
El retiro de los generales Miguel Gonzales y Rubén Castañeda, así como del coronel Marcelino Barriga, es una muestra más de la permisividad del presidente Castillo frente a la lacra del narcoterrorismo. Nos vemos el otro martes.
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